MACARTISMO
RECARGADO DEL SIGLO XXI
A
diferencia de otros lares, la Guerra Fría comenzó en nuestro país en los
primeros años del siglo XX, cuando empezaron a conformarse las primeras
sociedades de resistencia y las federaciones obreras no solo en Lima, sino
también en ciudades como Trujillo, Arequipa, Huacho, etc.
Durante
la República Aristocrática, los grupos dominantes sintieron consternación y
pánico al contemplar el surgimiento de nuevos actores sociales que empezaron a
exigir mayores derechos y reivindicaciones laborales. De esta manera, la Ley
Marcial, la deportación de activistas, el cierre patronal (lock-out), la
persecución sistemática y la clausura de periódicos sindicalistas, etc. fueron
las medidas y las tácticas usadas para desarticular el incipiente movimiento
obrero peruano. A partir de 1919, se
creó una oficina especializada, dentro de la Policía, para combatir la
propaganda anarquista (Bonilla, 1975). La antecesora de la actual Dirección
Contra el Terrorismo, de la PNP, se encuentra aquí.
Las
nuevas ideas de redención social y de libertad fueron difundidas en la prensa
obrera como La Protesta, El Derecho Obrero, La Antorcha, El
Obrero Textil, etc.
El
Estado policial nuestro de cada día
El
Estado policial de aquellos años perseguía con saña a los trabajadores que
buscaban mejorar sus condiciones laborales y una sociedad menos jerarquizada.
Asimismo, las sublevaciones indígenas de las primeras décadas del siglo XX
fueron sofocadas de una forma sangrienta (v. gr. en Puno).
El
surgimiento de nuevos actores políticos a partir de 1930 (Partido Aprista
Peruano, CGTP, Partido Comunista, etc.) no detuvo la acción punitiva y
liberticida del Estado. La grave crisis política del periodo 1930-1933 adquirió
una escalada de violencia preocupante. En ciudades como Trujillo, la violencia
política y la tradición de lucha permanente entre los trabajadores de las
haciendas configuraron un movimiento insurreccional, a partir de 1931. De este
modo: “Si era cierto que el militarismo había llegado en Trujillo a extremos de
crueldad, también (…) la misma crueldad conque (sic) respondió el elemento
popular fue igual a superior. La muerte en esos días tuvo su albergue en
nuestro suelo. Se contaban con cientos de cadáveres de militares y hombres de nuestro
pueblo” (Zitor, 1976, p. 75).
A
partir de los años 30, en nuestro país se empezó a denunciar, desde la prensa y
los círculos oficiales, una conspiración comunista y apro-comunista. Luego de
los acontecimientos de julio de 1932 en Trujillo, los apristas fueron
considerados terroristas y enemigos del orden público. Esto se agudizó con el
asesinato de Sánchez Cerro en abril de 1933. Pasaron varias décadas para que
esta situación cambiara.
Es
terriblemente irónico que los revolucionarios de ayer hoy esgriman un
macartismo trasnochado y feroz. De este modo, el Partido Aprista Peruano se
volvió furgón de cola de la ultraderecha peruana antiliberal. Solo basta
escuchar a los viejos líderes apristas cómo catalogan de “filoterroristas” y de
violentistas a todos los ciudadanos que protestan contra el actual gobierno.
Ciertamente,
el terrorismo demencial del PCP-Sendero Luminoso contribuyó a satanizar a la
izquierda peruana. Aunque las graves contradicciones de las izquierdas peruanas
(que comprenden no solo a estalinistas, sino también a trotskistas y
libertarios), luego de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS,
también juegan un rol preponderante en su descrédito.
A modo
de conclusión
Entre
nosotros, el epíteto de “comunista” o el de “terrorista” es esgrimido convenientemente
por grupos políticos y por el Gobierno, con fines de neutralización y de
estigmatización de opositores políticos, desde las primeras décadas del siglo
XX. Los anarquistas (anarcosindicalistas) fueron las primeras víctimas del
“terruqueo”; luego, en años posteriores, los apristas fueron acusados de
conspiradores y de terroristas por la prensa y el Gobierno. Era la etapa de
insurgencia para los seguidores de Haya de la Torre. A partir de los 90, con el
surgimiento del fujimorismo y la crisis de la izquierda, la cacería de brujas
enfila su objetivo a luchadores sociales y activistas de izquierda (incluso
sindicalistas). A partir de la campaña electoral del 2021, resurge con fuerza
el fenómeno latente del terruqueo. Por otra parte, no solo la ultraderecha y
las clases medias altas peruanas usan esta táctica de neutralización y
estigmatización de opositores y activistas. Nos permitimos parafrasear al
Mesías en este punto: quien esté libre de terruquear que tire la primera
piedra.
Márlet
Ríos
Referencias
Bonilla, H. (comp.). (1975). Gran Bretaña y
el Perú 1826-1919. Informes de los cónsules británicos. Lima: Instituto de
Estudios Peruanos.
Zitor (seudónimo). (1976). Historia de las
Principales Huelgas y Paros Obreros Habidos en el Perú. 1896-1946. Lima:
ediciones del autor.