domingo, 2 de marzo de 2014

Editorial La Comuna

People will live on
Carl Sandburg 

 La comuna es un espacio de ideas críticas y libertarias. La mirada de una generación que se forjó al calor de las luchas estudiantiles y que a través de los años ha ido acumulando vivencias y saberes en sus diversos caminos y trayectorias profesionales y políticas, hoy plasmadas en una revista que es la voz plural y democrática de sus diversas apreciaciones y formaciones intelectuales. Esta es una contribución producto de una larga amistad basada en la fidelidad a una idea de una mejor sociedad que nació en las luchas en contra de la dictadura fujimorista, y contra los falsos demócratas, y que hoy regresa no solo con la pasión histórica de aquellos años, sino con la pretensión de enriquecer y generar una ruptura en el pensamiento y en la creación política en las diversas organizaciones sociales y en los espacios universitarios. No solo buscamos una reforma espiritual y moral de la política, sino abrir la vida de los que creen en una sociedad autónoma y libre, aquellas fuerzas que han quedado olvidadas y subordinadas, y que con el poder de la pluma y el descubrimiento de un nuevo pueblo pueden resucitar de nuevo. Somos los que una vez fuimos y otra vez seremos, la honestidad de unos poetas que una vez se hizo política, pero ahora con el compromiso y la obligación de generar una revolución cultural profunda que construya un ethos de naciones, y que sea capaz de poner en las mentalidades y en el corazón de la gente la interpretación comunitaria y a la vez viable de un cuerpo orgánico que viva en lo salvaje de las ideas, y en su propuesta de un mejor país. La comuna es el encuentro de amigos de una causa, y de una historia común que hoy intenta en esta publicación ofrecer una relectura del país, y de una imaginación que se hace poder vital.


Dossier


Capital, Estado y modelo de acumulación. La relación entre capital y trabajo en el Perú

I. LAS PROFUNDAS CONTRADICCIONES

1.1. La contradicción de la economía política peruana

Estamos atrapados dentro de una contradicción estructural, es decir la dependencia relativa del Estado con respecto al capital y al modelo de acumulación, para reproducirse como Estado. ¿Qué quiere decir ello? Quiere decir que en el Perú el modelo de acumulación está basado principalmente en la explotación de recursos naturales, modelo por el cual el capital y sus gremios, dado el poder económico, han cobrado una fuerza inusitada frente al deterioro de la situación de la clase trabajadora. Por lo tanto, esta centralidad del capital en el modelo ha generado que el Estado se haya vuelto dependiente de los recursos que se generan en este sector económico.

Siendo importarte destacar el impresionante poder que han cobrado en los últimos años los gremios empresariales y en especial la CONFIEP y la SNMPE, los cuales dan la venia a los gobiernos, saludan y felicitan al actual Presidente por su “sabia inteligencia” (por nombrar a ministros que están allí para no cambiar nada). Es decir, se ha construido una relativa independencia económica del Estado por parte del capital. Además, están los representantes del capital transnacional y sus instituciones (FMI y BM) que felicitan al gobierno por “generar marcos de estabilidad a la inversión“, y condicionan para que nada se mueva, y  por lo tanto se acercan para apoyar con recursos a los “programas estrellas” del gobierno.

Esta situación estructural de dependencia relativa del Estado es la que lleva y ha llevado al gobierno a tener que alinearse con los intereses del capital porque con los recursos que ellos aportan vía impuestos podrán financiar -razonan ellos- la implementación de sus programas sociales. Claro que los sectores de la derecha hacen ver esa dependencia relativa como una dependencia ideológicamente absoluta, al hacernos creer que si se afectan sus intereses, el país caería en una profunda debacle.

Es una sencilla pero fundamental relación contradictoria que ha generado que el gobierno se alinee y que haya abandonado la promesa de la “gran transformación”, dado que dentro de ese escenario era y es imposible. Es decir, no es una cuestión de buena o mala voluntad del gobierno solamente, sino una cuestión de correlación de fuerzas (la hegemonía del capital y sus sectores dominantes no sólo es económica, sino política, ideológica y mediática), dado que era imposible realizar un viraje diferente con una organización política débil (actualmente se sigue fragmentando y llenando de clientelas) y unos sectores sociales y de base que respalden la propuesta.

Esta dependencia económica genera que el gobierno tenga, por un lado, que legitimar este modelo y por otro, que en algunos casos tenga que emplear el aparato represivo para disolver y contener la protesta social.

Esta necesidad de legitimar el modelo de acumulación por parte del Estado, dado su dependencia relativa, lleva a tener que reprimir las movilizaciones que se realicen en contra, lo que nos lleva a reproducir nuestra persistente tradición autoritaria.

1.2. La contradicción de la sociopolítica peruana

La otra contradicción tiene que ver con que la reproducción del capital y el Estado requiere una sociedad que acepte y legitime este modelo de acumulación y por lo tanto no se movilice, no proteste, no se oponga, sino más bien bendiga y siga trabajando y ganándose su dinerito con el sudor de su frente. ¿Esto es posible? La obediencia absoluta sólo existe en el cielo, entre esclavos y cuando tenga uno una pistola sobre la sien (incluso tengo mis serias dudas que pueda ser así). Es decir, no es posible tener una sociedad que esté en una permanente inmovilidad absoluta. La sociedad está en permanente movimiento, contradicción, lucha, resistencias, cambios y permanencias, por más que unas fuerzas estén debilitadas y otras fortalecidas, siempre a favor de unos y a favor de otros, de minorías o de mayorías.    

Por ejemplo, en el caso de Cusco, no es que el pueblo de Espinar y sus dirigentes sean ultraradicales y vayan en contra de la inversión minera y sean gente manipulada (unos rojos, comunistas y mil adjetivos como quieren hacernos creer desde la propaganda oficial y los medios de comunicación “democráticos”), sino que allí hay un problema concreto económico, social y ambiental que aún no se ha resuelto hasta el momento. No obstante, el gobierno y sus sabios ministros llevaron al extremo de entender la política como la relación amigo-enemigo, es decir, que todos aquellos que protestan y se oponen a los intereses del gobierno y del capital (a quienes el gobierno defiende), todos ellos son enemigos del gobierno y todos aquellos que le echan flores (generalmente los ayayeros), son los buenos amigos del orden establecido y del gobierno. Entender de esta forma la política nos lleva a decir que quienes están en el gobierno y legitiman estas acciones no han entendido nada de lo que es gobernar y nada de su propia sociedad sobre la que gobiernan.

Es decir, dentro del país existen personas, sectores sociales, organizaciones sociales que no quieren la minería u otra actividad extractiva en sus localidades y no por ello el Estado tiene que aplastarlos e ignorar sus intereses, bajo la concepción tonta que lo que prima son los intereses de la nación, argumento que muchas veces quiere decir en términos sencillos que los intereses de la nación son los de algunos sectores de la burguesía y claro del Estado, y todos los demás no interesan: los derechos de los demás no tienen significancia frente a los intereses económicos. A contracorriente de esta forma de entender la vida, tenemos que entender que todos somos ciudadanos de este país y que el derecho de propiedad y los intereses económicos no están por encima de los derechos de otros ciudadanos iguales.
Qué duda cabe que somos un país fragmentado, una nación pendiente de construir, ¿queremos seguir profundizando nuestra fragmentación? Además, ello muestra que seguimos atrapados, sin visos de salida, dentro de una persistente tradición autoritaria, es decir, los problemas que involucra al Estado se resuelven haciendo uso de fuerza y la coerción para imponer y mantener el ansiado orden.

II. SALIR DE LAS CONTRADICCIONES

Este modelo se estructuró dentro de un régimen autoritario que creó las bases jurídicas y sociales para ello, creo una Constitución que redefinió la función del Estado, privatizó las empresas públicas, eliminó derechos laborales de la clase trabajadora y debilitó la organización social. ¿Podrá un gobierno electo vía elecciones y que reconocemos como “democrático”, aun en su absoluta precariedad, mantener esta estructuración? ¿Podrá manejar y de qué forma estas contradicciones que van más allá de su buena o mala voluntad? ¿Cuáles tendrán que ser esas condiciones para que el Estado pueda romper o ir saliendo de esa dependencia relativa del capital? ¿Es posible tener un Estado -y hasta cuándo- que pueda vivir con algunos sectores de la sociedad permanentemente movilizados y un gobierno que legitima y se alinea abiertamente al lado del capital?, ¿hasta cuándo se podrá mantener la situación actual bajo un modelo de acumulación que es la principal fuente de los conflictos sociales en el Perú?

¿Cómo enfrentar que el capital requiere de la “paz perpetua para reproducirse”? Sin embargo, existe un crecimiento de malestar, generalmente justificado, contra estas actividades extractivas. La extensión y enraizamiento del capital minero se encuentra en una tensión permanente por lo cual si no se quiere que se pueda interrumpir estos procesos de acumulación se tendría que contener o eliminar la oposición, la movilización o protesta social. ¿Puede un régimen democrático precario como el nuestro mantener el modelo construido en sus bases por un régimen autoritario?¿Cuáles son las salidas políticas?

Una vía como menciono líneas arriba es la vía autoritaria, sin embargo, desde mi punto de vista este solo contiene y mantiene las contradicciones, además de ser una vía que si bien le gusta al capital, a sus sectores más ultras, nuestros liberales pacatos, y a la mayoría de los medios que hegemonizan la opinión interesada y sesgada, sin embargo, es una vía conservadora que mantiene y no resuelve las contradicciones antes mencionadas.

Otra vía para mantener el modelo es seguir la vía pactada entre el capital y el Estado, es decir, que el capital acepte, no ya un óbolo de pozo de los deseos o de seres dadivosos, o un impuesto tibio, sino estar dispuestos a compartir de manera más significativa sus ganancias con el Estado (en estos aún tiempos de vacas gordas) que podría incrementar su capacidad de maniobra ante las presiones sociales e incrementar su inversión pública. No obstante, si bien esa vía podría ampliar y quizás dar mejores condiciones políticas y de maniobra al gobierno, ello no resuelve las contradicciones.   

En el Perú los sectores de la clase dominante y los dueños del capital tienen que entender que no pueden vivir empleando medios coercitivos o violentos y declarar estado de emergencia. No hay dudas de que la minería juega un papel importante en la economía peruana, sin embargo, estas vías no van a resolver las contradicciones, dado que no apuntan a cambiar nada y se mantienen en un defensa ciega del statu quo, por lo cual se tendría que construir las bases sociales y políticas para otras vías alternas de corte popular. Sobre ello volveremos en otro escrito.


José Antonio Lapa Romero



Sindicato de Topy Top en acción directa en el Centro de Lima




Trabajo y vocación. Una psicología de las profesiones en el Perú

Introducción

El contenido de este trabajo tiene el propósito de evidenciar la cultura o psicología social de las profesiones en relación al ambiente y motivaciones individuales que originaron sus actitudes y competencias. La conjetura que desarrollo es que no son los problemas en la calidad educativa de las instituciones sociales de la educación superior solamente los que explican la producción de pésimos profesionales, sino una motivación más personal y cínica la que origina la poca destreza operativa y especializada en el seno de los problemas y dilemas organizativos que genera la estructura de las profesiones en el Perú contemporáneo.

Algunas ideas históricas

Pero antes es necesario hacer una pequeña psicohistoria de este devenir y proponer algunas ideas al respecto. Una primera idea es que las motivaciones hacia la consecución de una carrera, en el fondo, siguen las mismas pautas de desarrollo y expectativa desde la colonia. Como dice “El Amauta” hemos vivido rodeados de médicos, abogados, clérigos, y militares, es decir, de una cultura de las profesiones en donde el mérito es antes que la formación honrada, donde el rentismo del estatus es antes que el trabajo industrioso y la labor especializada. De cierto modo, esta cultura no permitió que como civilización se diera la formación de una economía y una cultura de instituciones tendiente a la creación científica y a la construcción de una personalidad secular y pública, sino que sirvió de espíritu social para la construcción de helenistas y de una personalidad inclinada a la frivolidad, sensualidad y a la religiosidad hipócrita y conservadora.

Es este primer contexto psicohistórico en el que se gesta nuestra particular ética del trabajo, son sin lugar a dudas dos factores culturales los que demarcan la construcción de una determinada concepción del trabajo: una es la penetración religiosa medieval que desautoriza el trabajo como actividad para esclavos y clases subordinadas, es decir, primaba el ánimo contemplativo más que el hacedor; y dos, como el mundo era gobernado por una cultura negadora de la sensualidad premoderna en el rito y el ayuno, mucho de este deseo reprimido hallaba expresión en la magia de la máscara criolla y festiva.

De cierto modo, las mutaciones  en la formación económica que surgieron no provinieron de alteraciones en esta cultura del trabajo que se mantuvo intacta. Es hacia fines del s. XVIII cuando el surgimiento de clases económicas más prosperas y las mutaciones en el mercado interno debido a la fuerte comercialización, y al nacimiento imprevisto de una pequeña burguesía comercial, pudieron alterar de cierta manera la naturaleza del trabajo. Pero la historia cuenta, que la eliminación de las rebeliones indígenas de Túpac Amaru, la expulsión de los jesuitas y la naturaleza conservadora de la independencia criolla, fueron las que reforzaron la naturaleza pretécnica y premoderna de nuestra cultura del trabajo, ahogando esta tímida ventisca de reforma burguesa.

La concepción negativa del trabajo durante todo el s XIX,  a excepción de las fases pendulares de la fase del guano y del salitre, y la recuperación de la República Aristocrática, luego de la guerra con Chile, tampoco alteraron esta ética del trabajo, pues muchas de estas épocas de bonanza con relación a cierto recurso imprescindible para el mercado mundial, no se tradujeron en sofisticaciones de la estructura de acumulación, ni en saltos tecnológicos y profesionales de nuestra sociedad.

En tiempos modernos

Una segunda idea, es que la cultura intelectual de los tiempos posteriores a la guerra, a pesar de las severas críticas a este modelo de acumulación anticuado y de subsistencia, era posible porque el medio profesional relajado y poco industrioso permitía la contemplación y el pensar bohemio; es decir, había entre el pensar humanista y culturalista, y su aplicación práctica un severo abismo estructural que determinó la construcción de nuestra inteligencia social y científica en el largo plazo histórico.

Es con la ruptura epocal que significó el desarrollismo en los años 50 en adelante que las resquebrajaduras estructurales con relación a las potencias profesionales se harían notar. A pesar de que en cierta época pensar e intervenir técnico-político era algo frecuentemente cercano,  la forma de nuestro Estado y nuestra industria, es decir nuestro sistema de organizaciones internas, no fue significativamente alterado, pues se carecía del recurso humano y de las sedimentaciones organizativas y económicas necesarias para provocar un cambio social auspicioso.

La solidez de una economía desarticulada, sin burguesía, sin presencia del Estado,  y con una estructura profesional descalificada y humanistoide, no permitió que las olas revolucionarias de este entonces, como el movimiento campesino y sindical, y los voluntaristas esfuerzos desde el Estado velazquista modificaran esta ética del trabajo y sus expresiones concretas en la formación social de nuestra nación, llena de enclaves de todo tipo.

La modernidad que se apoderó de nuestra cultura, promovió en las culturas populares que se movilizaron socialmente la promesa de la realización individual antes que la construcción de un  porvenir colectivo. A medida que la terquedad de modernizar nuestra cultura en base a la idea de sistema cerrado y monocultural se hacía añicos, se fue también perdiendo en la anomia toda posibilidad de dar forma a una personalidad auto-determinada y coherente consigo misma. Las formas más aberrantes de la cultura criolla anómica, como la delincuencia, el abuso, la corrupción pública, la pérdida de valores generales, la violencia política sirvieron de contexto para el tránsito hacia una psicología disipada e irresponsable, que entre otras cosas, ve al trabajo como un medio de movilidad social y no como vocación social por sí mismo.

Hedonismo social

A medida que en esta época postmoderna del goce generalizado, el papel ennoblecedor y reforzador de la personalidad a través del trabajo se relaja, este es visto de modo envolvente como una actividad para conseguir recursos materiales, y el acceso con exclusividad a toda forma de empoderamiento y reconocimiento social. El retorno de esta ética del trabajo improductiva y que desmerece la actividad reformadora del trabajo se debe a que los intentos de capacitar y calificar a la mano de obra a través de la liberalización del mercado de trabajo, así como la pérdida de una gran mano de obra especializada producto de la guerra interna y la crisis económica se han dado de bruces con una cultura de la frivolidad y del entretenimiento individual. Este hecho desvía las energías profesionales hacia el aburguesamiento individual, y no permite que el trabajo sea visto como algo más allá de la sola molesta obligación de obtener dinero.

En esta época el imperativo de divertirse y pasarla bien le imprimen a la formación profesional en la vida universitaria una psicología de la vida completamente alejada del respeto por lo valores sociales y por referentes histórico-sociales de largo plazo. La educación superior, es cierto, te entrena para servir de modo competitivo, te adiestra para resolver problemas y administrar cosas diversas, pero como la intención de estudiar no es precisamente tener una vocación de servicio más allá del incentivo de las recompensas laborales, lo primero que se impregna en la psicología que accede por solvencia o por esfuerzo a los niveles de la educación superior es un ego de la soberbia, etiqueta y de la discriminación social. Esto paraliza el amor hacia la profesión y no forma ciertamente el alma individual y social del estudiante.

La labor profesional, más allá de las torpes especializaciones que se consigan y los cálidos aplausos que se transmitan, de forma casi general, esconde personas sin valores y sin identidad cultural de país, lo que en corto plazo construye personalidades que se tornan intransigentes en sus trabajos, por no tener criterios sociales de respeto y de vocación de servicio, y conciencias que no saben diseñar, ni aplicar, reformas institucionales de las organizaciones en las que trabajan. La sola preocupación por resolver problemas coyunturales y coordinar situaciones, es decir, administrar lo existente de  tal manera que se tapen los problemas de largo plazo, arrebata a los profesionales la visión de sus organizaciones y no les permite en carreras ligadas a la tecnología y a la producción, por ejemplo, imprimir revoluciones científicas que transformen cualitativamente las organizaciones en medio del caos global.

Si bien desde el Fujimorismo el mercado laboral se ha flexibilizado, dejando a los profesionales ante “el sálvese quien pueda” lo que ha permitido una tecnocracia de relativa magnitud, lo cierto es que estamos llenos de administradores y gestores, y lo que hace falta a este país es construir una estructura de recursos humanos científicos y tecnológicos de elevado rendimiento. La salida de Fujimori al destruir los sindicatos ha alejado al profesional del pueblo, y entregado nuestro trabajo a la reproducción de una estructura profesional y de servicios que denigra y explota al trabajador, y que lo ha vuelto un mercenario vestido de amabilidad y de tecnicismos estúpidos. La decepción de ver que el trabajo contemporáneo no realiza todo lo que promete erosiona toda moral y de ahí el camino hacia el delito es sencillo.
La reforma de las profesiones pasa por que las diversas reformas estructurales que se hagan desde el poder alteren y desactiven esa cultura criolla antisocial y anómica que empapa de idiotez la realidad del trabajo en el Perú. Si bien nuestro recurso humano es poco calificado, esta actividad del trabajo duro y comunal que viene desde lo antiguo, ha permanecido en las clases subordinadas y populares. Ha dado de comer y trabajar en las peores crisis a miles y miles de trabajadores hoy en día, como son los microempresarios y los campesinos. Lo que falta es una mayor tecnificación, una nueva formación social de tipo social e industrial a la que le falta un proyecto político. Pero eso es cosa de la historia futura…

Ronald Torres Bringas










Política y crisis del sindicalismo en el Perú

“Yo ya no sueño; vivo, palpo; tengo hambre... Lucho solo y solo he de encontrar mi camino. Tú tienes el tuyo. ¿Qué cuál es? ¡Tu título! Vete convenido, oportunista... y deja el camino libre que por ahí ha de llegar mi hermano campesino...”
(Carlos S. Pretil. Denunzia Proletarya. Relatos Populares-Obreros, 1978)



Nadie puede dudar a estas alturas de nuestro tiempo, que la organización gremial de los trabajadores trajo como consecuencia la reivindicación de los derechos de estos; y la mejora para su bienestar (salud, salarios, horario de trabajo), todo ello a partir de una toma de conciencia de sí. Sin embargo; luego de una época de auge de poderío sindical, esto fue en declive, por diversas razones, las que nos interesa contextualizar en el presente texto.

En el Perú, durante las primeras décadas del siglo XX, fue una época maravillosa para los obreros (aunque hubo explotación). Nos referimos a su preocupación por el quehacer cultural, muchos de sus personajes fueron autodidactas, con mínimo grado de instrucción, en el peor de los casos nula, pero con el convencimiento de que la lectura era primordial para salir de la ignorancia, es por ello que se dedicaron a la divulgación, publicando revistas, periódicos y panfletos. Rememorando esto podemos mencionar solo algunos: El Ariete (Arequipa); El Jornalero (Trujillo); El Obrero (Cajamarca); La Voz del Obrero (Pasco); El Esfuerzo (Lima); El Obrero Panadero (Lima); El Obrero Textil (Lima); El Obrero Marítimo (Callao); La Abeja (Chiclayo); La Voz del Obrero (Puno), entre muchos otros. Algunos fueron más allá, logrando conformar pequeñas bibliotecas con una lista de libros muy interesantes.

Quizás lo más importante de la organización gremial, en la lucha justa por sus derechos para los obreros de los inicios del siglo XX, fue que podían “morir” por sus convicciones, pues existía un compromiso de honor (aunque no negamos raras excepciones) que se mantenía en beneficio de todo el grupo, no interesaba el beneficio o la ambición personal. El ejemplo más notorio fue la aglutinación de todos los grupos en la lucha por las 8  horas.

Esta situación llevó a partir de 1920 al enfrentamiento entre los grupos de poder y sindicalistas, siendo más notorio con la implantación del gobierno autocrático de Augusto B. Leguía, cuando se inicia la persecución de los líderes sindicales, exilio de Víctor Raúl Haya de la Torre y encarcelamiento de muchos opositores políticos, pero ni aun así, estos hombres claudicaron en su lucha, tras la constante instauración de gobiernos autoritarios y la prohibición de cualquier propaganda y literatura obrera; los sindicalistas no se amedrentaron, optaron por buscar la igualdad de los derechos y  ver un mundo mejor libre de abusos.

La incorporación de una ideología extremista a partir de la década del 70, no solamente en los grupos sindicales, sino también en los estudiantes, trajo como consecuencia un desborde de los ideales primigenios. Por esta radicalización de su visión (fanatismo) descuidaron lo académico, haciéndose notorio una incapacidad de tolerancia, intercambio de ideas, y existía un encierro en una verdad única que les impedía ver más allá de la realidad, que conllevó a la carencia de debates, si bien nadie puede estar en contra de tal o cual ideología, lo criticable es la defensa cerrada de los conceptos, como si fuese la última palabra, como si se tratara de una ciencia exacta, absoluta, única, mas como sabemos esta ciencia humana es relativa.

En las últimas décadas del siglo XX existe una pugna por ubicarse en la dirigencia, iniciándose así la búsqueda de los apetitos personales, pues esto era el caballito de batalla para seguir escalando, buscando notoriedad y conseguir alguna prebenda del Estado a punta de chantajes. En esta situación ya no interesaba el grupo en general, sino solo a un grupillo que se turnaba y se turna aún la dirigencia.

Hay líderes de una supuesta izquierda (de la izquierda peruana, que es muy diferente a la de otros países), que una vez alcanzado un cargo político público, logran sacar el mayor provecho económico personal, muchos se trasladan a vivir a zonas exclusivas, que no tiene nada de malo; pero no hay congruencia con sus discursos, hay una hipocresía y por ello sus seguidores caen en el desencanto y no les creen. Esto deviene en una causa principal de la pérdida de cohesión político-grupal; entonces se piensa  que hacer política sirve para hacer dinero. ¿Dónde queda el servir y luchar por el otro? Hay una gran brecha entre discurso y realidad, la búsqueda de un paraíso, de un mundo igualitario ya no existe, ni se concretará, son sueños imposibles de alcanzar, por una simple razón: la calidad de los líderes mediocres que se tienen -disculpen el pesimismo-, pero en definitiva esto no cambiará (para los aún incrédulos de seguro ya de viejitos me darán la razón).

Ahora respecto a la ideología de esta supuesta izquierda es incoherente, principalmente por dos razones. Primero, por utilizar a “las masas” para lograr captar algún cupo político, pero al final se olvidan de aquellos a los que ofrecieron el oro y el moro, las ofertas políticas son tan altas que al final no se cumplen en lo más mínimo; ante un reclamo hay mutis total. Segundo, aún algunos líderes retrógradas creen que el pensamiento de izquierda es igual a la de los años 60 y 70, pero en realidad ya no se puede clasificar el pensamiento político por estratos y zonas, sí señores; en la actualidad el lugar de residencia ya no define ni significa nada, pues los diversos llamados “conos” han emergido a un nuevo grupo económico (y en provincias hay zonas con mucho más adelanto tecnológico y modernas, a diferencia de algunos distritos de la propia capital), aquí ahora conviven los pobres con los nuevos ricos. A estos últimos no les interesa en absoluto el pensamiento de izquierda, y son liberales y/o completamente de derecha.

Pensar en la izquierda de antaño es solo recuerdo, pues todo cambia, todo evoluciona, seguir pensando en el pasado es quedarse en el tiempo, enviar a la tumba eterna a la izquierda. Creer que ahora la izquierda se puede guiar por una consigna es inútil. El cambio a esta situación solamente se dará con una refundación de la política, nuevos actores, nueva generación; pero observando como está la realidad no se vislumbra cambios en el horizonte, es necesario cortar desde la raíz, puesto que la corrupción se repite constantemente.

Toda esta situación llevó a la pérdida de poder y fuerza de los grupos sindicales, por el que muchos llegaron a perder la vida, para colmo de males; quién recuerda ahora a los mártires. Observando esta ambición interna, los grupos de poder volvieron a la carga, implantaron los services, los trabajadores ahora laboran 12, 14 y hasta 16 horas, sin pago de horas extras, la ley que los ampara es letra muerta. ¿Dónde están los dirigentes?

Faltaba más: la mafia se ha instalado en los diversos gremios. “Construcción civil” cobra cupos por porcentajes a los empresarios e ingenieros para dejarlos trabajar, directores de colegios cobran a los que intentan conseguir una contrata, no existe una libre competencia y se refleja en el caos de la educación; la dirigencia  no escapa a esta crítica, por ejemplo, cada obrero que consiguió trabajo por intermedio de la CGTP está obligado a pagar un porcentaje de su sueldo, esto lo pude comprobar in situ durante un trabajo de entrevistas a dirigentes sobre su visión del medio ambiente en Lima y Huaraz; los dirigentes decían que sus cargos eran ad honorem, pero los trabajadores en horas de la tarde llegaban a realizar sus pagos y exigían sus comprobantes para “evitarse problemas”; de hecho por lógica esta realidad se repite en todo el Perú, por los antecedentes de todos estos dirigentes; además es de suponerse que existe un alto ingreso por estos cobros, ello explicaría el porqué en estos últimos años hay una lucha encarnizada a nivel dirigencial, llegando al asesinato de muchos de estos dirigentes, pero ojo; muertes producidas entre ellos mismos .

Con toda esta anomalía ¿cómo creer en una organización que pretende defender los derechos del trabajador? Observando esta realidad, nos ponemos en el lugar de estos trabajadores; habría credibilidad. Esta situación llevó a una apatía de los trabajadores con sus gremios, pues ahora les interesa “capitalizarse” y optar por un ingreso independiente, donde el obrero y empresario son a la vez la misma persona, como muy bien puede apreciarse en el libro del sociólogo Jorge Parodi: Ser obrero es algo relativo. Es la búsqueda de abrirse su propio camino.

Además esta incoherencia también llevó a la crisis en la participación política, en la falta de credibilidad que representan todas estas organizaciones, esto se reafirma en el extracto del libro La política ya no es lo que fue: “Lo que pasaba es que la juventud no quería ya, ser representada, por ningún partido político, ni por gremios, ni por la CGTP. Los jóvenes rebeldes -de esta última generación- rechazaban de plano ser considerados como dirigentes o líderes. A quienes les preguntaban a que partido o grupo político pertenecían, les daban una lapidaria respuesta: ...cada cual se representa a sí mismo”[1]. En este nuevo contexto que vivimos el tipo de trabajo ya no determina el estilo de vida, más se rige por una nueva racionalidad, vinculada a los nuevos tiempos del libre mercado, de la libertad individual.

Para aquellos que no claudicarán en su lucha, a quienes se mantendrán firmes en sus principios con el pensamiento de izquierda, confieso que yo en lo personal no percibo cambios y he optado por una simpatía con el pensamiento de los socialdemócratas, y también con los de centro-derecha, que predican con el ejemplo, exponen sus intereses sin ocultarlos; sin duda me indignan las diferencias extremas entre pobres y ricos, pero no se puede hacer mucho con unos tipos que se sirven de la política, por ello ahora estos me repugnan; es bello el discurso, la imagen proyectada de un mundo igualitario es ideal, pero luego de haber observado la evolución del comportamiento de los políticos, podemos afirmar que los discursos y ofrecimientos son sueños y deseos que no serán. Sin embargo, el último recurso de esperanza que aún queda es luchar y/o apoyar en la búsqueda del cumplimiento de las leyes, por quienes están supeditados a la dependencia de otros. Un poco de solidaridad para que otros también vivan  mejor y con dignidad, no cuesta mucho.

Antenor Álvarez Alderete




[1] MIRO QUESADA Cantuarias, Francisco. Prólogo al libro La política ya no es lo que fue. Opina la generación de un nuevo siglo. Juan Antonio Bazán (Compilador). Lima: Editorial San Marcos, 1999, p. XIV.








El trabajador peruano y su calvario: ¿De regreso al Estado policial?

I am the workingman, the inventor, the maker of the world's food and clothes.
Carl Sandburg

Introducción

   La normativa abiertamente pro patronal y antisindical de la década fujimorista, no ha sido desmantelada en absoluto (nos referimos principalmente al D.L. 728). Prima facie, los trabajadores asalariados, principalmente los jóvenes, tienen que hacer frente actualmente a un ordenamiento y statu quo instituidos, los cuales tienen muchos aspectos en común con el orden de cosas de la época sombría del Estado policial. No queremos obviar, sin embargo, los profundos cambios que se vienen dando en la presente época, en la cual el trabajo (asalariado) ha dejado de ser el eje central de la vida social. Tal como lo indica Tomás Ibáñez: “La modernidad supuso la puesta al trabajo de las poblaciones, la postmodernidad tiende a que el trabajo deje de desempeñar un papel vertebrador de la vida social y deje de constituir un valor central para las poblaciones…”[1].

El baile de los que sobran

   El Estado social y democrático de Derecho es una entelequia. Los asalariados, en general, y los sindicalizados, en particular, están a merced de los instintos voraces de la clase empresarial de esta parte de América del Sur (v.g. Confiep). Como diría Manuel Atanasio Fuentes, en este país existe solo una ley: la ley del embudo. Veamos algunos casos de prepotencia del poder y asimetría profunda en la que se encuentra el trabajador por estos lares.

    El 24 de julio de 2012, el sindicato de trabajadores de Avinka S.A. (Chancay) interpone una demanda de hábeas corpus en contra de un jerarca de apellido Chiarella, a fin de que cese y se deje sin efecto la vigilancia permanente al interior del recinto que vienen efectuando veinte uniformados (entre policías y personal de seguridad), debidamente armados, en represalia por la huelga de ocho días que llevó adelante el sindicato. La intimidación y la intranquilidad sufridas por los trabajadores, en especial los 80 sindicalizados, no era una nimiedad. El mensaje dado por los patrones estaba implícito: no más acciones directas reivindicativas, no más alboroto.

   El Tribunal Constitucional posteriormente declaró improcedente la demanda de los sindicalistas. El Supremo Intérprete de la Constitución adujo que el objetivo del empleador era dotar de seguridad al centro de labores, por lo tanto, la medida –vigilar en todo momento e intimidar a los obreros- es regular. Es decir, la libertad individual y otros derechos fundamentales de los trabajadores están subordinados al hecho de salvaguardar a toda costa la propiedad privada y, por ende, los intereses económicos de los dueños de Avinka. El trabajador, en este sentido, es avasallado por un sistema económico-normativo arbitrario y prepotente. El desbalance de poder es impresionante.

   Un segundo caso de prepotencia patronal y desbalance desmedido de poder, es el referido a un despido arbitrario de más de 70 trabajadores de Topi Top, en setiembre del 2012, incluidos secretarios y afiliados del sindicato de dicha transnacional. Como parte de una sistemática y -por momentos- delincuencial política antisindical, la empresa Topi Top viene realizando burdas tácticas para quebrar el sindicato, prácticamente desde los inicios de este (2007). La solidaridad de otras organizaciones de trabajadores y la visibilización de este acoso patronal en los medios (incluyendo las redes digitales), ha sido un factor imprescindible para que la empresa, propiedad del Grupo Flores, no se haya salido con la suya. Sin embargo, el acoso y la prepotencia continúan. Los trabajadores del sector textil, como los de Topi Top, vienen exigiendo la derogación del D.L. 22342 (Régimen Laboral de Exportación No Tradicional), el cual está vigente desde la dictadura de Morales Bermúdez. Este régimen permite una sobreexplotación y el abuso interminable de miles de obreros en todo el país.

   Un tercer caso corresponde a las empresas de atención al cliente vía telefónica o call centers, las cuales vienen operando en el país desde hace ya varios años. Su proliferación se debe principalmente al proceso de outsourcing, tan alabado por los exitosos emprendedores locales. Atento, Digitex, MDY, etc. vienen tratando a sus trabajadores, principalmente jóvenes, como mano de obra superbarata y descartable. Como viene  siendo denunciado por sus propios colaboradores, en estas empresas se incumple muchas veces con los bonos de nocturnidad, productividad, pago de horas extras, liquidación, comisiones, utilidades, etc. El trabajador joven vive en constante ansiedad.

Ocupar, resistir y producir

   ¿Cómo se llegó a esta situación de sobreexplotación y precariedad del empleo? ¿Habrá alguna salida para el trabajador de estos lares? ¿Quiénes son los responsables de esta crisis sistémica? Nosotros apostamos por que el objetivo último sea quebrar definitivamente la relación entre trabajo asalariado y capital. Se trata de que cada trabajador, verdadero productor de la riqueza social, aproveche plenamente todas sus potencialidades y capacidades creativas. Para muchos, resulta desconocido que miles de agricultores locales se vienen organizando, desde hace varias décadas, en cooperativas (v.g. cafetaleras), logrando niveles encomiables de gestión y de rentabilidad. Sin embargo, una nueva ética del trabajo es requerida. Una que reivindique la solidaridad, el apoyo mutuo, la creatividad y la reciprocidad.

Jaime Gamarra Z.C.




[1] IBÁÑEZ, Tomás, Municiones para disidentes. Barcelona: Gedisa, 2001, p. 101.

Escultura en alginato, autora: Warmichic



La muerte de Europa

Intro
La crisis global que venimos observando con sus dramáticas consecuencias en el nivel de vida y en las clases trabajadoras de la Europa ilustrada, significa entre otras cosas el agotamiento civilizatorio de una forma de concebir la organización social, económica y política y cultural llamada modernidad social. Más que una inflexión hacia otro sistema del cual no avizoramos más que ligeras inclinaciones culturales, lo que vemos es el quebrantamiento del Estado de bienestar y del sistema de poder político que montó Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, conocido como la Comunidad Europea, para predominar en un escenario de Guerra Fría, y luego en un sistema unipolar como la globalización con EE.UU.

Ese edificio de ideas conocido como la globalización económica y cultural que se expandió luego de culminada la Guerra Fría, con la caída del Muro de Berlín, el desmoronamiento del comunismo soviético y las declinaciones culturales de sistemas de protección social y de nacionalismo desarrollista por todo el planeta sirvió entre otras cosas para hegemonizar el sistema de ideas individuales de consumo que promovió el capital. Y que ahora entra en una crisis explosiva con el problema de la quiebra del sistema financiero y la crisis de agotamiento de los principales recursos naturales en especial los no renovables como el petróleo, el carbón y los principales minerales de explotación del planeta, como el uranio, plata, antimonio, platino, etc.

El haber exportado el sistema de vida de consumo y el american way of life a todo el planeta con el objetivo de ofertar un modelo de acumulación global voraz que colocaba mercancías y generaba necesidades de consumo innecesarias e irracionales en cada tierra a donde la lógica cultural del capitalismo penetraba, significa que se ha ingresado en un periodo de crisis ecológica y de cambio climático que pone en cuestión el modo tan irracional como se ha construido una economía de la abundancia y de la expansión sin límites.

De crisis y consumismo

Al extenderse el crédito como base psicológica que ha permitido la invasión de una cultura de la frivolidad y de la voracidad, se ha producido no solo el problema de endeudamiento social que ha quebrado los bancos en Europa y EE.UU., sino que se ha producido una crisis civilizatoria que no da para más. La crisis ecológica que venimos presenciando con cada vez menos lugares de rellenos para la basura que produce el capital, con selvas desertificadas, contaminación a gran escala, crisis alimentaria, y descalabros climáticos en todo el orbe representa que el modelo utópico del individuo ilustrado y consumidor permanente que promovió Europa, el hombre en el centro de la historia se ha cancelado sin regreso.

La salida para la sociedad sería cambiar esta lógica de acumulación ilimitada basada en el consumismo y el lucro desmedido por una economía de la escasez y del reparto sostenible en armonía con la naturaleza, como lo proponen esfuerzos aislados, pero no se permite esta reestructuración pues la influencia geo-cultural de Occidente se vería arruinada y los grandes intereses globales basados en las corporaciones y oligarquías financieras se verían de improviso desmoronados.

En este sentido, se han levantado grandes protestas mundiales y movimientos sociales que están creando la subjetividad política necesaria para cuestionar el suicidio global del capitalismo en esa dirección. Aunque Europa es el centro de estas protestas sindicales,  de movimientos de la sociedad civil, que se están viendo afectados por las restricciones laborales y las medidas de austeridad fiscal que han imprimido los gobiernos más vulnerados por la crisis global, como Grecia, España, Portugal, Irlanda, y tal vez Italia e Inglaterra, no existe un norte de salida al capital si no reestructura severamente la lógica de crecimiento y de acumulación que hasta ahora lo ha definido.

Las salidas de ajuste estructural y de austeridad fiscal que están intentado  reformar el capitalismo de Europa, salvando a los bancos de la bancarrota fiscal, con dinero de los ciudadanos y vulnerando los derechos sociales de los trabajadores, y de los sistemas de protección social que habían otorgado desarrollo humano y calidad de vida a los europeos, han hecho ingresar a Europa en una crisis de su proyecto de pacto social entre el Estado y el capital, y a la larga han hecho que la influencia geopolítica del capitalismo migre a otras regiones como Asia, y los nuevos mercados emergentes del capital.

El quebrantamiento del Estado social en pos de reestructurar las economías europeas para implantar en Europa un modelo de acumulación más competitivo, productivista y que flexibilice el mercado de trabajo estarían definiendo el desvanecimiento de las formas democráticas y virando hacia un régimen político que apela al orden policiaco y al reordenamiento del gasto social. Estas reformas en el plano cultural significarían la desaparición de Europa como garante y defensor del proyecto ilustrado de domesticar las fuerzas disgregantes del capital, y el severo cuestionamiento de las formas de vida social y cultural que habían defendido los regímenes europeos, como modelos de cultura y civilidad.

La erosión del capitalismo en Europa, y la migración de la versión más salvaje y desterritorializada del modelo de acumulación a Asia, con los capitalismos autocráticos de China y la India, significaría la declinación cultural de Occidente, y el predominio de formas de organización social y política más cercanas a la explotación infrahumana, a la pobreza y culturas populares rayanas en la violencia, la estupidez y la religiosidad sensorial. La muerte de Europa representaría la capitulación absoluta de la sociedad frente a la tecnología capitalista, y el ingreso en una lógica de transformación social donde la esencia de la libertad humana y las implacables mutaciones de la cultura quedarían atrapadas en un mecanismo de acumulación que no tendría ninguna resistencia ética y social.

Aunque la subjetividad ciudadana de Europa está resistiendo el avance de la insignificancia que significa la desvinculación de las decisiones en materia de política económica del control de la sociedad civil, es esta rica creación de culturas y de eticidades ciudadanas las que le estarían entregando al capitalismo, como fue Mayo del 68, la psicología futura para los saltos tecnológicos y las reformas que requiere el capital europeo para prevalecer.

Pero ya estos saltos tecnológicos no dependen de qué tan unida esté Europa para resistir las presiones de EE.UU., sino de los esfuerzos de sus élites para imprimir reformas estructurales que puedan competir con los gigantes del Asia, y eso es algo complicado. Mientras EE.UU. no posee otra salida que  redefinir las asperezas del capitalismo mediante la guerra que intenta abrir en los frentes de Medio Oriente, y las fallidas democratizaciones árabes, y en las simulaciones focalizadas de Corea del Norte en Asia, Europa no tiene otra salida que seguir la vanguardia de Occidente que ahora lidera EE.UU. para sobrevivir como civilización.

Los juegos de guerra que le han dado cierta vida a las democratizaciones surgidas en las satrapías musulmanas de Libia, Túnez, Egipto y ahora con más escaramuzas en Siria, abrirían un frente de guerra destinado a eliminar la influencia geopolítica de Rusia como capitalismo emergente. Mientras que los reavivamientos de guerra entre las Coreas con amenazas directas a Japón y a EE.UU. significarían un conflicto de baja magnitud para provocar hostilidades con el capitalismo chino. Frente a este juego de presión Europa se vería arrastrada a intentar sobrevivir como proyecto económico, mediante la guerra, pero ya estaría muerta como cultura.

Episteme

En tanto la ciencia ligada al poder no descubra la tecnología perfecta para resolver los problemas derivados del cambio climático, y repiense el sistema de producción económica en base a nuevas matrices energéticas que no causen estragos en los ecosistemas del planeta, la lucha por el predominio de los poderes globales no encontraran más que la guerra para reordenar los mercados y los intereses de las grandes corporaciones. Los saltos tecnológicos que garantizan la sobrevivencia del capital a pesar de no estar asegurados públicamente, ingresan graves riesgos para la sobrevivencia de nuestra especie. En lo esencial son el destino que abre nuevos escenarios alternativos para el desarrollo de la sociedad. Hoy la técnica nos desarraiga y nos golpea, no nos deja vivir y nos despersonaliza: es el destino ineluctable.

Solo las imprevisibles mutaciones de la subjetividad y de los sentidos que se resisten a ser plusvalor de la maquinaria los que le pueden dar desde la materialidad de las relaciones reorientaciones al destino que nos ha imprimido la modernización desbocada. Pero esto no solo se hace en la calle y con la rebeldía cultural, sino con pulverización del poder que le da a la vida que grita y poetiza una nueva forma de organización social. “Ahí donde crece el peligro nace la salvación” (Holderlin).
Ronald Torres Bringas



Dibujo hecho por un libertario de la región boliviana.

Colaboración, sugerencias, etc. : researcher_social@yahoo.es




El pueblo, la muchedumbre



Soy el pueblo, la muchedumbre, la multitud, la masa.
¿Sabes acaso que hago todo el grandioso trabajo en el mundo?
Soy el trabajador, el inventor, el que hace el alimento y la ropa
        del mundo.
Soy la audiencia que presencia la historia. Los Napoleones vienen de mí
        y los Lincolns. Ellos mueren. Y entonces envío más Napoleones
        y Lincolns.
Soy la tierra para sembrar. Soy la pradera que soportará más arado.
       Tormentas terribles pasan por encima de mí. Lo olvido. Lo mejor de mí es extraído
       y gastado. Lo olvido. Todo salvo la Muerte se acerca a mí y me hace
       trabajar y yo abandono lo que tengo. Y lo olvido.
A veces lanzo un gruñido, me agito y salpico unas cuantas gotas rojas para
      que la historia me recuerde. Luego, lo olvido.
Cuando yo, el Pueblo, aprenda a recordar, cuando, yo, el Pueblo, utilice
       las lecciones del pasado y ya no olvide quién me robó el año pasado,
       quién se aprovechó de mí, entonces ya no habrá orador en todo
       el mundo que diga el nombre de “El Pueblo”, con una pizca de desprecio
       en su voz o una lejana sonrisa de burla.
La muchedumbre, la multitud, la masa entonces llegarán.


Carl Sandburg

Trad. Márlet Ríos