Capital, Estado
y modelo de acumulación. La relación entre capital y trabajo en el Perú
I. LAS
PROFUNDAS CONTRADICCIONES
1.1. La
contradicción de la economía política peruana
Estamos atrapados dentro de una
contradicción estructural, es decir la dependencia relativa del Estado con
respecto al capital y al modelo de acumulación, para reproducirse como Estado.
¿Qué quiere decir ello? Quiere decir que en el Perú el modelo de acumulación
está basado principalmente en la explotación de recursos naturales, modelo por
el cual el capital y sus gremios, dado el poder económico, han cobrado una
fuerza inusitada frente al deterioro de la situación de la clase trabajadora.
Por lo tanto, esta centralidad del capital en el modelo ha generado que el
Estado se haya vuelto dependiente de los recursos que se generan en este sector
económico.
Siendo importarte destacar el
impresionante poder que han cobrado en los últimos años los gremios
empresariales y en especial la CONFIEP y la SNMPE, los cuales dan la venia a
los gobiernos, saludan y felicitan al actual Presidente por su “sabia
inteligencia” (por nombrar a ministros que están allí para no cambiar nada). Es
decir, se ha construido una relativa independencia económica del Estado por
parte del capital. Además, están los representantes del capital transnacional y
sus instituciones (FMI y BM) que felicitan al gobierno por “generar marcos de
estabilidad a la inversión“, y condicionan para que nada se mueva, y por lo tanto se acercan para apoyar con
recursos a los “programas estrellas” del gobierno.
Esta situación estructural de
dependencia relativa del Estado es la que lleva y ha llevado al gobierno a
tener que alinearse con los intereses del capital porque con los recursos que
ellos aportan vía impuestos podrán financiar -razonan ellos- la implementación
de sus programas sociales. Claro que los sectores de la derecha hacen ver esa
dependencia relativa como una dependencia ideológicamente absoluta, al hacernos
creer que si se afectan sus intereses, el país caería en una profunda debacle.
Es una sencilla pero fundamental
relación contradictoria que ha generado que el gobierno se alinee y que haya
abandonado la promesa de la “gran transformación”, dado que dentro de ese
escenario era y es imposible. Es decir, no es una cuestión de buena o mala
voluntad del gobierno solamente, sino una cuestión de correlación de fuerzas
(la hegemonía del capital y sus sectores dominantes no sólo es económica, sino
política, ideológica y mediática), dado que era imposible realizar un viraje
diferente con una organización política débil (actualmente se sigue fragmentando
y llenando de clientelas) y unos sectores sociales y de base que respalden la
propuesta.
Esta dependencia económica genera que
el gobierno tenga, por un lado, que legitimar este modelo y por otro, que en
algunos casos tenga que emplear el aparato represivo para disolver y contener
la protesta social.
Esta necesidad de legitimar el modelo
de acumulación por parte del Estado, dado su dependencia relativa, lleva a
tener que reprimir las movilizaciones que se realicen en contra, lo que nos
lleva a reproducir nuestra persistente tradición autoritaria.
1.2. La
contradicción de la sociopolítica peruana
La otra contradicción tiene que ver
con que la reproducción del capital y el Estado requiere una sociedad que
acepte y legitime este modelo de acumulación y por lo tanto no se movilice, no
proteste, no se oponga, sino más bien bendiga y siga trabajando y ganándose su
dinerito con el sudor de su frente. ¿Esto es posible? La obediencia absoluta sólo
existe en el cielo, entre esclavos y cuando tenga uno una pistola sobre la sien
(incluso tengo mis serias dudas que pueda ser así). Es decir, no es posible tener una sociedad que esté en una permanente
inmovilidad absoluta. La sociedad está en permanente movimiento,
contradicción, lucha, resistencias, cambios y permanencias, por más que unas
fuerzas estén debilitadas y otras fortalecidas, siempre a favor de unos y a
favor de otros, de minorías o de mayorías.
Por ejemplo, en el caso de Cusco, no
es que el pueblo de Espinar y sus dirigentes sean ultraradicales y vayan en contra
de la inversión minera y sean gente manipulada (unos rojos, comunistas y mil
adjetivos como quieren hacernos creer desde la propaganda oficial y los medios
de comunicación “democráticos”), sino que allí hay un problema concreto
económico, social y ambiental que aún no se ha resuelto hasta el momento. No
obstante, el gobierno y sus sabios ministros llevaron al extremo de entender la
política como la relación amigo-enemigo, es decir, que todos aquellos que protestan
y se oponen a los intereses del gobierno y del capital (a quienes el gobierno
defiende), todos ellos son enemigos del gobierno y todos aquellos que le echan
flores (generalmente los ayayeros), son los buenos amigos del orden establecido
y del gobierno. Entender de esta forma la política nos lleva a decir que
quienes están en el gobierno y legitiman estas acciones no han entendido nada
de lo que es gobernar y nada de su propia sociedad sobre la que gobiernan.
Es decir, dentro del país existen
personas, sectores sociales, organizaciones sociales que no quieren la minería
u otra actividad extractiva en sus localidades y no por ello el Estado tiene
que aplastarlos e ignorar sus intereses, bajo la concepción tonta que lo que prima son
los intereses de la nación, argumento que muchas veces quiere decir en términos
sencillos que los intereses de la nación son los de algunos sectores de la
burguesía y claro del Estado, y todos los demás no interesan: los derechos de
los demás no tienen significancia frente a los intereses económicos. A
contracorriente de esta forma de entender la vida, tenemos que entender que todos
somos ciudadanos de este país y que el derecho de propiedad y los intereses
económicos no están por encima de los derechos de otros ciudadanos iguales.
Qué duda cabe que somos un país
fragmentado, una nación pendiente de construir, ¿queremos seguir profundizando
nuestra fragmentación? Además, ello muestra que seguimos atrapados, sin visos
de salida, dentro de una persistente tradición autoritaria, es decir, los
problemas que involucra al Estado se resuelven haciendo uso de fuerza y la
coerción para imponer y mantener el ansiado orden.
II. SALIR DE
LAS CONTRADICCIONES
Este modelo se estructuró dentro de un
régimen autoritario que creó las bases jurídicas y sociales para ello, creo una
Constitución que redefinió la función del Estado, privatizó las empresas
públicas, eliminó derechos laborales de la clase trabajadora y debilitó la
organización social. ¿Podrá un gobierno electo vía elecciones y que reconocemos
como “democrático”, aun en su absoluta precariedad, mantener esta
estructuración? ¿Podrá manejar y de qué forma estas contradicciones que van más
allá de su buena o mala voluntad? ¿Cuáles tendrán que ser esas condiciones para
que el Estado pueda romper o ir saliendo de esa dependencia relativa del
capital? ¿Es posible tener un Estado -y hasta cuándo- que pueda vivir con
algunos sectores de la sociedad permanentemente movilizados y un gobierno que
legitima y se alinea abiertamente al lado del capital?, ¿hasta cuándo se podrá mantener la situación actual bajo un modelo de
acumulación que es la principal fuente de los conflictos sociales en el Perú?
¿Cómo enfrentar que el capital
requiere de la “paz perpetua para reproducirse”? Sin embargo, existe un
crecimiento de malestar, generalmente justificado, contra estas actividades
extractivas. La extensión y enraizamiento del capital minero se encuentra en
una tensión permanente por lo cual si no se quiere que se pueda interrumpir
estos procesos de acumulación se tendría que contener o eliminar la oposición, la
movilización o protesta social. ¿Puede un régimen democrático precario como el
nuestro mantener el modelo construido en sus bases por un régimen autoritario?¿Cuáles
son las salidas políticas?
Una vía como menciono líneas arriba es
la vía autoritaria, sin embargo, desde mi punto de vista este solo contiene y
mantiene las contradicciones, además de ser una vía que si bien le gusta al
capital, a sus sectores más ultras, nuestros liberales pacatos, y a la mayoría
de los medios que hegemonizan la opinión interesada y sesgada, sin embargo, es
una vía conservadora que mantiene y no resuelve las contradicciones antes
mencionadas.
Otra vía para mantener el modelo es
seguir la vía pactada entre el capital y el Estado, es decir, que el capital
acepte, no ya un óbolo de pozo de los deseos o de seres dadivosos, o un
impuesto tibio, sino estar dispuestos a compartir de manera más significativa
sus ganancias con el Estado (en estos aún tiempos de vacas gordas) que podría
incrementar su capacidad de maniobra ante las presiones sociales e incrementar
su inversión pública. No obstante, si bien esa vía podría ampliar y quizás dar mejores
condiciones políticas y de maniobra al gobierno, ello no resuelve las
contradicciones.
En el Perú los sectores de la clase
dominante y los dueños del capital tienen que entender que no pueden vivir
empleando medios coercitivos o violentos y declarar estado de emergencia. No
hay dudas de que la minería juega un papel importante en la economía peruana,
sin embargo, estas vías no van a resolver las contradicciones, dado que no
apuntan a cambiar nada y se mantienen en un defensa ciega del statu quo, por lo
cual se tendría que construir las bases sociales y políticas para otras vías
alternas de corte popular. Sobre ello volveremos en otro escrito.
José Antonio Lapa Romero
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Sindicato de Topy Top en acción directa en el Centro de Lima
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Trabajo y
vocación. Una psicología de las profesiones en el Perú
Introducción
El contenido de este trabajo tiene el
propósito de evidenciar la cultura o psicología social de las profesiones en
relación al ambiente y motivaciones individuales que originaron sus actitudes y
competencias. La conjetura que desarrollo es que no son los problemas en la
calidad educativa de las instituciones sociales de la educación superior
solamente los que explican la producción de pésimos profesionales, sino una
motivación más personal y cínica la que origina la poca destreza operativa y
especializada en el seno de los problemas y dilemas organizativos que genera la
estructura de las profesiones en el Perú contemporáneo.
Algunas ideas
históricas
Pero antes es necesario hacer una
pequeña psicohistoria de este devenir y proponer algunas ideas al respecto. Una
primera idea es que las motivaciones hacia la consecución de una carrera, en el
fondo, siguen las mismas pautas de desarrollo y expectativa desde la colonia.
Como dice “El Amauta” hemos vivido rodeados de médicos, abogados, clérigos, y
militares, es decir, de una cultura de las profesiones en donde el mérito es
antes que la formación honrada, donde el rentismo del estatus es antes que el
trabajo industrioso y la labor especializada. De cierto modo, esta cultura no
permitió que como civilización se diera la formación de una economía y una
cultura de instituciones tendiente a la creación científica y a la construcción
de una personalidad secular y pública, sino que sirvió de espíritu social para
la construcción de helenistas y de una personalidad inclinada a la frivolidad,
sensualidad y a la religiosidad hipócrita y conservadora.
Es este primer contexto psicohistórico
en el que se gesta nuestra particular ética del trabajo, son sin lugar a dudas
dos factores culturales los que demarcan la construcción de una determinada
concepción del trabajo: una es la penetración religiosa medieval que
desautoriza el trabajo como actividad para esclavos y clases subordinadas, es
decir, primaba el ánimo contemplativo más que el hacedor; y dos, como el mundo
era gobernado por una cultura negadora de la sensualidad premoderna en el rito
y el ayuno, mucho de este deseo reprimido hallaba expresión en la magia de la
máscara criolla y festiva.
De cierto modo, las mutaciones en la formación económica que surgieron no
provinieron de alteraciones en esta cultura del trabajo que se mantuvo intacta.
Es hacia fines del s. XVIII cuando el surgimiento de clases económicas más
prosperas y las mutaciones en el mercado interno debido a la fuerte
comercialización, y al nacimiento imprevisto de una pequeña burguesía
comercial, pudieron alterar de cierta manera la naturaleza del trabajo. Pero la
historia cuenta, que la eliminación de las rebeliones indígenas de Túpac Amaru,
la expulsión de los jesuitas y la naturaleza conservadora de la independencia
criolla, fueron las que reforzaron la naturaleza pretécnica y premoderna de
nuestra cultura del trabajo, ahogando esta tímida ventisca de reforma burguesa.
La concepción negativa del trabajo
durante todo el s XIX, a excepción de
las fases pendulares de la fase del guano y del salitre, y la recuperación de
la República Aristocrática, luego de la guerra con Chile, tampoco alteraron
esta ética del trabajo, pues muchas de estas épocas de bonanza con relación a
cierto recurso imprescindible para el mercado mundial, no se tradujeron en
sofisticaciones de la estructura de acumulación, ni en saltos tecnológicos y
profesionales de nuestra sociedad.
En tiempos
modernos
Una segunda idea, es que la cultura
intelectual de los tiempos posteriores a la guerra, a pesar de las severas
críticas a este modelo de acumulación anticuado y de subsistencia, era posible
porque el medio profesional relajado y poco industrioso permitía la contemplación
y el pensar bohemio; es decir, había entre el pensar humanista y culturalista,
y su aplicación práctica un severo abismo estructural que determinó la
construcción de nuestra inteligencia social y científica en el largo plazo
histórico.
Es con la ruptura epocal que significó
el desarrollismo en los años 50 en adelante que las resquebrajaduras
estructurales con relación a las potencias profesionales se harían notar. A
pesar de que en cierta época pensar e intervenir técnico-político era algo
frecuentemente cercano, la forma de
nuestro Estado y nuestra industria, es decir nuestro sistema de organizaciones
internas, no fue significativamente alterado, pues se carecía del recurso
humano y de las sedimentaciones organizativas y económicas necesarias para provocar
un cambio social auspicioso.
La solidez de una economía
desarticulada, sin burguesía, sin presencia del Estado, y con una estructura profesional
descalificada y humanistoide, no permitió que las olas revolucionarias de este
entonces, como el movimiento campesino y sindical, y los voluntaristas
esfuerzos desde el Estado velazquista modificaran esta ética del trabajo y sus
expresiones concretas en la formación social de nuestra nación, llena de
enclaves de todo tipo.
La modernidad que se apoderó de nuestra
cultura, promovió en las culturas populares que se movilizaron socialmente la
promesa de la realización individual antes que la construcción de un porvenir colectivo. A medida que la terquedad
de modernizar nuestra cultura en base a la idea de sistema cerrado y
monocultural se hacía añicos, se fue también perdiendo en la anomia toda
posibilidad de dar forma a una personalidad auto-determinada y coherente
consigo misma. Las formas más aberrantes de la cultura criolla anómica, como la
delincuencia, el abuso, la corrupción pública, la pérdida de valores generales,
la violencia política sirvieron de contexto para el tránsito hacia una
psicología disipada e irresponsable, que entre otras cosas, ve al trabajo como
un medio de movilidad social y no como vocación social por sí mismo.
Hedonismo
social
A medida que en esta época postmoderna
del goce generalizado, el papel ennoblecedor y reforzador de la personalidad a través
del trabajo se relaja, este es visto de modo envolvente como una actividad para
conseguir recursos materiales, y el acceso con exclusividad a toda forma de
empoderamiento y reconocimiento social. El retorno de esta ética del trabajo
improductiva y que desmerece la actividad reformadora del trabajo se debe a que
los intentos de capacitar y calificar a la mano de obra a través de la
liberalización del mercado de trabajo, así como la pérdida de una gran mano de
obra especializada producto de la guerra interna y la crisis económica se han
dado de bruces con una cultura de la frivolidad y del entretenimiento
individual. Este hecho desvía las energías profesionales hacia el
aburguesamiento individual, y no permite que el trabajo sea visto como algo más
allá de la sola molesta obligación de obtener dinero.
En esta época el imperativo de
divertirse y pasarla bien le imprimen a la formación profesional en la vida
universitaria una psicología de la vida completamente alejada del respeto por
lo valores sociales y por referentes histórico-sociales de largo plazo. La
educación superior, es cierto, te entrena para servir de modo competitivo, te
adiestra para resolver problemas y administrar cosas diversas, pero como la
intención de estudiar no es precisamente tener una vocación de servicio más
allá del incentivo de las recompensas laborales, lo primero que se impregna en
la psicología que accede por solvencia o por esfuerzo a los niveles de la
educación superior es un ego de la soberbia, etiqueta y de la discriminación
social. Esto paraliza el amor hacia la profesión y no forma ciertamente el alma
individual y social del estudiante.
La labor profesional, más allá de las
torpes especializaciones que se consigan y los cálidos aplausos que se
transmitan, de forma casi general, esconde personas sin valores y sin identidad
cultural de país, lo que en corto plazo construye personalidades que se tornan
intransigentes en sus trabajos, por no tener criterios sociales de respeto y de
vocación de servicio, y conciencias que no saben diseñar, ni aplicar, reformas
institucionales de las organizaciones en las que trabajan. La sola preocupación
por resolver problemas coyunturales y coordinar situaciones, es decir,
administrar lo existente de tal manera
que se tapen los problemas de largo plazo, arrebata a los profesionales la
visión de sus organizaciones y no les permite en carreras ligadas a la
tecnología y a la producción, por ejemplo, imprimir revoluciones científicas
que transformen cualitativamente las organizaciones en medio del caos global.
Si bien desde el Fujimorismo el
mercado laboral se ha flexibilizado, dejando a los profesionales ante “el
sálvese quien pueda” lo que ha permitido una tecnocracia de relativa magnitud,
lo cierto es que estamos llenos de administradores y gestores, y lo que hace
falta a este país es construir una estructura de recursos humanos científicos y
tecnológicos de elevado rendimiento. La salida de Fujimori al destruir los
sindicatos ha alejado al profesional del pueblo, y entregado nuestro trabajo a
la reproducción de una estructura profesional y de servicios que denigra y
explota al trabajador, y que lo ha vuelto un mercenario vestido de amabilidad y
de tecnicismos estúpidos. La decepción de ver que el trabajo contemporáneo no
realiza todo lo que promete erosiona toda moral y de ahí el camino hacia el
delito es sencillo.
La reforma de las profesiones pasa por
que las diversas reformas estructurales que se hagan desde el poder alteren y
desactiven esa cultura criolla antisocial y anómica que empapa de idiotez la
realidad del trabajo en el Perú. Si bien nuestro recurso humano es poco
calificado, esta actividad del trabajo duro y comunal que viene desde lo
antiguo, ha permanecido en las clases subordinadas y populares. Ha dado de
comer y trabajar en las peores crisis a miles y miles de trabajadores hoy en
día, como son los microempresarios y los campesinos. Lo que falta es una mayor
tecnificación, una nueva formación social de tipo social e industrial a la que
le falta un proyecto político. Pero eso es cosa de la historia futura…
Ronald Torres
Bringas
Política y crisis del
sindicalismo en el Perú
“Yo ya no sueño;
vivo, palpo; tengo hambre... Lucho solo y solo he de encontrar mi camino. Tú
tienes el tuyo. ¿Qué cuál es? ¡Tu título! Vete convenido, oportunista... y deja
el camino libre que por ahí ha de llegar mi hermano campesino...”
(Carlos S. Pretil. Denunzia Proletarya. Relatos
Populares-Obreros, 1978)
Nadie
puede dudar a estas alturas de nuestro tiempo, que la organización gremial de
los trabajadores trajo como consecuencia la reivindicación de los derechos de
estos; y la mejora para su bienestar (salud, salarios, horario de trabajo),
todo ello a partir de una toma de conciencia de sí. Sin embargo; luego de una
época de auge de poderío sindical, esto fue en declive, por diversas razones, las
que nos interesa contextualizar en el presente texto.
En
el Perú, durante las primeras décadas del siglo XX, fue una época maravillosa
para los obreros (aunque hubo explotación). Nos referimos a su preocupación por
el quehacer cultural, muchos de sus personajes fueron autodidactas, con mínimo
grado de instrucción, en el peor de los casos nula, pero con el convencimiento
de que la lectura era primordial para salir de la ignorancia, es por ello que se
dedicaron a la divulgación, publicando revistas, periódicos y panfletos.
Rememorando esto podemos mencionar solo algunos: El Ariete (Arequipa); El
Jornalero (Trujillo); El Obrero
(Cajamarca); La Voz del
Obrero (Pasco); El Esfuerzo
(Lima); El Obrero Panadero (Lima); El Obrero Textil (Lima); El Obrero Marítimo (Callao); La Abeja
(Chiclayo); La Voz del
Obrero (Puno), entre muchos otros. Algunos fueron más allá, logrando conformar
pequeñas bibliotecas con una lista de libros muy interesantes.
Quizás
lo más importante de la organización gremial, en la lucha justa por sus derechos
para los obreros de los inicios del siglo XX, fue que podían “morir” por sus
convicciones, pues existía un compromiso de honor (aunque no negamos raras
excepciones) que se mantenía en beneficio de todo el grupo, no interesaba el
beneficio o la ambición personal. El ejemplo más notorio fue la aglutinación de
todos los grupos en la lucha por las 8 horas.
Esta
situación llevó a partir de 1920 al enfrentamiento entre los grupos de poder y
sindicalistas, siendo más notorio con la implantación del gobierno autocrático
de Augusto B. Leguía, cuando se inicia la persecución de los líderes
sindicales, exilio de Víctor Raúl Haya de la Torre y encarcelamiento de muchos opositores
políticos, pero ni aun así, estos hombres claudicaron en su lucha, tras la
constante instauración de gobiernos autoritarios y la prohibición de cualquier
propaganda y literatura obrera; los sindicalistas no se amedrentaron, optaron
por buscar la igualdad de los derechos y ver un mundo mejor libre de abusos.
La
incorporación de una ideología extremista a partir de la década del 70, no
solamente en los grupos sindicales, sino también en los estudiantes, trajo como
consecuencia un desborde de los ideales primigenios. Por esta radicalización de
su visión (fanatismo) descuidaron lo académico, haciéndose notorio una
incapacidad de tolerancia, intercambio de ideas, y existía un encierro en una
verdad única que les impedía ver más allá de la realidad, que conllevó a la
carencia de debates, si bien nadie puede estar en contra de tal o cual ideología,
lo criticable es la defensa cerrada de los conceptos, como si fuese la última
palabra, como si se tratara de una ciencia exacta, absoluta, única, mas como
sabemos esta ciencia humana es relativa.
En
las últimas décadas del siglo XX existe una pugna por ubicarse en la
dirigencia, iniciándose así la búsqueda de los apetitos personales, pues esto
era el caballito de batalla para seguir escalando, buscando notoriedad y
conseguir alguna prebenda del Estado a punta de chantajes. En esta situación ya
no interesaba el grupo en general, sino solo a un grupillo que se turnaba y se
turna aún la dirigencia.
Hay
líderes de una supuesta izquierda (de la izquierda peruana, que es muy
diferente a la de otros países), que una vez alcanzado un cargo político
público, logran sacar el mayor provecho económico personal, muchos se trasladan
a vivir a zonas exclusivas, que no tiene nada de malo; pero no hay congruencia
con sus discursos, hay una hipocresía y por ello sus seguidores caen en el
desencanto y no les creen. Esto deviene en una causa principal de la pérdida de
cohesión político-grupal; entonces se piensa
que hacer política sirve para hacer dinero. ¿Dónde queda el servir y
luchar por el otro? Hay una gran brecha entre discurso y realidad, la búsqueda
de un paraíso, de un mundo igualitario ya no existe, ni se concretará, son
sueños imposibles de alcanzar, por una simple razón: la calidad de los líderes
mediocres que se tienen -disculpen el pesimismo-, pero en definitiva esto no
cambiará (para los aún incrédulos de seguro ya de viejitos me darán la razón).
Ahora
respecto a la ideología de esta supuesta izquierda es incoherente,
principalmente por dos razones. Primero, por
utilizar a “las masas” para lograr captar algún cupo político, pero al
final se olvidan de aquellos a los que ofrecieron el oro y el moro, las ofertas
políticas son tan altas que al final no se cumplen en lo más mínimo; ante un
reclamo hay mutis total. Segundo, aún algunos líderes retrógradas creen que el
pensamiento de izquierda es igual a la de los años 60 y 70, pero en realidad ya
no se puede clasificar el pensamiento político por estratos y zonas, sí
señores; en la actualidad el lugar de residencia ya no define ni significa
nada, pues los diversos llamados “conos” han emergido a un nuevo grupo económico
(y en provincias hay zonas con mucho más adelanto tecnológico y modernas, a
diferencia de algunos distritos de la propia capital), aquí ahora conviven los
pobres con los nuevos ricos. A estos últimos no les interesa en absoluto el
pensamiento de izquierda, y son liberales y/o completamente de derecha.
Pensar
en la izquierda de antaño es solo recuerdo, pues todo cambia, todo evoluciona,
seguir pensando en el pasado es quedarse en el tiempo, enviar a la tumba eterna
a la izquierda. Creer que ahora la izquierda se puede guiar por una consigna es
inútil. El cambio a esta situación solamente se dará con una refundación de la
política, nuevos actores, nueva generación; pero observando como está la
realidad no se vislumbra cambios en el horizonte, es necesario cortar desde la
raíz, puesto que la corrupción se repite constantemente.
Toda
esta situación llevó a la pérdida de poder y fuerza de los grupos sindicales,
por el que muchos llegaron a perder la vida, para colmo de males; quién
recuerda ahora a los mártires. Observando esta ambición interna, los grupos de
poder volvieron a la carga, implantaron los services, los trabajadores ahora
laboran 12, 14 y hasta 16 horas, sin pago de horas extras, la ley que los
ampara es letra muerta. ¿Dónde están los dirigentes?
Faltaba
más: la mafia se ha instalado en los diversos gremios. “Construcción civil”
cobra cupos por porcentajes a los empresarios e ingenieros para dejarlos
trabajar, directores de colegios cobran a los que intentan conseguir una
contrata, no existe una libre competencia y se refleja en el caos de la
educación; la dirigencia no escapa a esta
crítica, por ejemplo, cada obrero que consiguió trabajo por intermedio de la CGTP está obligado a pagar un
porcentaje de su sueldo, esto lo pude comprobar in situ durante un
trabajo de entrevistas a dirigentes sobre su visión del medio ambiente en Lima
y Huaraz; los dirigentes decían que sus cargos eran ad honorem, pero los
trabajadores en horas de la tarde llegaban a realizar sus pagos y exigían sus
comprobantes para “evitarse problemas”; de hecho por lógica esta realidad se
repite en todo el Perú, por los antecedentes de todos estos dirigentes; además
es de suponerse que existe un alto ingreso por estos cobros, ello explicaría el
porqué en estos últimos años hay una lucha encarnizada a nivel dirigencial,
llegando al asesinato de muchos de estos dirigentes, pero ojo; muertes
producidas entre ellos mismos .
Con
toda esta anomalía ¿cómo creer en una organización que pretende defender los
derechos del trabajador? Observando esta realidad, nos ponemos en el lugar de
estos trabajadores; habría credibilidad. Esta situación llevó a una apatía de
los trabajadores con sus gremios, pues ahora les interesa “capitalizarse” y
optar por un ingreso independiente, donde el obrero y empresario son a la vez
la misma persona, como muy bien puede apreciarse en el libro del sociólogo
Jorge Parodi: Ser obrero es algo
relativo. Es la búsqueda de abrirse su propio camino.
Además
esta incoherencia también llevó a la crisis en la participación política, en la
falta de credibilidad que representan todas estas organizaciones, esto se
reafirma en el extracto del libro La
política ya no es lo que fue: “Lo que pasaba es que la juventud no
quería ya, ser representada, por ningún partido político, ni por gremios, ni
por la CGTP. Los
jóvenes rebeldes -de esta última generación- rechazaban de plano ser
considerados como dirigentes o líderes. A quienes les preguntaban a que partido
o grupo político pertenecían, les daban una lapidaria respuesta: ...cada cual
se representa a sí mismo”. En este nuevo contexto que vivimos el tipo
de trabajo ya no determina el estilo de vida, más se rige por una nueva
racionalidad, vinculada a los nuevos tiempos del libre mercado, de la libertad
individual.
Para
aquellos que no claudicarán en su lucha, a quienes se mantendrán firmes en sus
principios con el pensamiento de izquierda, confieso que yo en lo personal no
percibo cambios y he optado por una simpatía con el pensamiento de los
socialdemócratas, y también con los de centro-derecha, que predican con el
ejemplo, exponen sus intereses sin ocultarlos; sin duda me indignan las
diferencias extremas entre pobres y ricos, pero no se puede hacer mucho con
unos tipos que se sirven de la política, por ello ahora estos me repugnan; es
bello el discurso, la imagen proyectada de un mundo igualitario es ideal, pero
luego de haber observado la evolución del comportamiento de los políticos,
podemos afirmar que los discursos y ofrecimientos son sueños y deseos que no
serán. Sin embargo, el último recurso de esperanza que aún queda es luchar y/o
apoyar en la búsqueda del cumplimiento de las leyes, por quienes están supeditados
a la dependencia de otros. Un poco de solidaridad para que otros también vivan mejor y con dignidad, no cuesta mucho.
Antenor
Álvarez Alderete
El trabajador peruano y su calvario: ¿De regreso al
Estado policial?
I am the workingman, the inventor, the maker of the world's food and
clothes.
Carl Sandburg
Introducción
La normativa
abiertamente pro patronal y antisindical de la década fujimorista, no ha sido
desmantelada en absoluto (nos referimos principalmente al D.L. 728). Prima facie, los trabajadores asalariados,
principalmente los jóvenes, tienen que hacer frente actualmente a un
ordenamiento y statu quo instituidos, los cuales tienen muchos aspectos en
común con el orden de cosas de la época sombría del Estado policial. No
queremos obviar, sin embargo, los profundos cambios que se vienen dando en la
presente época, en la cual el trabajo (asalariado) ha dejado de ser el eje
central de la vida social. Tal como lo indica Tomás Ibáñez: “La modernidad
supuso la puesta al trabajo de las poblaciones, la postmodernidad tiende a que
el trabajo deje de desempeñar un papel vertebrador de la vida social y deje de
constituir un valor central para las poblaciones…”.
El baile de los que
sobran
El
Estado social y democrático de Derecho es una entelequia. Los asalariados, en
general, y los sindicalizados, en particular, están a merced de los instintos
voraces de la clase empresarial de esta parte de América del Sur (v.g. Confiep).
Como diría Manuel Atanasio Fuentes, en este país existe solo una ley: la ley
del embudo. Veamos algunos casos de prepotencia del poder y asimetría profunda
en la que se encuentra el trabajador por estos lares.
El 24 de julio
de 2012, el sindicato de trabajadores de Avinka S.A. (Chancay) interpone una
demanda de hábeas corpus en contra de un jerarca de apellido Chiarella, a fin
de que cese y se deje sin efecto la vigilancia permanente al interior del
recinto que vienen efectuando veinte uniformados (entre policías y personal de
seguridad), debidamente armados, en represalia por la huelga de ocho días que
llevó adelante el sindicato. La intimidación y la intranquilidad sufridas por
los trabajadores, en especial los 80 sindicalizados, no era una nimiedad. El
mensaje dado por los patrones estaba implícito: no más acciones directas
reivindicativas, no más alboroto.
El Tribunal
Constitucional posteriormente declaró improcedente la demanda de los
sindicalistas. El Supremo Intérprete de la Constitución adujo que el objetivo
del empleador era dotar de seguridad al centro de labores, por lo tanto, la
medida –vigilar en todo momento e intimidar a los obreros- es regular. Es
decir, la libertad individual y otros derechos fundamentales de los trabajadores
están subordinados al hecho de salvaguardar a toda costa la propiedad privada
y, por ende, los intereses económicos de los dueños de Avinka. El trabajador,
en este sentido, es avasallado por un sistema económico-normativo arbitrario y
prepotente. El desbalance de poder es impresionante.
Un segundo caso
de prepotencia patronal y desbalance desmedido de poder, es el referido a un
despido arbitrario de más de 70 trabajadores de Topi Top, en setiembre del
2012, incluidos secretarios y afiliados del sindicato de dicha transnacional.
Como parte de una sistemática y -por momentos- delincuencial política
antisindical, la empresa Topi Top viene realizando burdas tácticas para quebrar
el sindicato, prácticamente desde los inicios de este (2007). La solidaridad de
otras organizaciones de trabajadores y la visibilización de este acoso patronal
en los medios (incluyendo las redes digitales), ha sido un factor
imprescindible para que la empresa, propiedad del Grupo Flores, no se haya
salido con la suya. Sin embargo, el acoso y la prepotencia continúan. Los
trabajadores del sector textil, como los de Topi Top, vienen exigiendo la
derogación del D.L. 22342 (Régimen
Laboral de Exportación No Tradicional), el cual está vigente desde la dictadura
de Morales Bermúdez. Este régimen permite una sobreexplotación y el abuso
interminable de miles de obreros en todo el país.
Un tercer caso
corresponde a las empresas de atención al cliente vía telefónica o call centers, las cuales vienen operando
en el país desde hace ya varios años. Su proliferación se debe principalmente
al proceso de outsourcing, tan
alabado por los exitosos emprendedores locales. Atento, Digitex, MDY, etc. vienen
tratando a sus trabajadores, principalmente jóvenes, como mano de obra
superbarata y descartable. Como viene
siendo denunciado por sus propios colaboradores,
en estas empresas se incumple muchas veces con los bonos de nocturnidad,
productividad, pago de horas extras, liquidación, comisiones, utilidades, etc. El
trabajador joven vive en constante ansiedad.
Ocupar, resistir y
producir
¿Cómo se llegó a
esta situación de sobreexplotación y precariedad del empleo? ¿Habrá alguna
salida para el trabajador de estos lares? ¿Quiénes son los responsables de esta
crisis sistémica? Nosotros apostamos por que el objetivo último sea quebrar
definitivamente la relación entre trabajo asalariado y capital. Se trata de que
cada trabajador, verdadero productor de la riqueza social, aproveche plenamente
todas sus potencialidades y capacidades creativas. Para muchos, resulta
desconocido que miles de agricultores locales se vienen organizando, desde hace
varias décadas, en cooperativas (v.g. cafetaleras), logrando niveles
encomiables de gestión y de rentabilidad. Sin embargo, una nueva ética del
trabajo es requerida. Una que reivindique la solidaridad, el apoyo mutuo, la
creatividad y la reciprocidad.
Jaime Gamarra Z.C.
La muerte de
Europa
Intro
La crisis global que venimos
observando con sus dramáticas consecuencias en el nivel de vida y en las clases
trabajadoras de la Europa ilustrada, significa entre otras cosas el agotamiento
civilizatorio de una forma de concebir la organización social, económica y
política y cultural llamada modernidad social. Más que una inflexión hacia otro
sistema del cual no avizoramos más que ligeras inclinaciones culturales, lo que
vemos es el quebrantamiento del Estado de bienestar y del sistema de poder
político que montó Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, conocido como la
Comunidad Europea, para predominar en un escenario de Guerra Fría, y luego en
un sistema unipolar como la globalización con EE.UU.
Ese edificio de ideas conocido como la
globalización económica y cultural que se expandió luego de culminada la Guerra
Fría, con la caída del Muro de Berlín, el desmoronamiento del comunismo
soviético y las declinaciones culturales de sistemas de protección social y de
nacionalismo desarrollista por todo el planeta sirvió entre otras cosas para
hegemonizar el sistema de ideas individuales de consumo que promovió el
capital. Y que ahora entra en una crisis explosiva con el problema de la
quiebra del sistema financiero y la crisis de agotamiento de los principales
recursos naturales en especial los no renovables como el petróleo, el carbón y
los principales minerales de explotación del planeta, como el uranio, plata, antimonio,
platino, etc.
El haber exportado el sistema de vida
de consumo y el american way of life
a todo el planeta con el objetivo de ofertar un modelo de acumulación global
voraz que colocaba mercancías y generaba necesidades de consumo innecesarias e
irracionales en cada tierra a donde la lógica cultural del capitalismo
penetraba, significa que se ha ingresado en un periodo de crisis ecológica y de
cambio climático que pone en cuestión el modo tan irracional como se ha
construido una economía de la abundancia y de la expansión sin límites.
De crisis y
consumismo
Al extenderse el crédito como base
psicológica que ha permitido la invasión de una cultura de la frivolidad y de
la voracidad, se ha producido no solo el problema de endeudamiento social que
ha quebrado los bancos en Europa y EE.UU., sino que se ha producido una crisis civilizatoria
que no da para más. La crisis ecológica que venimos presenciando con cada vez
menos lugares de rellenos para la basura que produce el capital, con selvas
desertificadas, contaminación a gran escala, crisis alimentaria, y descalabros
climáticos en todo el orbe representa que el modelo utópico del individuo
ilustrado y consumidor permanente que promovió Europa, el hombre en el centro
de la historia se ha cancelado sin regreso.
La salida para la sociedad sería
cambiar esta lógica de acumulación ilimitada basada en el consumismo y el lucro
desmedido por una economía de la escasez y del reparto sostenible en armonía
con la naturaleza, como lo proponen esfuerzos aislados, pero no se permite esta
reestructuración pues la influencia geo-cultural de Occidente se vería
arruinada y los grandes intereses globales basados en las corporaciones y
oligarquías financieras se verían de improviso desmoronados.
En este sentido, se han levantado
grandes protestas mundiales y movimientos sociales que están creando la
subjetividad política necesaria para cuestionar el suicidio global del
capitalismo en esa dirección. Aunque Europa es el centro de estas protestas
sindicales, de movimientos de la
sociedad civil, que se están viendo afectados por las restricciones laborales y
las medidas de austeridad fiscal que han imprimido los gobiernos más vulnerados
por la crisis global, como Grecia, España, Portugal, Irlanda, y tal vez Italia
e Inglaterra, no existe un norte de salida al capital si no reestructura
severamente la lógica de crecimiento y de acumulación que hasta ahora lo ha
definido.
Las salidas de ajuste estructural y de
austeridad fiscal que están intentado
reformar el capitalismo de Europa, salvando a los bancos de la
bancarrota fiscal, con dinero de los ciudadanos y vulnerando los derechos
sociales de los trabajadores, y de los sistemas de protección social que habían
otorgado desarrollo humano y calidad de vida a los europeos, han hecho ingresar
a Europa en una crisis de su proyecto de pacto social entre el Estado y el
capital, y a la larga han hecho que la influencia geopolítica del capitalismo
migre a otras regiones como Asia, y los nuevos mercados emergentes del capital.
El quebrantamiento del Estado social
en pos de reestructurar las economías europeas para implantar en Europa un
modelo de acumulación más competitivo, productivista y que flexibilice el
mercado de trabajo estarían definiendo el desvanecimiento de las formas
democráticas y virando hacia un régimen político que apela al orden policiaco y
al reordenamiento del gasto social. Estas reformas en el plano cultural
significarían la desaparición de Europa como garante y defensor del proyecto
ilustrado de domesticar las fuerzas disgregantes del capital, y el severo
cuestionamiento de las formas de vida social y cultural que habían defendido
los regímenes europeos, como modelos de cultura y civilidad.
La erosión del capitalismo en Europa,
y la migración de la versión más salvaje y desterritorializada del modelo de
acumulación a Asia, con los capitalismos autocráticos de China y la India,
significaría la declinación cultural de Occidente, y el predominio de formas de
organización social y política más cercanas a la explotación infrahumana, a la
pobreza y culturas populares rayanas en la violencia, la estupidez y la
religiosidad sensorial. La muerte de
Europa representaría la capitulación absoluta de la sociedad frente a la
tecnología capitalista, y el ingreso en una lógica de transformación social
donde la esencia de la libertad humana y las implacables mutaciones de la
cultura quedarían atrapadas en un mecanismo de acumulación que no tendría
ninguna resistencia ética y social.
Aunque la subjetividad ciudadana de
Europa está resistiendo el avance de la insignificancia que significa la
desvinculación de las decisiones en materia de política económica del control
de la sociedad civil, es esta rica creación de culturas y de eticidades
ciudadanas las que le estarían entregando al capitalismo, como fue Mayo del 68,
la psicología futura para los saltos tecnológicos y las reformas que requiere
el capital europeo para prevalecer.
Pero ya estos saltos tecnológicos no
dependen de qué tan unida esté Europa para resistir las presiones de EE.UU.,
sino de los esfuerzos de sus élites para imprimir reformas estructurales que
puedan competir con los gigantes del Asia, y eso es algo complicado. Mientras
EE.UU. no posee otra salida que
redefinir las asperezas del capitalismo mediante la guerra que intenta
abrir en los frentes de Medio Oriente, y las fallidas democratizaciones árabes,
y en las simulaciones focalizadas de Corea del Norte en Asia, Europa no tiene
otra salida que seguir la vanguardia de Occidente que ahora lidera EE.UU. para
sobrevivir como civilización.
Los juegos de guerra que le han dado
cierta vida a las democratizaciones surgidas en las satrapías musulmanas de
Libia, Túnez, Egipto y ahora con más escaramuzas en Siria, abrirían un frente
de guerra destinado a eliminar la influencia geopolítica de Rusia como
capitalismo emergente. Mientras que los reavivamientos de guerra entre las
Coreas con amenazas directas a Japón y a EE.UU. significarían un conflicto de
baja magnitud para provocar hostilidades con el capitalismo chino. Frente a
este juego de presión Europa se vería arrastrada a intentar sobrevivir como
proyecto económico, mediante la guerra, pero ya estaría muerta como cultura.
Episteme
En tanto la ciencia ligada al poder no
descubra la tecnología perfecta para resolver los problemas derivados del
cambio climático, y repiense el sistema de producción económica en base a
nuevas matrices energéticas que no causen estragos en los ecosistemas del
planeta, la lucha por el predominio de los poderes globales no encontraran más
que la guerra para reordenar los mercados y los intereses de las grandes
corporaciones. Los saltos tecnológicos que garantizan la sobrevivencia del
capital a pesar de no estar asegurados públicamente, ingresan graves riesgos
para la sobrevivencia de nuestra especie. En lo esencial son el destino que
abre nuevos escenarios alternativos para el desarrollo de la sociedad. Hoy la
técnica nos desarraiga y nos golpea, no nos deja vivir y nos despersonaliza: es
el destino ineluctable.
Solo las imprevisibles mutaciones de
la subjetividad y de los sentidos que se resisten a ser plusvalor de la
maquinaria los que le pueden dar desde la materialidad de las relaciones
reorientaciones al destino que nos ha imprimido la modernización desbocada.
Pero esto no solo se hace en la calle y con la rebeldía cultural, sino con
pulverización del poder que le da a la vida que grita y poetiza una nueva forma
de organización social. “Ahí donde crece el peligro nace
la salvación” (Holderlin).
Ronald Torres
Bringas
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Dibujo hecho por un libertario de la región boliviana. |