miércoles, 1 de octubre de 2025

Tía María y la hegemonía empresarial

 

TÍA MARÍA:  CICLO POLÍTICO, RIESGO EMPRESARIAL E IMPOSICIÓN DE UNA INVERSIÓN ILEGÍTIMA

 

José Antonio Lapa Romero

antonioromero99@yahoo.com

 

En el Perú el riesgo político de las inversiones se incrementa conforme se está más cerca o dentro del proceso electoral en el marco del ciclo político. Dicho riesgo lo tiene claro Southern Perú, dueño del proyecto Tía María, además, tiene claro el enorme riesgo económico y financiero que significaría ante sus accionistas el anuncio una vez más de una nueva “pausa” del inicio de la construcción y ni pensar en una cancelación luego de más de 15 años de imposición fallida por la resistencia activa ante el proyecto por parte de más de 38 000 ciudadanos de los sectores sociales agrarios y otros del valle de Tambo.

Southern, experta en lobby, captura y chantaje empresarial: ha hecho explícito de manera permanente que tiene previsto invertir 8500 millones de dólares en proyectos mineros como Tía María, Ampliación de la fundición de Ilo, Los Chankas, Michiquillay y la expansión de Cuajone y estaría en riesgo por el aún negado inicio de sus operaciones. Asimismo, sabe que el momento político le es favorable dada la correlación política favorable hacia arriba por parte del aparato gubernamental que lo constituye en irrepetible: un autoritario y débil gobierno con un discurso permanente de legitimación de sus intereses, ministerios y ministros de energía y minas que se comportan como CEO empresarial de Southern (el rol de Rómulo Mucho era explícito y mirando sus propios negocios empresariales, Montero se ha constituido en vocero dándole continuidad a la línea institucional, y un Minam que está reformando el SENACE para ponerlo a favor de los intereses empresariales), un gobierno regional con una explícita legitimación de los intereses de Southern, y gobiernos locales en Islay más o menos fracturados.

Este escenario político de legitimación y consenso favorable al capital en la oficialidad estatal, pero de resistencia permanente de una mayoría ante la violencia estatal y enorme riesgo de destrucción de la diversidad del valle, ha llevado a Southern, por un lado, posconflicto del 2019 y su anunciada “pausa”, a multiplicar desde el 2025 mecanismos ya conocidos para conseguir la hasta ahora negada licencia social: 1) intensificando el clientelaje por medio de la contratación por parte de Southern de “más de 550 trabajadores” y capacitación de jóvenes en carreras técnicas, y otros; 2) el asistencialismo por medio de apoyo con máquina cosechadora de 3000 ha de arroz, fumigación de campos de cultivos, entrega de fertilizantes, entrega de kits escolares, instalación de internet en las escuelas, y entrega de regalos por Navidad y otros; 3) capturando las organizaciones agrarias y creando otras a favor de un supuesto desarrollo con la finalidad de legitimar su apoyo al proyecto en el valle de Tambo. Es decir, Southern continúa dándole funcionamiento a la maquinaria política a nivel local para conseguir la hasta ahora fallida legitimidad, por más que se inventen de manera frecuente una mayoría inexistente que respalda el proyecto.

Mientras que, por otro lado, Southern ha avanzado –en medio de la criminalización, fragmentación y debilitamiento de la representación de los sectores agrarios en el valle– en constituir condiciones estratégicas previas para la operación minera desde los permisos de uso de agua ante el ANA, la construcción de presas y reservorios del agua del río Tambo en convenio con Midagri y la construcción de la carretera Arequipa-Islay para sus operaciones logísticas.

Entonces, el funcionamiento de la maquinaria política local y la creación de condiciones para la operación del proyecto minero se vienen desarrollando en el marco de una supuesta pausa por el conflicto en el 2019 y que Southern se daba para conseguir la hasta ahora negada licencia social. Por lo que el anuncio de la contratación de la empresa Cosapi para realizar el desbroce del área del proyecto demuestra una vez más que la “pausa” era parte de la estrategia política de la corporación, que no solo hasta ahora no ha conseguido la licencia social, sino tiene EIA desactualizado, y quiere imponer el proyecto minero pese a la oposición de 95 % de la población local, las violaciones de derechos humanos, los enormes impactos políticos y sociales y el inmerso riesgo ambiental y económico que significa realizar una versión en un valle extensamente productivo y biodiverso.