miércoles, 24 de agosto de 2022

 

CASTILLO EN SU LABERINTO

 

Al parecer la imagen de “campesino probo” y su lema de campaña: “No más pobres en un país rico” van a quedar como anecdotarios y patéticos sinsentidos para gran parte de los millones de peruanos que votaron por el presidente Pedro Castillo.

A pesar de que la reciente encuesta del IEP[1] le da un 24 % de aprobación popular, cinco puntos más de la que tenía en junio, esta subida significativa no cambiará, de la noche a la mañana, la inmensa sensación de desilusión y de perplejidad que predominan en el imaginario social con respecto a la reproducción de las ya consabidas prácticas de clientelismo y patrimonialismo en su gobierno. Estas prácticas no las inventaron Castillo y su entorno, ciertamente. Son parte de las lacras sociales que nos acompañan desde, prácticamente, el comienzo de la república.


Razón instrumental

La falta de ética de Castillo (de lealtad, stricto sensu), al desembarazarse intempestivamente de sus aliados de Perú Libre, se acopla con un cálculo político, propio de una razón instrumental, aprendida probablemente en su rol de dirigente sindical de los maestros (Conare-Sutep, una facción del histórico Sutep) y en su labor política de larga data. Castillo no es el outsider e improvisado político que muchos creen. De este modo, fue miembro del comité de Cajamarca de Perú Posible (formado por Alejandro Toledo en 1994), desde el 2005 hasta el 2017. En 2002 postuló por Perú Posible a la alcaldía de Anguía (Chota), sin éxito. En otras palabras, se trata de un político curtido y con la suficiente maña requerida para incursionar en un escenario de racionalidad y de fuerte simbología (no es casual el uso del sombrero campesino durante la campaña electoral y a comienzos de su mandato).

Castillo es el típico político inescrupuloso y taimado, aunque sus limitaciones saltan a la vista. Pero sus detractores cometen el desatino de concentrarse en ver los árboles y no el bosque. El presidente Castillo es el resultado de un sistema educativo mediocre y antiliberal (retardatario). No obstante, también refleja el pobre nivel intelectual de la clase trabajadora peruana. Hubo una vez, ya hace varias décadas, cuando las clases trabajadoras de este país eran ilustradas y bien leídas (sin necesidad de ir a la universidad). Como lo han puesto de relieve investigadores sociales como Luis Tejada, Gonzalo Espino, Piedad Pareja, entre otros, los obreros y los artesanos peruanos de las primeras décadas del siglo XX eran individuos ilustrados y cultos. Nos han dejado testimonios concretos que lo corroboran, a pesar de que la gran mayoría de ellos no fue a la universidad (estaba destinada para las élites en aquellos años), pues eran obreros autodidactas.


Un terrorista, dos terroristas

Durante la campaña electoral del 2021, Castillo fue acusado de terrorista y de potencial comunista por sus adversarios políticos, macartistas y desopilantes (la prensa limeña jugó un rol preponderante en esta campaña sistemática de demolición). A raíz de la huelga magisterial que lideró en junio de 2017, el presidente fue acusado de pertenecer a Movadef, brazo político de Sendero Luminoso. Ya sabemos que en este país bananero a cualquier hijo de vecino que hable de justicia social y de reivindicaciones laborales le endilgan el epíteto de comunista. En las décadas de 1930 y 1940 los “comunistas” eran los apristas. Entonces, se hablaba de una conspiración "apro-comunista". En las décadas anteriores (1910 y 1920), los principales enemigos públicos y "terroristas" eran los anarquistas. Ciertamente, el terrorismo de Sendero Luminoso ha coadyuvado, enormemente, a satanizar a la izquierda peruana (y a todo aquel que se reclame luchador social).

El presidente Castillo está en un laberinto muy intrincado, con similitudes al laberinto de Creta. No avizoramos una salida, a menos que decida enfrentar con hidalguía y autocrítica el complicado escenario sociopolítico de hoy (en el mito griego, se destaca la destreza y el heroísmo de Teseo para acabar con el Minotauro). Ya sabemos que a la gran prensa y a  los poderosos gremios empresariales (poderes fácticos) no les interesa el bien común y ruegan al cielo y a todos los santos para que Castillo sea devorado, sin mayor dilación, por la coyuntura política así como por el Ministerio Público. “El país debe arder con tal de que dimita Castillo”, tal parece ser el lema de los poderes fácticos y de la oposición. Pero, la actitud y la performance de los poderes fácticos y de la oposición ya se prefiguraban de antemano. La guerra estaba avisada. No es legítima la victimización, ni la falsa modestia.


Márlet Ríos 

Escritor e investigador social UNMSM

Agosto de 2022.                          


 Cartel al frente de la Universidad Ricardo Palma, 26/05/21



Cartel aparecido en Pamplona Alta, SJM, verano de 2022.



[1] https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2022/08/Informe-OP-Agosto-I-2022-completo.pdf



martes, 9 de agosto de 2022

Un socialismo difícil

 EL SOCIALISMO DE AUTOGESTIÓN EN TIEMPOS DIFÍCILES

 

Acaba de aparecer, entre nosotros, el nuevo libro de Jaime Llosa Larrabure, Un socialismo difícil: Armonizar, procesalmente, participación y acumulación en condiciones de escasez (Lima, 2022).

Llosa es un conocido científico social y exprofesor de la desaparecida Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Agraria La Molina, pero, sobre todo, es un teórico de la autogestión y ha sido uno de los principales animadores del Instituto de Estudios e Investigación de Cooperativas y Comunidades (Indeicoc), un centro socialista libertario aparecido hacia 1967. En el Indeicoc se discutían temas caros al pensamiento libertario, tan vigentes hoy en día, luego de más de tres décadas de la debacle del socialismo realmente existente. El economista libertario español y militante de la CNT, Abraham Guillén, visitó el Indeicoc a mediados de los 70 para impartir unas conferencias.

El libro Un socialismo difícil es un llamado apremiante a la reflexión y al diálogo directo entre los que nos reclamamos tributarios de una tradición antiautoritaria y libertaria.

Llosa propone, sin ambages, “la reunificación de los trabajadores con los medios de producción, así como con el fruto de su trabajo; esto es, proponemos construir, procesalmente, la AUTOGESTIÓN, el autogobierno, la democracia directa, ejercida en comunidades libres de hombres libres” (p. 50).

Ciertamente, esto se condice con los postulados del Indeicoc, uno de los cuales era el siguientes: “El individuo como objetivo final de la sociedad y no como medio, lo que implica reconocer la calidad igualitaria de todos los hombres y el derecho a su plena libertad –entendida esta como supresión de cualquier forma de dominación– (económica-social-política-cultural), donde la ayuda y colaboración mutuas sean principios morales rectores”.

Con abundantes datos de campo y referencias a autores disruptivos, incómodos a la ortodoxia marxista, Llosa construye un discurso sólido, con base en una praxis antiautoritaria y humanista, que busca la armonización entre los niveles de acumulación (excedentes de producción) y la participación social concreta de los individuos libres y los trabajadores (o asociaciones de productores). Para ello se requiere fomentar la participación directa de los trabajadores, verdaderos productores de la riqueza social, en la toma de decisiones de las unidades económicas de producción. La autogestión y el autogobierno son el objetivo final en una sociedad autónoma, donde el capital esté subordinado al trabajo. Un primer paso puede ser la cogestión en las unidades de producción y el fomento de las formas asociativas de los trabajadores (cooperativas, sindicatos, etc.).

Desde las filas libertarias, saludamos con el corazón y la psique esta fulgurante y poética aparición editorial, muy necesaria –por cierto– en este reino de tradición autoritaria y macartista. Los libertarios tenemos motivos de sobre para seguir inspirándonos.

 

Ate, 9 de agosto de 2022.

Acción Directa