La emergencia de planes lectores y su correlación con el market share global de propiedad intangible y de I+D+i
En
el 2013 leí que Perú tenía el peor "Average Reading books" de
Latinoamérica. En efecto, según The book:
a global history (by Michael Suárez and H. R. Woudhuysen de Oxford
University Press, 2013) un colombiano lee un promedio de 1.6 libros por año, un
argentino 4 libros por año, un mexicano solo 1 por cada ejercicio, brasileños
1.8; Perú menos de uno o ninguno.
Hoy
2016 la situación sigue igual según diversos otros indicadores globales para
nuestro amado Perú, tanto de Oxford University, Cambridge University y Harvard
University; coincidentemente las tres universidades de los dos países más
desarrollados son aquellas que mayor producción de "premios nobeles"
tienen.
Ahora
bien, conozco a muchos peruanos que leen y bastante, solo que los no lectores o
los lectores de las redes sociales son mucho más que los lectores, entonces, el
promedio baja a una cifra cercana a "0" y, comparativamente hablando,
muchos menos que en la región.
¿Cuál
es la causa de este problema? ¿Significa que en Perú casi no se lee? ¿Estamos
frente a un problema?
En
mi opinión, la falta de lectura de la mayoría de adultos incentiva a que sus
hijos no lean. Téngase en cuenta que leer los mensajes de los chats y de las
redes sociales, no califica como lectura útil para los que preparan los
"ratios" ni sirven de sustento para Oxford, Cambridge o Harvard.
De
hecho, Perú tiene –según las Telecom– a pesar de ser país con poca penetración
tecnológica, los índices de respuesta más alta en las redes sociales, whatsapp,
MSN, etc., comparado en proporción a su cantidad de PEA de América Latina entre
la cantidad de teléfonos con mensajes de texto, MSN, chats y redes sociales,
siendo que por cada peruano adulto o no hay al menos 2 celulares. Vale decir,
que el peruano promedio está más atento a mensajes de texto, MSN, chats y redes
sociales 365 días al año vs. libros leídos en esos mismos 365 días.
Esta
es la razón por la cual ganó Humala hace unos años. Acuña y otros salieron a la
palestra gracias a esta gran cantidad de "no lectores o lectores de redes
sociales"; ambos pasaron de un escenario en el que no existían a subir y
casi ganar las elecciones, al usar a sus media
networkings (con fuerte presencia de voluntarios jóvenes retribuidos o ad
honorem de muchas universidades peruanas, como ha denunciado la jefa de imagen
de uno de ellos). Lo mismo pasó con Gregorio Santos, quien tuvo más votos que
otros partidos que tienen más de 50 años de existencia. Al parecer muchos otros
tampoco comprendieron este problema o entendieron tarde que la falta de
lectores respecto de "lectura seria" hace que cualquiera con poder
mediático en chats y redes sociales
pueda ganar elecciones.
En
resumen, más del 50 % de las elecciones se gana en los chats y redes sociales
en países con baja lectura. El otro 50 % lo determina si baila, si come
chicharrón, si "chupa" de la botella con la "gente de a
pie", etc. No determina ganar la presidencia si tiene un plan de gobierno,
si tiene base y sustento su plan o si tiene una de las mejores bibliotecas o
no, adviértase el caso de Barnechea, uno de los candidatos supuestamente más
leídos se cae por despreciar a la "reina del chicharrón de Cañete" o "quitarse
el sombrero de paja que le obsequiaron unos comerciantes de manera
abrupta"; ambos hechos captados y difundidos miles de veces en las redes,
al punto de que a dicho candidato se le conoce como el "intelectual
petulante" en las redes.
No
obstante lo anterior, he conversado con muchos adultos y educadores inclusive y
he advertido que la mayoría piensa que no estamos frente a un problema. De
hecho, dicen pero estamos ante la generación "electrónica", leen de
sus lap-top, PC, smartphones y tablets. La verdad dudo que sea así, y para ello,
amigos lectores, les invito a que busquen en los dispositivos de ustedes y de
sus hijos los libros digitales que tengan. Yo siempre hago este ejercicio
cuando empiezo clases en las diversas universidades del Perú, y lo promedio que
encuentro son chats y redes sociales. Cero e-books.
Siendo
esto así, me permito hacer algunas sugerencias para que usen a nivel personal,
familiar, nidos, colegios y universidades, así como a los policy-makers.
Urge
reforzar los planes lectores de los (i) padres con sus hijos, en lugar de
comprarles tablets o smartphones con planes mensuales que cuestan el
equivalente promedio de 10 libros en librerías tipo Communitas, Crisol, entre
otras; (ii) en vez de ir al cine con sus hijos, sentarse a leer en familia;
(iii) sustituir las decenas de hora de TV mensuales por conversaciones a raíz
de lecturas.
También
los nidos y colegios deben premiar a los que más leen y mejor leen. Los
colegios viven premiando a los deportistas, pero no veo premiaciones mensuales
o anuales a los best readers o a los
que más libros sacan de sus bibliotecas, y es muy fácil sacar dicha estadística
de las computadoras de la biblioteca donde se escanea o registra a quien pide
prestado un libro y qué libro.
Muchas
universidades peruanas agravan el problema porque algunas del Perú ni siquiera
tienen biblioteca, hemeroteca, etc.; y si la tienen es una estafa o una
megaconstrucción sin buenos libros. Y tampoco tienen biblioteca virtual. Ni
sirve de Hub On Line para investigadores en su comunidad. Tampoco se fomenta
las titulaciones con tesis o que sepan inglés comprobado con certificado nivel
avanzado ex ante a ser profesionales. Tampoco se premia a todos los pocos
voluntarios investigadores que sí existen en algunas pocas universidades. No se
les fomenta escribir ni premian sus investigaciones. Y cuando escriben,
inclusive, muchos de estos papers son
plagiados por "firmas informales" y difundidos a través de redes,
seminarios y posts efectistas o en prensa, para vender productos sin el pago de
regalías como corresponde, bajo la premisa que las "ideas no son de quien
las crea y escribe sino de quien las aplica y hace negocios", dado que no
existe el sistema ni el procedimiento interno del negocio de la "propiedad
intangible", como tampoco existe un respeto al intelectual e investigador.
De suyo, consiguientemente, en tanto la universidad no sirva para combatir la
informalidad de la propiedad intangible y no sirva para fomentar la producción
y el respeto al property rigth del
intelectual, nadie tendrá incentivos de leer, investigar o de producir en el
Perú.
Por
otro lado, el próximo Gobierno debe crear políticas públicas, a fin de que Perú
produzca más lectores, investigadores y escritores en todas las ramas de la
tecnología, ciencia, economía, finanzas, artes, letras, etc. Deben crearse
bibliotecas en los Municipios y Regiones. Menos "lozas de futbol" en
los barrios y más clubes de lectura, con locales del Estado. Más incentivos
fiscales a los individuos y entes legales que sí realicen planes de lectura,
investigaciones y producciones en general y no solo en I+D+i.
Así
pues, en suma, la prioridad debe ser crear más lectores y crear incentivos
incluyendo de políticas públicas a todos los niveles de la sociedad civil,
municipios, regiones y Gobierno Central que generen un ambiente autosostenible
donde la gente viva de lo que "lea" y "produzca
intelectualmente", además, de crear ambientes que fomenten la
"Innovación, Desarrollo e Investigación" (I+D+i o R&D como lo
conocen en USA y UK).
Téngase
en cuenta que los activos intangibles que producen la lectura, el respeto al
copyright y a los derechos de propiedad
industrial, así como políticas públicas y tributarias que pemitan beneficios
fiscales para producir "propiedad intangible" e "I+D+i" son
lo que diferencia USA y UK, así como sus top-universities,
las cuales juntas generan un "Intelectual Property Rigth & R+D"
20 veces más que el "Global commodities GDP".
Por
todo ello, es imperativo realizar acciones en 2016-2020 como para que entre
2040-2050 tengamos no solo a MVLL como Premio Nobel, sino que tengamos al menos
una de todas las premiaciones (Economía, Medicina, Tecnología, Física, Paz,
Biotecnología, etc.).
Finalmente,
con estas acciones se incrementaría el ratio
average de lectores peruanos y el market
share de propiedad intelectual e intangibles y de I+D+i.
Michael Zavaleta Álvarez: Director de Oficina Innovación y Desarrollo (I+D+i).Presidente del Centro de Estudios Tributarios y de Política Fiscal. Profesor de Derecho Tributario de pre y posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres.
**
Ni frívolos ni aburridos.
Un diagnóstico filosófico de la Facultad de Ciencias Sociales de San Marcos
Introducción
Contrariamente
a lo que idealmente debería estar sucediendo en la Facultad de Ciencias Sociales;
es decir, un encuentro de visiones del saber social en disputa, cuya dinámica
conseguiría despertar conciencias políticas y académicas acerca de los
principales problemas sociales del país, lo que vemos es el despliegue de una
lucha irracional y pragmática de facciones y de grupos de interés político. En
vez de que el botín de este conflicto irresoluble sea generar las condiciones
institucionales más laudables para el resurgimiento de una producción teórica y
aplicada, lo que se ve es un conato desesperado de broncas y líos coyunturales
por el control burocrático de las drenadas arcas de la institución educativa, y
lo que el renombre ideológico arroja a nivel de la promoción social y la
gestión administrativa del conocimiento social.
De intolerantes y trasnochados
La verdad es
que cada vez que se abre un período de elecciones, y el sabotaje campea, se evidencia
una conflagración ridícula por las
migajas de un centro de estudios que ha perdido el brillo ideológico y
cognoscitivo que obtuvo antaño. Y este comentario, a pesar de no alcanzar a la
sensibilidad creativa de varias generaciones que han visto y ven resignados sus
esperanzas de reconocimiento intelectual y político a lo largo de las últimas
cuatro décadas, no deja de ser acertado para personajes politiqueros que creen
estúpidamente que la consagración reflexiva de las ideas elevadas tiene algo
que ver con esparcir argucias y artimañas para imponer de forma
autoritaria ideologías trasnochadas e
intereses de poder que arruinan y salan toda empresa académica.
No solo estas
disputas nauseabundas por el corazón de una facultad que ya no respira ni vanguardia
ni fecundidad política dejan evidencia lo podrido que se haya la psicología
biográfica de operadores políticos y sacerdotes canibalescos, sino que además
confirman la hipótesis que ahí donde la utopía envejece o simplemente ha
fracasado en su intento de transformar el mundo esta arrastra a las conciencias
intelectuales al lado de la corrupción y la delincuencia. Y no estoy hablando
de un delito literal –¡Dios
los coja confesados!–
pero sí hablo de todo el perjuicio
académico y político que ha ocasionado la reproducción dictatorial de cuadros
que a la larga han destruido las condiciones intelectuales donde debería
asentarse una cultura de humanistas y de investigadores sociales.
Su terquedad
política para aferrarse a cargos administrativos y a la noble tarea pedagógica de formar conciencias, a las cuales
envenenan y les transmiten toda su bestialidad social, sería comprensible si es
que estos gendarmes de las ciencias sociales hubieran generado una verdadera
revolución científica, pero lo que vemos es la reproducción de consignas e
ideas escleróticas, prejuicios y complejos dogmáticos que no tienen ningún
asidero en la realidad, y que a lo único que
han conducido es a una crisis inexorable de las ciencias sociales;
crisis teórico-metodológica que se expresa en su obstinación por no redefinir
el marxismo de “manual” y así salvarlo de la pseudocrítica, o no refrescarse
con idearios teóricos nuevos, a los cuales tildan de inmorales o simplemente
posmodernos, sin siquiera leerlos o explorarlos. Al no haber cimientos
epistemológicos serios y arraigados en el cambio social y cultural que se
percibe en las últimas tres décadas, todos sus diagnósticos y tesis anacrónicas
no son capaces de ofrecer una comprensión y explicación de las grandes
transformaciones ontológicas de la estructura social, por lo cual se acelera la
fragmentación de los idearios y de toda gestión operativa que vive en la
improvisación de la ceguera técnica.
Si bien la
realidad por escuelas es radicalmente diferente, todas en común padecen de tres
problemas importantes:
- Al no deshacerse de edificios conceptuales zombis
que intentan subordinar la realidad cambiante a constructos teóricos harto
obsoletos y petrificados, lo que se establece es una regresión
cognoscitiva, un aprisionamiento intolerante que tiene el propósito de
perennizar un activismo político violentista y manipulatorio que no desea
el real cambio social, pues su idea escolástica de revolución está por
encima de la producción de enfoques creativos.
- Al carecer de filosofía, pues el prejuicio
cientificista la considera un trabalenguas especulativo con el cual hay
que romper para alcanzar la tan anhelada objetividad sistémica, se cae en
una ceguera metódica que convierte la verdad en un resultado
lógico-aristotélico, cuando lo que se requiere es una desarrollada
intuición categorial o instinto reflexivo, una empatía sensorial con lo
que se analiza, y no ese distanciamiento cartesiano que anula la
racionalidad y pervierte el pensamiento.
- Al no haber teoría acorde con la realidad nos
acercamos a una pastoral tecnocrática unilateral e improvisada, que fuerza
el tejido sociocultural a una prueba arbitraria de indicadores
preestablecidos, cuyas conclusiones son del todo ajenas a una complejidad
organizada de identidades y estructuras en red. El descripcionismo afecta
severamente la realidad, e impone un autoritarismo conceptual que
disecciona torpemente la realidad de los entramados culturales.
En líneas
generales, lo que se intenta demostrar es que el control político de la
facultad, por eternizar la hegemonía de grupos políticos que intentan a su modo
de reproducir sus ideologías de activistas y pragmáticos de izquierda, lo que ha provocado es el devaluamiento
ontológico de las producciones científicas y sociales, ahí donde el momento histórico
urge de visiones constructivas y
holísticas, que se han abandonado por sembrar el odio y el arribismo político.
Al creer con torpeza que un buen intelectual es el resultado de haber sido un
buen mercenario político o un asaltante o buen estafador de las ideas, lo que
se causa es la desvinculación dramática
de todos los buenos talentos y nobles pensadores que se ven empujados a
sobrevivir en la redes del asistencialismo tecnocrático y de las mafias
populistas del tercer sector.
Es esta triple
separación entre una teoría de cadáveres, una metodología y tecnocracia que ha
hecho de la pobreza y la desigualdad un negocio de supermercado, y una política
llena de inmorales y arribistas, lo que infecta el porvenir de las ciencias
sociales. En la medida en que esta enfermedad del conocimiento de izquierda
(llámese resentimiento o abandono existencial de la promesa revolucionaria) y me atrevería a decir de sus
alternativas hedonistas, se apodera institucionalmente de nuestras cátedras y
organizaciones sociales de base se llega a comprender la enorme pobreza cultural que atraviesan la
canteras del pensamiento negativo; situación de miseria fáctica que no ha
permitido la renovación de cuadros políticos e intelectuales, y que facilita la
reproducción de una idea totalitaria que es solo repertorio proselitista de
sobones, rajones y de toda una fauna criolla de enclasamientos incapaces de una
autoexamen crítico.
Pero esta
escoria ideológica que examino no es solo consecuencia de una sarta de pendejos
aprovechadores que han sido expectorados de la vida, y que por lo tanto, en su
afán de revancha se sienten estúpidamente una propuesta de cambio alternativo,
nada más insensato e irresponsable. Es también el producto condescendiente de
una arquitectura neoliberal a la cual le conviene ver cómo se desangra la
universidad pública, pues así halla, astutamente, los enemigos emocionales
apropiados para justificar la represión y su admitida construcción
aristocrática y estilística. No quiero ver este atolladero netamente político de la facultad y de las Ciencias
Sociales como responsabilidad inherente a la necedad política de unos cuantos
mandarines y bohemios de la teoría; en gran parte todos los que hemos vivido
tangencialmente este problema y no lo
hemos enfrentado, por simple conveniencia económica y profesional, somos
también parte del mismo cáncer social, por nuestro apoliticismo privatista. Sin
embargo, soy de la idea que un verdadero
esfuerzo arqueológico de los orígenes culturales de esta brutal violencia simbólico-dogmática
arrojaría algo de luz a un dilema enraizado en la manera como la izquierda ha
enfrentado su acercamiento a las sociedades populares, de cómo fue consentida
inicialmente como los sacerdotes del cambio social, y hoy en día como rezagos
de épocas oscuras y desquiciadas donde la pérdida de centralidad política fue
castigada con genocidio y asesinato
ideológico y físico.
No quiero entrar en detalle acerca de los traumas del carácter social,
pero en gran parte el rencor y la desidia ideológica que arrastra a nuestras
vanguardias es un producto de la forma asimétrica e injusta como ha sido
construida nuestra formación social. No solo la
agresión y la intransigencia son rasgos de una mentalidad relegada y
subalternizada, incapaz de deshacerse de la falsa seguridad y certidumbre de los dogmas ahistóricos, sino
que además esta forma de protesta y reivindicación es el canal empleado
usualmente por los excluidos doctrinarios para imponer sus visiones sin negociación,
aduciendo principios fundamentalistas o fórmulas erráticas impracticables en la
realidad polifacética. A la larga, si bien me he ido por las ramas, lo que
quería es describir el carácter cultural de nuestras energías políticas,
inhabilitadas históricamente para llevar a la concreción vital toda la promesa
de la emancipación social, pues se piensa torpemente que el abandono de
posiciones principistas traicionaría utopías idealistas oleadas y
sacramentadas. No se trata de ser un aguafiestas, pero en tanto no se alteren
estos pragmatismos políticos en todos los niveles de la educación superior, y
más en todo el tejido organizativo de los sindicatos, movimientos y
instituciones barriales, se seguirá permitiendo el daño a las bases morales de
la investigación social y de la creatividad política, condicionando el
despliegue de la corrupción y del delito social como si fuera algo natural y
normativo, sostenido en manuales venerables donde se aprende el abecedario de
la toma de poder.
Hay que acabar
con la mentalidad criolla en el seno de nuestra comunidad universitaria. Esta
cultura criolla no solo es propia de visiones hegemónicas de la oligarquía
urbana que expanden la sabiduría escéptica y la viveza mercantilista a todos
los rincones de la sociedad; está también instalada vivamente en el núcleo ideológico
de las fuerzas de izquierda al sentirse víctimas dolientes del excluyente
patrón de acumulación, y por lo tanto, los únicos equipados con la reserva
ética para cambiar la sociedad inundada de aberración e instrumentalización, de
la cual no se sienten influenciados. Mientras no predomine la exigencia de
hacer concretos y factibles las ideas de
una economía democrático-participativa,
y a la vez que no renuncie a la acumulación capitalista, mientras la
confusión de los epígonos del marxismo siga bloqueando la expresión
inmanente, descolonizada y plural de nuestras identidades sociales, no se podrá
entender que la utopía marxista y revolucionaria, tal como se ha sembrado en el
país equivocadamente durante décadas de doctrinarismo y politiquería, es solo
un idealismo incompatible con nuestras raíces histórico-culturales, un
contrasentido objetivo que nos hundiría aún más en la metástasis social y la
violencia. Se hace necesario imponer dialogadamente y desplegar una visión de
país, por encima de esquemas románticos impracticables –que
a veces han sido vendidos como la panacea del desarrollo–. Ser de
izquierda, en este sentido, es relativizar las creencias e idolatrías del
marxismo y rendirse ante la imaginación de construir una sociedad plural, real y
nacional, capaz de enfrentar la
globalización con realismo y la vez con pasión solidaria.
Bajo una forma
crítica, es necesario no solo hacer una observación al radicalismo ciego de la
izquierda, sino también, como es preciso, al narcisismo intelectual que se ha
apoderado de las condiciones reflexivas de nuestro pensar, y que ha herido la
dignidad de todos aquellos actores sociales que no pueden ser redimidos en los
intersticios de la bohemia y del estilismo, a medida que avanza la elitización
de los sentidos. Más allá de que esta sea una época donde el fenómeno
estético se apodera de todas las interacciones sociales al precio de enmascarar
y hacer más llevadera la hostilidad del mundo capitalista, no deja de ser
verosímil que subsisten raíces coloniales en torno a las reclasificaciones
estéticas y raciales del contexto actual; monopolios del poder sensorial que
edifican espacios, cuerpos, sentidos y territorios culturales liberados de la presencia
“grotesca” y dizque vulgarizada de las multitudes a las que perciben como el
cuadro patético del cual hay necesidad
de rescatar una individualidad aristocrática y auténtica.
De dandies y frívolos
En vez de que esta dominación de las apariencias
cosméticas sea denunciada por nuestra sensibilidad intelectual es
equivocadamente celebrada como un
mosaico insospechado de prácticas y rituales, sabidurías populares y multivoces
que son solo descritas, sin que de estos recorridos superficiales se desprenda
una crítica reconstructiva de los complejos y atolladeros microculturales de la
cotidianidad criolla, la cual permanece intacta en este empirismo ahistórico e
irresponsable. Si bien es comprensible y hasta saludable la evolución
intelectual última de nuestros pensadores hermenéuticos y eclécticos en su afán
de ofrecer una lectura cualitativa e interdisciplinaria de la realidad, de ahí
al compromiso de intervenir en la realidad para reeducarla o reconstruirla
existe un gran abismo político; abismo entre el pensamiento y la realidad
cosificada que acrecienta la irresponsabilidad del dandy criollo, que solo escribe para divertir y alcanzar
reconocimiento, o para presentarse más cautivador ante una juventud, ahí donde
la vida jovial ha sido desperdiciada en el activismo político de antaño. Más
allá de que el intelectual deba demostrar una conducta intachable en relación a
lo que postula o defiende con ardor pensante, creo yo que el ser reflexivo
tiene derecho a vivir y tropezarse en la relaciones humanas, después de todo es
un ser humano, pero de ahí a utilizar el saber social para politizar su
biografía y obtener algunos favores en la guerra de los sentidos con suma
astucia, revela su poca disconformidad con los submundos sensoriales de la
cultura criolla a la cual dice enfrentar.
Si el vacío
existencial del intelectual es domesticado con la politización radical o con este
esteticismo seductor, que solo vomita elitismo y discriminación étnico-racial,
entonces el conocimiento social estará colonizado por un imaginario anómico que
el mismo pensamiento declara querer reconstruir. En verdad hay que asumir la
tesis de que un real cambio ontológico de la sociedad se producirá ahí donde se
modifique axiológicamente los valores de la trasgresión criolla, que es
paradójicamente, el fundamento cultural que hace posible un sistema político
clientelar y autoritario, y una formación socioeconómica improvisada y
elemental. Mientras cada aporte de la ciencia social solo sirva en el mejor de
los casos para edificar una formalidad administrativa, en la cual se deposita
las esperanzas del recambio generacional, no querrá ver que los graves
desencuentros culturales que padece la sociedad peruana se deben a la
manutención hipócrita de un imaginario degradado y violento, que todos decimos
querer disolver, pero que contradictoriamente conservamos con placer.
No es la
crisis del capitalismo eurocéntrico, ni una atmósfera de transición hacia un
nuevo estadio histórico más complejo e indescifrable, ni siquiera los complots
del neoliberalismo en su afán de erosionar la investigación en la universidad
pública, los que han decidido la crisis de las ciencias sociales en el Perú; es
sin lugar a dudas la incapacidad para pensar el Perú sin ataduras doctrinarias
de ayer y de hoy, y sin atavismos irracionales y dizque vitalistas, lo que ha
provocado el trastorno moral de las bases sociopsicológicas del pensamiento
crítico, el cual se ha convertido innoblemente en discurso de activistas manipuladores, o en
“piñata” de la frivolidad de algunos presocráticos esclarecidos que han hecho
del razonamiento social una diversión egocéntrica.
http://petrer.es/cas/eventos-conferencias___luis_antonio_de_villena___el_dandy_el_bohemio_y_el_artista-1540.html |
Digámoslo con
todas su letras. No hagamos de Pilatos a la hora de dar un diagnóstico de este
enfermo doliente que es el pensar social en el susodicho foco de las ideas
sanmarquino. Si bien hay expectativas de
que este politeísmo de los enfoques teóricos y visiones metodológicas de los
últimos años retorne al pensar a una tradición netamente peruanista y madure en
una lectura descolonizada y multidisciplinaria de la realidad peruana, es necesario
superar esta visión fragmentaria, empirista y ahistórica de la producción
social, (que es fiel reflejo de nuestros desencuentros culturales), y avanzar
hacia una posición de síntesis histórico-cultural expresada en teorías,
paradigmas científicos y divulgación de las ideas sociales.
De hacer todo
lo contrario, y rendirse olímpicamente ante la oferta turística de referencias
teóricas y sofisterías conceptuales no daremos señales morales de haber roto
con la cultura autoritaria reticular y heterónoma que infecta nuestro tejido
social. Frente a la heterodoxia de la realidad la unidad de de la teoría. Solo
de este modo el hiperrealismo de los prejuicios y prenociones totalitarias que
infectan ideológicamente la vida cotidiana, no hará mella en la objetividad
lógica de lo que noblemente puede renovarlo y enriquecerlo. Y me refiero a un
sistema de representaciones contingente y en construcción continua que atrape
la rica heterogeneidad del cuerpo social, y no sea condicionado absurdamente
por el juego de apariencias de una vida que grita existencialismo y miseria.
Salvemos a la vida de sí misma, y esto se empieza con la imaginación racional.
Basta ya de que los intelectuales sean un saber sometido de ermitaños
aislados o vedettes extravagantes. Es quizás hora de demostrar
ante la sociedad que podemos ser una comunidad científica que produzca ideas
originales con aplicación práctica, que se interese por los temas estructurales
–tontamente
olvidados– y
las preocupaciones cotidianas y que socialice el saber abstracto y lo vuelva
instintivo, que rompa con el distanciamiento serio y dogmático con el pueblo y
los otros discursos sociales. Producir teoría y socializarla es reeducar
estéticamente y racionalmente a los desamparados y a los cínicos, atrapados en
una realidad rutinaria y empobrecida, y de esta manera enriquecer
culturalmente, emancipar y comunicarnos entre nosotros mismos, así de este modo hallar una ubicación para
nuestra escribalidad militante y a veces esquizofrénica. Solo este nuevo
pensamiento será el resultado de la lucha de las bases juveniles, rompiendo las
cadenas de la marginación generacional y política, sepultando todas las ideas
momificadas y recicladas que durante cincuenta años nos han enfrentado entre
hermanos. ¡OTRA REFORMA DE CÓRDOVA!
Ronald Torres B. : Sociólogo y ensayista.
******
El cambio
cultural hoy en día
Hoy podemos hablar de la mutación de los
modelos culturales. Para autores como Guy Bajoit[1],
se trata del cambio profundo que actualmente se está dando, cuando un nuevo
modelo cultural se está instalando en esta época de transición. Se estaría
pasando del modelo cultural industrial a un nuevo modelo que se basa en la
preeminencia del individuo (y del individualismo extremo, negativo). En este
periodo reina una incertidumbre total y los principios centrales de progreso y de
razón son dejados de lado y superados por los principios de la independencia y
de autorrealización individuales.
Nuestras representaciones del mundo, basadas
fuertemente en discursos coherentes y en mitos inveterados (logos ordenador),
son afectadas seriamente. Hoy en día no todo progreso es considerado como
bueno, sobre todo cuando el daño al medio ambiente es inevitable y las
externalidades negativas de mercado salen a relucir. Para el autor, la sociedad disciplinaria,
fundada en el deber, se está disolviendo. Una sociedad basada en el hedonismo y
la búsqueda del placer individual está surgiendo inexorablemente. El proceso de
secularización continúa su avance inexorablemente. Esto a pesar de la presencia
del fundamentalismo religioso.
Las generaciones más jóvenes han adoptado
valores (antivalores) propios de un nuevo modelo cultural, contrapuestos a los
valores o principios de las generaciones anteriores. Un cinismo, una indolencia
y una pasmosa frivolidad son adoptados como signos distintivos por los jóvenes,
quienes no desean saber del compromiso y de la abnegación de sus padres y
abuelos. De hecho, estos jóvenes nunca conocieron el periodo de relativa
estabilidad que vivieron las generaciones anteriores.
Hoy en día está en crisis definitiva el relato
que tradicionalmente cada sociedad utilizaba para explicarles a sus miembros
sobre el sentido de su vida en comunidad. Los mitos que durante siglos han sido
utilizados por muchas sociedades para construir su historia colectiva han
perdido fuerza y han sido relegados al museo de historia antigua. Como dice Joseph Campbell en El
poder del mito: “La mitología es poesía, es metáfora. Se ha dicho con razón
que la mitología es la penúltima verdad; (…) porque la última no puede
traducirse en palabras. Está más allá de las palabras, más allá de las imágenes
(…). La mitología pone en contacto a la mente con el más allá de ese límite,
con lo que puede ser conocido pero no dicho (…)”.
Los patrones de consumo, los estilos de vida
y el imaginario de los jóvenes son modificados deliberadamente, a veces
inconscientemente, sobre todo en un contexto de proliferación de las nuevas
tecnologías de información/comunicación y del surgimiento de un nuevo modelo
cultural.
“El campo de producción, que evidentemente no
podría funcionar si no pudiera contar con unos gustos ya existentes,
propensiones más o menos intensas para consumir unos bienes más o menos
estrictamente definidos, es lo que permite al gusto realizarse, ofreciéndole, en cada momento, el universo de bienes
culturales como sistema de posibles estilísticos entre los cuales puede
seleccionar el sistema de los rasgos estilísticos constitutivos de un estilo de
vida. Se tiene a olvidar, en efecto, que el universo de los productos ofrecidos
por cada uno de los campos de producción tiende a limitar de hecho el universo
de las formas de la experiencia (estética, ética, política, etc.) que son
objetivamente posibles en un momento dado del tiempo (…)”[2].
El Estado de Bienestar o benefactor ha
entrado en crisis y la austeridad fue impuesta en los países industrializados
(Inglaterra, EE.UU.), donde cobró fuerza el concepto de Estado mínimo abocado
solo a tareas de contención y de defensa (minarquía).
Pero todavía hay un lugar para ser
optimista y creativo. Según Zygmunt
Bauman[3]: “Un
número cada vez mayor de observadores confía razonablemente en que las
amistades desempeñen un papel crucial en nuestra sociedad completamente individualizada .Con el rápido
desmoronamiento de las tradicionales estructuras sustentadoras de la cohesión
social, las relaciones tejidas a base de amistad podrían convertirse en nuestros chalecos o botes salvavidas ”.
Para Bajoit, el cambio cultural está
relacionado con la adopción de nuevos principios y valores, así como la superación
de discursos y relatos culturales que han sido utilizados durante mucho tiempo
por las sociedades. Estas representaciones del mundo les han dado un sentido
último a los miembros de las sociedades,
así como una historia colectiva junto con una teleología fundamental.
El cambio cultural, para Bajoit, se traduce
en una época donde destaca el individualismo extremo, la anomia, la
incertidumbre, la búsqueda del placer a toda costa, etc. El individuo renuncia a sumergirse en las
identidades colectivas y prefiere las redes, más flexibles, menos rígidas;
desconfía de los dogmas de las ideologías que en el pasado han servido como
guías para las generaciones anteriores. En vez de creer en Dios y en la Razón
los hombres y mujeres de hoy creen en el Individuo (y en el individualismo
extremo, negativo).
J.
Gamarra Z. : Escritor y gestor cultural. Articulista de las siguientes revistas: Soluciones Laborales, Administración Pública y Control, Illarik. Ha publicado: La balada de Crates y otros poemas, La balada de Crates y otros poemas, Patria de mis resquemores.
[1] BAJOIT, Guy. Todo cambia.
Análisis sociológico del cambio social y cultural en las sociedades
contemporáneas. Santiago de Chile, LOM, 2003.
[2] BOURDIEU, Pierre. La
distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid, Taurus, 2000, p.
228.
[3] BAUMAN, Zygmunt. Vidas
desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Barcelona, Paidós Ibérica,
2005, p. 159.
Hegemonía,
dominación y conflicto minero:
el caso de
Espinar de la región Cusco
Introducción
En el presente ensayo se
sostiene que el conflicto minero de mayo del 2012 en la provincia de Espinar se
origina por el cambio en la hegemonía y dominación de Xstrata Tintaya que abre
un campo de lucha política, y tensiones y contradicciones creciente entre el
poder hegemónico de la empresa capitalista, y el poder contrahegemónico de los
sectores populares cuyos intereses se articularon, confrontaron y movilizaron a
partir de la reformulación del convenio marco (mayor aporte minero, mayor
empleo para los espinarenses y contratación de las empresas locales) y la
contaminación ambiental. Conflicto que se desarrolla en 8 días de tensión,
polarización y confrontación entre Estado y los sectores populares movilizados,
no obstante los intentos de dialogo, llegando a extremos violentos y represivos.
El conflicto y la represión estatal han traído como consecuencia la
reafirmación del poder hegemónico de la empresa minera, y por otro lado la
desarticulación, debilitamiento y pérdida de legitimidad de la autoridad local y
de los dirigentes y organizaciones populares que lideraron el movimiento
popular que se encuentran algunos de ellos denunciados o con procesos legales.
1.
Hegemonía y conflicto social en el Perú
En el Perú las reformas
estructurales de los 90 generaron condiciones económicas, políticas, legales y
laborales favorables para el desarrollo y fortalecimiento del capital, y
desfavorable a las clases trabajadoras, sumado a la constitución de un régimen
autoritario que lo legitimó. Estas transformaciones han configurado un modelo
de acumulación anclado en actividades primarias exportadoras y en especial
anclado en la explotación de recursos naturales (minero y petrolero), que se ha
expandido a diferentes regiones del territorio nacional y que se ha
desarrollado y convivido con el régimen autoritario fujimorista y los regímenes
“democráticos”, los que han legitimado el privilegio de unos y la exclusión de
las mayorías, por momentos endureciendo y sancionando todo tipo de movimiento o
protesta social para mantener sin cuestionamiento alguno el modelo, en tanto el
movimiento social popular en el Perú se haya debilitado y fragmentado, sin
mayor capacidad para disputar la hegemonía neoliberal.
Esta estructuración de la
economía peruana ha generado la dependencia relativa del Estado del capital
minero y del modelo de acumulación, para reproducirse como Estado. ¿Qué quiere
decir ello? Quiere decir que el Estado depende relativamente de los impuestos y
renta que aporta el capital minero, que, según el Ministerio de Economía y
Finanzas-MEF, para el 2011 representó el 20 % de los ingresos fiscales del
Estado[1].
Además, que el gobierno de Ollanta en el 2011 “negoció” un gravamen minero que
implicaría el aporte de más de 3 mil millones de soles por parte de las
empresas mineras.
Este orden se mantiene,
amplía y reproduce más allá de la caída del régimen autoritario y el ascenso de
regímenes democráticos porque existe una correlación de fuerzas favorable al
capital. Gremios empresariales (y en especial la Confiep y la SNMPE) que
agrupan a sectores con mucho poder económico e influencia política –empresas
mineras, financieras, agro-exportadores, medios de comunicación–,
gobiernos que han legitimado, defendido y promovido los intereses del gran
capital y de sus procesos de acumulación, empleando en determinados momentos
los aparatos políticos y legales para reprimir el movimiento social, y fuerzas
políticas “partidarias” en el Congreso que actúan legitimando los interés del
capital. Además, este modelo ha estado acompañado por la propaganda política e
ideológica desde el gobierno, los medios de comunicación y los sectores
económicos y grupos sociales dominantes quienes quieren hacer creer a la
población que los intereses de sus intereses del capital son los intereses del
país. Mientras a nivel de los representantes del capital transnacional y sus
instituciones (FMI y BM) legitiman el modelo peruano.
Esta situación estructural
de dependencia relativa del Estado, y el poder económico y político de los
gremios empresariales, es la que lleva y ha llevado a los gobiernos de Toledo,
García (el óbolo minero y la supuesta convicción ideológica expresada en sus
artículos sobre “El perro del Hortelano”), y en especial a Ollanta a tener que
alinearse con los intereses del capital dado que con los recursos que ellos
aportan vía impuestos podrían financiar, razonan ellos, la implementación de
sus programas sociales. Claro que esa dependencia relativa del Estado del
capital, los empresarios, los sectores políticos y los medios de comunicación
de derecha (El Correo, El Comercio, Expreso) la hacen ver como una dependencia ideológicamente absoluta
al presentarlo y sostener que si se afecta sus intereses el país caería en una
profunda debacle.
La
hegemonía y dominación del capital a nivel nacional tiene una forma particular
de constituirse a nivel local. Así en el espacio local, el capital minero
tiende a constituirse en el poder hegemónico, vía consenso o coerción, en lucha
y contradicción permanente con los sectores de clase, organizaciones e
instituciones sociales y políticas locales. Es decir, en el presente estudio
entendemos que los conflictos mineros son resultado de las contradicciones,
tensiones y disputas de las relaciones de poder y dominación que estructura el
poder hegemónico, el capital minero, en el espacio social donde se desarrolla y
se reproduce partir de la articulación de sectores, fracciones de clase,
organizaciones e instituciones políticas y sociales. El capital minero se
constituye en poder hegemónico y ejerce su poder hegemónico en la búsqueda
permanente de realizarse como capital para el cual necesita condiciones
sociopolíticas “estables”. Esta ansiada estabilidad genera que desarrolle una
clara estrategia política de control a través de mecanismos de control
económico, político, social e ideológico. El poder hegemónico y dominación en
el espacio local tiende ser casi absoluta, no solo por su poder económico, sino
también porque el Estado es fragmentado y débil, y a nivel local las
instituciones estatales (igual que en nacional) legitiman el poder hegemónico
de la empresa minera.
Entonces
para poder explicarnos el conflicto de Espinar tenemos que analizarlo a partir
de tres categorías: hegemonía, dominio y conflicto social. Es decir, la
explicación de los conflictos requiere ser inscritos dentro de relaciones de poder
estructuradas y estructurales que influyen en las relaciones sociales. El
conflicto pone en un escenario de crisis y disputa la hegemonía y dominio, que
se resuelve en el cambio, reestructuración o reafirmación de la hegemonía.
2. Encuadrando teóricamente
el estudio
El
concepto de hegemonía y dominación, desarrollado dentro de la corriente
marxista, es hoy poco empleado en los estudios de las ciencias sociales y
políticas en el Perú, y en especial para entender y explicarse los conflictos
sociales, las relaciones de poder entre sectores y clases sociales, la
dominación, y en general la sociedad y el Estado.
Para
el presente estudio que buscar explicar las relaciones de poder en un escenario
minero provincial, el uso de la categoría hegemonía y dominación es
fundamental. Así, para Gramsci, “la supremacía de una clase social no se deriva
directamente de su papel predominante en el proceso productivo, sino que ha de
construirse laboriosamente en el terreno cultural y político y se manifiesta
como dominación o como hegemonía”[2].
Es decir las relaciones de dominación y hegemonía no serían una consecuencia
automática o reflejo de la determinación de la estructura económica.
Para
esta lectura “la dominación es el sometimiento directo, sin apenas mediaciones,
de los grupos subalternos a través de la ´sociedad política´: el conjunto de
instituciones políticas y jurídicas que aseguran la capacidad coercitiva a la
clase dominante. La hegemonía, en su lugar, sucede en la ´sociedad civil´, y
contempla la dirección intelectual y cultural que produce un ´sentido común´
que naturaliza entre los gobernados el orden social existente, consiguiendo su implicación
activa o, al menos, su aceptación pasiva”[3].
En efecto según Motta: “La hegemonía (…) se basa (…) en un consenso por el cual
los subordinados consienten ser gobernados en tanto que la predominancia de los
gobernantes se enmascara través de mecanismos de cooptación, desarticulación y
la internalización de un sentido común que naturaliza la organización actual de
las relaciones sociales”[4].
Sin embargo, es fundamental entender que “´dominación´ y ´hegemonía´ son dos
´momentos´, más que dos formas, de la supremacía de una clase. Dos momentos que
se suceden y relevan en diferentes etapas históricas, en una dinámica marcada
por el antagonismo social y la consiguiente necesidad permanente de reconstruir
y mantener la hegemonía. Todo régimen es hegemónico con respecto a los grupos
aliados o subordinados y, al mismo tiempo, dominante con respecto a los
subalternos”[5].
Así
también, según Bobbio, para Gramsci “en la sociedad clasista, la supremacía de
una clase social se ejerce siempre mediante las modalidades complementarias (y
de hecho integradas por ser analíticamente disociables) del dominio y de la
hegemonía. Si el primero se ha hecho valer sobre los grupos antagonistas
mediante los aparatos coercitivos de la sociedad
política, la segunda se ejerce sobre los grupos sociales aliados o
neutrales justamente a través de los ´aparatos hegemónicos´ de la sociedad civil. Una conjugación de
fuerza y consenso, de dictadura y hegemonía está en la base de todo estado,
pero la proporción entre los dos elementos varia en razón al grado de
desarrollo de la sociedad civil, que como sede de la acción orientada
ideológicamente es el locus de formación y difusión de la hegemonía, el centro
neurálgico de toda estrategia política”[6].
Entonces, hegemonía y dominación son dos momentos que se tienen que entender en
el contexto histórico y dinámica concreta del capitalismo y en particular el
peruano.
Dicha
lectura de la hegemonía, en términos generales, es compartida por Chantal
Mouffe quien sostiene que “Gramsci define hegemonía como ´dirección política,
intelectual y moral´. Hay que distinguir en realidad dos aspectos en esta
definición: el primer lugar el aspecto más propiamente político, que consiste
en la capacidad que tiene una clase dominante de articular a sus interés los de
otros grupos, convirtiéndose así en el elemento director de la voluntad
colectiva, y también el aspecto de la dirección intelectual y moral, que indica
las condiciones ideológicas que deben ser cumplidas para que sea posible una
semejante voluntad colectiva, la manera en que esta será cimentada”[7].
Ahora
bien, ejercer la hegemonía y la dominación genera una serie de contradicciones y
tensiones que puede llevar a que se desarrollen conflictos. Así, a nivel
nacional la hegemonía del capital minero, y la estructuración y de desarrollo
de un modelo de acumulación anclado en la explotación de los recursos naturales
ha incrementado e intensificado los conflictos sociales mineros
–medioambientales según la terminología de la Defensoría del Pueblo– en los
últimos años.
Si
bien esta explicación significa un avance importante para poder entender y
explicarse los conflictos, es necesario incorporarlo dentro de las relaciones
de poder, hegemonía y dominación que estructuran y reestructuran permanente las
empresas mineras en los espacios locales, y en especial las que se encuentran
en fase explotación. Es decir, las percepciones, confianza, temor y percepción
de injusticia tienen que ser encuadrados dentro las relaciones de dominación y
hegemonía que ejerce la empresa en el espacio social donde se desarrollan y
donde a veces ejercen un poder de supremacía frente a los sectores políticos y
sociales locales, con quienes busca establecer (y establece) cierto nivel de
influencia y control sociopolítico, económico e ideológico.
José Lapa
Romero: Poeta y sociólogo. Ha publicado: Insania de amor, Poemas para parias y Vesania de amor. Colaborador de publicaciones alternativas.
[1] Según la ONG COOPERACCION el aporte del sector minero
a través del impuesto general a las
rentas “…ha ido disminuyendo
durante los últimos siete años: no hay que olvidar que el año 2007 el aporte de
la minería a la recaudación del IGR fue de algo más del 50%, para luego iniciar
un descenso sostenido: el 2008 representó el 39.3%; en el 2010 un 32.1%; en el
2012 un 25.7%, hasta reducirse a 14.7% durante el año pasado” (2013). Consulta 6 de enero del 2015: <http://www.cooperaccion.org.pe/actualidad-minera-del-peru-186/124-actualidad-minera-del-peru-186/2479-icomo-va-la-recaudacion-del-sector-minero>
[2] Errojón
Galván, Iñigo. La lucha por la hegemonía
durante el primer gobierno del MAS en Bolivia (2006-2009): un análisis
discursivo. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2011, p. 121.
[7] Mouffe,
Chantal. "Hegemonía, política e ideología". En: Hegemonía y Alternativas
Políticas en América Latina. Compilado por Julio Labastida Martín del Campo.
Editorial Siglo Veintiuno Editores. Mexico, p. 130.