lunes, 6 de junio de 2016

Cambio sociocultural



La emergencia de planes lectores y su correlación con el market share global de propiedad intangible y de I+D+i



   En el 2013 leí que Perú tenía el peor "Average Reading books" de Latinoamérica. En efecto, según The book: a global history (by Michael Suárez and H. R. Woudhuysen de Oxford University Press, 2013) un colombiano lee un promedio de 1.6 libros por año, un argentino 4 libros por año, un mexicano solo 1 por cada ejercicio, brasileños 1.8; Perú menos de uno o ninguno.

   Hoy 2016 la situación sigue igual según diversos otros indicadores globales para nuestro amado Perú, tanto de Oxford University, Cambridge University y Harvard University; coincidentemente las tres universidades de los dos países más desarrollados son aquellas que mayor producción de "premios nobeles" tienen.

   Ahora bien, conozco a muchos peruanos que leen y bastante, solo que los no lectores o los lectores de las redes sociales son mucho más que los lectores, entonces, el promedio baja a una cifra cercana a "0" y, comparativamente hablando, muchos menos que en la región.

¿Cuál es la causa de este problema? ¿Significa que en Perú casi no se lee? ¿Estamos frente a un problema?

   En mi opinión, la falta de lectura de la mayoría de adultos incentiva a que sus hijos no lean. Téngase en cuenta que leer los mensajes de los chats y de las redes sociales, no califica como lectura útil para los que preparan los "ratios" ni sirven de sustento para Oxford, Cambridge o Harvard.

De hecho, Perú tiene –según las Telecom– a pesar de ser país con poca penetración tecnológica, los índices de respuesta más alta en las redes sociales, whatsapp, MSN, etc., comparado en proporción a su cantidad de PEA de América Latina entre la cantidad de teléfonos con mensajes de texto, MSN, chats y redes sociales, siendo que por cada peruano adulto o no hay al menos 2 celulares. Vale decir, que el peruano promedio está más atento a mensajes de texto, MSN, chats y redes sociales 365 días al año vs. libros leídos en esos mismos 365 días.

   Esta es la razón por la cual ganó Humala hace unos años. Acuña y otros salieron a la palestra gracias a esta gran cantidad de "no lectores o lectores de redes sociales"; ambos pasaron de un escenario en el que no existían a subir y casi ganar las elecciones, al usar a sus media networkings (con fuerte presencia de voluntarios jóvenes retribuidos o ad honorem de muchas universidades peruanas, como ha denunciado la jefa de imagen de uno de ellos). Lo mismo pasó con Gregorio Santos, quien tuvo más votos que otros partidos que tienen más de 50 años de existencia. Al parecer muchos otros tampoco comprendieron este problema o entendieron tarde que la falta de lectores respecto de "lectura seria" hace que cualquiera con poder mediático en chats y redes sociales  pueda ganar elecciones.

   En resumen, más del 50 % de las elecciones se gana en los chats y redes sociales en países con baja lectura. El otro 50 % lo determina si baila, si come chicharrón, si "chupa" de la botella con la "gente de a pie", etc. No determina ganar la presidencia si tiene un plan de gobierno, si tiene base y sustento su plan o si tiene una de las mejores bibliotecas o no, adviértase el caso de Barnechea, uno de los candidatos supuestamente más leídos se cae por despreciar a la "reina del chicharrón de Cañete" o "quitarse el sombrero de paja que le obsequiaron unos comerciantes de manera abrupta"; ambos hechos captados y difundidos miles de veces en las redes, al punto de que a dicho candidato se le conoce como el "intelectual petulante" en las redes.

   No obstante lo anterior, he conversado con muchos adultos y educadores inclusive y he advertido que la mayoría piensa que no estamos frente a un problema. De hecho, dicen pero estamos ante la generación "electrónica", leen de sus lap-top, PC, smartphones y tablets. La verdad dudo que sea así, y para ello, amigos lectores, les invito a que busquen en los dispositivos de ustedes y de sus hijos los libros digitales que tengan. Yo siempre hago este ejercicio cuando empiezo clases en las diversas universidades del Perú, y lo promedio que encuentro son chats y redes sociales. Cero e-books.

   Siendo esto así, me permito hacer algunas sugerencias para que usen a nivel personal, familiar, nidos, colegios y universidades, así como a los policy-makers.

   Urge reforzar los planes lectores de los (i) padres con sus hijos, en lugar de comprarles tablets o smartphones con planes mensuales que cuestan el equivalente promedio de 10 libros en librerías tipo Communitas, Crisol, entre otras; (ii) en vez de ir al cine con sus hijos, sentarse a leer en familia; (iii) sustituir las decenas de hora de TV mensuales por conversaciones a raíz de lecturas.

   También los nidos y colegios deben premiar a los que más leen y mejor leen. Los colegios viven premiando a los deportistas, pero no veo premiaciones mensuales o anuales a los best readers o a los que más libros sacan de sus bibliotecas, y es muy fácil sacar dicha estadística de las computadoras de la biblioteca donde se escanea o registra a quien pide prestado un libro y qué libro.

   Muchas universidades peruanas agravan el problema porque algunas del Perú ni siquiera tienen biblioteca, hemeroteca, etc.; y si la tienen es una estafa o una megaconstrucción sin buenos libros. Y tampoco tienen biblioteca virtual. Ni sirve de Hub On Line para investigadores en su comunidad. Tampoco se fomenta las titulaciones con tesis o que sepan inglés comprobado con certificado nivel avanzado ex ante a ser profesionales. Tampoco se premia a todos los pocos voluntarios investigadores que sí existen en algunas pocas universidades. No se les fomenta escribir ni premian sus investigaciones. Y cuando escriben, inclusive, muchos de estos papers son plagiados por "firmas informales" y difundidos a través de redes, seminarios y posts efectistas o en prensa, para vender productos sin el pago de regalías como corresponde, bajo la premisa que las "ideas no son de quien las crea y escribe sino de quien las aplica y hace negocios", dado que no existe el sistema ni el procedimiento interno del negocio de la "propiedad intangible", como tampoco existe un respeto al intelectual e investigador. De suyo, consiguientemente, en tanto la universidad no sirva para combatir la informalidad de la propiedad intangible y no sirva para fomentar la producción y el respeto al property rigth del intelectual, nadie tendrá incentivos de leer, investigar o de producir en el Perú.

   Por otro lado, el próximo Gobierno debe crear políticas públicas, a fin de que Perú produzca más lectores, investigadores y escritores en todas las ramas de la tecnología, ciencia, economía, finanzas, artes, letras, etc. Deben crearse bibliotecas en los Municipios y Regiones. Menos "lozas de futbol" en los barrios y más clubes de lectura, con locales del Estado. Más incentivos fiscales a los individuos y entes legales que sí realicen planes de lectura, investigaciones y producciones en general y no solo en I+D+i.



   Así pues, en suma, la prioridad debe ser crear más lectores y crear incentivos incluyendo de políticas públicas a todos los niveles de la sociedad civil, municipios, regiones y Gobierno Central que generen un ambiente autosostenible donde la gente viva de lo que "lea" y "produzca intelectualmente", además, de crear ambientes que fomenten la "Innovación, Desarrollo e Investigación" (I+D+i o R&D como lo conocen en USA y UK).

   Téngase en cuenta que los activos intangibles que producen la lectura, el respeto al copyright  y a los derechos de propiedad industrial, así como políticas públicas y tributarias que pemitan beneficios fiscales para producir "propiedad intangible" e "I+D+i" son lo que diferencia USA y UK, así como sus top-universities, las cuales juntas generan un "Intelectual Property Rigth & R+D" 20 veces más que el "Global commodities GDP".

   Por todo ello, es imperativo realizar acciones en 2016-2020 como para que entre 2040-2050 tengamos no solo a MVLL como Premio Nobel, sino que tengamos al menos una de todas las premiaciones (Economía, Medicina, Tecnología, Física, Paz, Biotecnología, etc.).

   Finalmente, con estas acciones se incrementaría el ratio average de lectores peruanos y el market share de propiedad intelectual e intangibles y de I+D+i.


Michael Zavaleta Álvarez: Director de Oficina Innovación y Desarrollo (I+D+i).Presidente del Centro de Estudios Tributarios y de Política Fiscal. Profesor de Derecho Tributario de pre y posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres.


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Ni frívolos ni aburridos.
Un diagnóstico filosófico de la Facultad de Ciencias Sociales de San Marcos

Introducción

   Contrariamente a lo que idealmente debería estar sucediendo en la Facultad de Ciencias Sociales; es decir, un encuentro de visiones del saber social en disputa, cuya dinámica conseguiría despertar conciencias políticas y académicas acerca de los principales problemas sociales del país, lo que vemos es el despliegue de una lucha irracional y pragmática de facciones y de grupos de interés político. En vez de que el botín de este conflicto irresoluble sea generar las condiciones institucionales más laudables para el resurgimiento de una producción teórica y aplicada, lo que se ve es un conato desesperado de broncas y líos coyunturales por el control burocrático de las drenadas arcas de la institución educativa, y lo que el renombre ideológico arroja a nivel de la promoción social y la gestión administrativa del conocimiento social.

De intolerantes y trasnochados

   La verdad es que cada vez que se abre un período de elecciones, y el sabotaje campea, se evidencia una conflagración ridícula  por las migajas de un centro de estudios que ha perdido el brillo ideológico y cognoscitivo que obtuvo antaño. Y este comentario, a pesar de no alcanzar a la sensibilidad creativa de varias generaciones que han visto y ven resignados sus esperanzas de reconocimiento intelectual y político a lo largo de las últimas cuatro décadas, no deja de ser acertado para personajes politiqueros que creen estúpidamente que la consagración reflexiva de las ideas elevadas tiene algo que ver con esparcir argucias y artimañas para imponer de forma autoritaria  ideologías trasnochadas e intereses de poder que arruinan y salan toda empresa académica.

   No solo estas disputas nauseabundas por el corazón de una facultad que ya no respira ni vanguardia ni fecundidad política dejan evidencia lo podrido que se haya la psicología biográfica de operadores políticos y sacerdotes canibalescos, sino que además confirman la hipótesis que ahí donde la utopía envejece o simplemente ha fracasado en su intento de transformar el mundo esta arrastra a las conciencias intelectuales al lado de la corrupción y la delincuencia. Y no estoy hablando de un delito literal ¡Dios los coja confesados! pero sí hablo de todo el perjuicio académico y político que ha ocasionado la reproducción dictatorial de cuadros que a la larga han destruido las condiciones intelectuales donde debería asentarse una cultura de humanistas y de investigadores sociales.

   Su terquedad política para aferrarse a cargos administrativos y a la noble tarea  pedagógica de formar conciencias, a las cuales envenenan y les transmiten toda su bestialidad social, sería comprensible si es que estos gendarmes de las ciencias sociales hubieran generado una verdadera revolución científica, pero lo que vemos es la reproducción de consignas e ideas escleróticas, prejuicios y complejos dogmáticos que no tienen ningún asidero en la realidad, y que a lo único que  han conducido es a una crisis inexorable de las ciencias sociales; crisis teórico-metodológica que se expresa en su obstinación por no redefinir el marxismo de “manual” y así salvarlo de la pseudocrítica, o no refrescarse con idearios teóricos nuevos, a los cuales tildan de inmorales o simplemente posmodernos, sin siquiera leerlos o explorarlos. Al no haber cimientos epistemológicos serios y arraigados en el cambio social y cultural que se percibe en las últimas tres décadas, todos sus diagnósticos y tesis anacrónicas no son capaces de ofrecer una comprensión y explicación de las grandes transformaciones ontológicas de la estructura social, por lo cual se acelera la fragmentación de los idearios y de toda gestión operativa que vive en la improvisación de la ceguera técnica.

Si bien la realidad por escuelas es radicalmente diferente, todas en común padecen de tres problemas importantes:

  1. Al no deshacerse de edificios conceptuales zombis que intentan subordinar la realidad cambiante a constructos teóricos harto obsoletos y petrificados, lo que se establece es una regresión cognoscitiva, un aprisionamiento intolerante que tiene el propósito de perennizar un activismo político violentista y manipulatorio que no desea el real cambio social, pues su idea escolástica de revolución está por encima de la producción de enfoques creativos.
  2. Al carecer de filosofía, pues el prejuicio cientificista la considera un trabalenguas especulativo con el cual hay que romper para alcanzar la tan anhelada objetividad sistémica, se cae en una ceguera metódica que convierte la verdad en un resultado lógico-aristotélico, cuando lo que se requiere es una desarrollada intuición categorial o instinto reflexivo, una empatía sensorial con lo que se analiza, y no ese distanciamiento cartesiano que anula la racionalidad y pervierte el pensamiento.
  3. Al no haber teoría acorde con la realidad nos acercamos a una pastoral tecnocrática unilateral e improvisada, que fuerza el tejido sociocultural a una prueba arbitraria de indicadores preestablecidos, cuyas conclusiones son del todo ajenas a una complejidad organizada de identidades y estructuras en red. El descripcionismo afecta severamente la realidad, e impone un autoritarismo conceptual que disecciona torpemente la realidad de los entramados culturales.

   En líneas generales, lo que se intenta demostrar es que el control político de la facultad, por eternizar la hegemonía de grupos políticos que intentan a su modo de reproducir sus ideologías de activistas y pragmáticos de izquierda,  lo que ha provocado es el devaluamiento ontológico de las producciones científicas y sociales, ahí donde el momento histórico urge de  visiones constructivas y holísticas, que se han abandonado por sembrar el odio y el arribismo político. Al creer con torpeza que un buen intelectual es el resultado de haber sido un buen mercenario político o un asaltante o buen estafador de las ideas, lo que se causa es la desvinculación  dramática de todos los buenos talentos y nobles pensadores que se ven empujados a sobrevivir en la redes del asistencialismo tecnocrático y de las mafias populistas del tercer sector.

   Es esta triple separación entre una teoría de cadáveres, una metodología y tecnocracia que ha hecho de la pobreza y la desigualdad un negocio de supermercado, y una política llena de inmorales y arribistas, lo que infecta el porvenir de las ciencias sociales. En la medida en que esta enfermedad del conocimiento de izquierda (llámese resentimiento o abandono existencial de la promesa  revolucionaria) y me atrevería a decir de sus alternativas hedonistas, se apodera institucionalmente de nuestras cátedras y organizaciones sociales de base se llega a comprender  la enorme pobreza cultural que atraviesan la canteras del pensamiento negativo; situación de miseria fáctica que no ha permitido la renovación de cuadros políticos e intelectuales, y que facilita la reproducción de una idea totalitaria que es solo repertorio proselitista de sobones, rajones y de toda una fauna criolla de enclasamientos incapaces de una autoexamen crítico.

   Pero esta escoria ideológica que examino no es solo consecuencia de una sarta de pendejos aprovechadores que han sido expectorados de la vida, y que por lo tanto, en su afán de revancha se sienten estúpidamente una propuesta de cambio alternativo, nada más insensato e irresponsable. Es también el producto condescendiente de una arquitectura neoliberal a la cual le conviene ver cómo se desangra la universidad pública, pues así halla, astutamente, los enemigos emocionales apropiados para justificar la represión y su admitida construcción aristocrática y estilística. No quiero ver este atolladero  netamente político de la facultad y de las Ciencias Sociales como responsabilidad inherente a la necedad política de unos cuantos mandarines y bohemios de la teoría; en gran parte todos los que hemos vivido tangencialmente  este problema y no lo hemos enfrentado, por simple conveniencia económica y profesional, somos también parte del mismo cáncer social, por nuestro apoliticismo privatista. Sin embargo, soy de la idea que un  verdadero esfuerzo arqueológico de los orígenes culturales de esta brutal violencia simbólico-dogmática arrojaría algo de luz a un dilema enraizado en la manera como la izquierda ha enfrentado su acercamiento a las sociedades populares, de cómo fue consentida inicialmente como los sacerdotes del cambio social, y hoy en día como rezagos de épocas oscuras y desquiciadas donde la pérdida de centralidad política fue castigada con  genocidio y asesinato ideológico y físico.

   No quiero entrar en detalle acerca de los traumas del carácter social, pero en gran parte el rencor y la desidia ideológica que arrastra a nuestras vanguardias es un producto de la forma asimétrica e injusta como ha sido construida nuestra formación social. No solo la agresión y la intransigencia son rasgos de una mentalidad relegada y subalternizada, incapaz de deshacerse de la falsa seguridad  y certidumbre de los dogmas ahistóricos, sino que además esta forma de protesta y reivindicación es el canal empleado usualmente por los excluidos doctrinarios para imponer sus visiones sin negociación, aduciendo principios fundamentalistas o fórmulas erráticas impracticables en la realidad polifacética. A la larga, si bien me he ido por las ramas, lo que quería es describir el carácter cultural de nuestras energías políticas, inhabilitadas históricamente para llevar a la concreción vital toda la promesa de la emancipación social, pues se piensa torpemente que el abandono de posiciones principistas traicionaría utopías idealistas oleadas y sacramentadas. No se trata de ser un aguafiestas, pero en tanto no se alteren estos pragmatismos políticos en todos los niveles de la educación superior, y más en todo el tejido organizativo de los sindicatos, movimientos y instituciones barriales, se seguirá permitiendo el daño a las bases morales de la investigación social y de la creatividad política, condicionando el despliegue de la corrupción y del delito social como si fuera algo natural y normativo, sostenido en manuales venerables donde se aprende el abecedario de la toma de poder.

   Hay que acabar con la mentalidad criolla en el seno de nuestra comunidad universitaria. Esta cultura criolla no solo es propia de visiones hegemónicas de la oligarquía urbana que expanden la sabiduría escéptica y la viveza mercantilista a todos los rincones de la sociedad; está también instalada vivamente en el núcleo ideológico de las fuerzas de izquierda al sentirse víctimas dolientes del excluyente patrón de acumulación, y por lo tanto, los únicos equipados con la reserva ética para cambiar la sociedad inundada de aberración e instrumentalización, de la cual no se sienten influenciados. Mientras no predomine la exigencia de hacer concretos y factibles las ideas  de una  economía democrático-participativa, y a la vez que no renuncie a la acumulación capitalista, mientras la confusión  de los epígonos  del marxismo siga bloqueando la expresión inmanente, descolonizada y plural de nuestras identidades sociales, no se podrá entender que la utopía marxista y revolucionaria, tal como se ha sembrado en el país equivocadamente durante décadas de doctrinarismo y politiquería, es solo un idealismo incompatible con nuestras raíces histórico-culturales, un contrasentido objetivo que nos hundiría aún más en la metástasis social y la violencia. Se hace necesario imponer dialogadamente y desplegar una visión de país, por encima de esquemas románticos impracticables  que a veces han sido vendidos como la panacea del desarrollo. Ser de izquierda, en este sentido, es relativizar las creencias e idolatrías del marxismo y rendirse ante la imaginación de construir una sociedad plural, real y nacional,  capaz de enfrentar la globalización con realismo y la vez con pasión solidaria.

   Bajo una forma crítica, es necesario no solo hacer una observación al radicalismo ciego de la izquierda, sino también, como es preciso, al narcisismo intelectual que se ha apoderado de las condiciones reflexivas de nuestro pensar, y que ha herido la dignidad de todos aquellos actores sociales que no pueden ser redimidos en los intersticios de la bohemia y del estilismo, a medida que avanza la elitización de los sentidos.  Más allá de  que esta sea una época donde el fenómeno estético se apodera de todas las interacciones sociales al precio de enmascarar y hacer más llevadera la hostilidad del mundo capitalista, no deja de ser verosímil que subsisten raíces coloniales en torno a las reclasificaciones estéticas y raciales del contexto actual; monopolios del poder sensorial que edifican espacios, cuerpos, sentidos y territorios culturales liberados de la presencia “grotesca” y dizque vulgarizada de las multitudes a las que perciben como el cuadro patético  del cual hay necesidad de rescatar una individualidad aristocrática y auténtica.

De dandies y frívolos

   En  vez de que esta dominación de las apariencias cosméticas sea denunciada por nuestra sensibilidad intelectual es equivocadamente celebrada  como un mosaico insospechado de prácticas y rituales, sabidurías populares y multivoces que son solo descritas, sin que de estos recorridos superficiales se desprenda una crítica reconstructiva de los complejos y atolladeros microculturales de la cotidianidad criolla, la cual permanece intacta en este empirismo ahistórico e irresponsable. Si bien es comprensible y hasta saludable la evolución intelectual última de nuestros pensadores hermenéuticos y eclécticos en su afán de ofrecer una lectura cualitativa e interdisciplinaria de la realidad, de ahí al compromiso de intervenir en la realidad para reeducarla o reconstruirla existe un gran abismo político; abismo entre el pensamiento y la realidad cosificada que acrecienta la irresponsabilidad del dandy criollo, que solo escribe para divertir y alcanzar reconocimiento, o para presentarse más cautivador ante una juventud, ahí donde la vida jovial ha sido desperdiciada en el activismo político de antaño. Más allá de que el intelectual deba demostrar una conducta intachable en relación a lo que postula o defiende con ardor pensante, creo yo que el ser reflexivo tiene derecho a vivir y tropezarse en la relaciones humanas, después de todo es un ser humano, pero de ahí a utilizar el saber social para politizar su biografía y obtener algunos favores en la guerra de los sentidos con suma astucia, revela su poca disconformidad con los submundos sensoriales de la cultura criolla a la cual dice enfrentar.

   Si el vacío existencial del intelectual es domesticado con la politización radical o con este esteticismo seductor, que solo vomita elitismo y discriminación étnico-racial, entonces el conocimiento social estará colonizado por un imaginario anómico que el mismo pensamiento declara querer reconstruir. En verdad hay que asumir la tesis de que un real cambio ontológico de la sociedad se producirá ahí donde se modifique axiológicamente los valores de la trasgresión criolla, que es paradójicamente, el fundamento cultural que hace posible un sistema político clientelar y autoritario, y una formación socioeconómica improvisada y elemental. Mientras cada aporte de la ciencia social solo sirva en el mejor de los casos para edificar una formalidad administrativa, en la cual se deposita las esperanzas del recambio generacional, no querrá ver que los graves desencuentros culturales que padece la sociedad peruana se deben a la manutención hipócrita de un imaginario degradado y violento, que todos decimos querer disolver, pero que contradictoriamente conservamos con placer.

   No es la crisis del capitalismo eurocéntrico, ni una atmósfera de transición hacia un nuevo estadio histórico más complejo e indescifrable, ni siquiera los complots del neoliberalismo en su afán de erosionar la investigación en la universidad pública, los que han decidido la crisis de las ciencias sociales en el Perú; es sin lugar a dudas la incapacidad para pensar el Perú sin ataduras doctrinarias de ayer y de hoy, y sin atavismos irracionales y dizque vitalistas, lo que ha provocado el trastorno moral de las bases sociopsicológicas del pensamiento crítico, el cual se ha convertido innoblemente en  discurso de activistas manipuladores, o en “piñata” de la frivolidad de algunos presocráticos esclarecidos que han hecho del razonamiento social una diversión egocéntrica.

http://petrer.es/cas/eventos-conferencias___luis_antonio_de_villena___el_dandy_el_bohemio_y_el_artista-1540.html

   Digámoslo con todas su letras. No hagamos de Pilatos a la hora de dar un diagnóstico de este enfermo doliente que es el pensar social en el susodicho foco de las ideas sanmarquino. Si bien hay expectativas  de que este politeísmo de los enfoques teóricos y visiones metodológicas de los últimos años retorne al pensar a una tradición netamente peruanista y madure en una lectura descolonizada y multidisciplinaria de la realidad peruana, es necesario superar esta visión fragmentaria, empirista y ahistórica de la producción social, (que es fiel reflejo de nuestros desencuentros culturales), y avanzar hacia una posición de síntesis histórico-cultural expresada en teorías, paradigmas científicos y divulgación de las ideas sociales.

   De hacer todo lo contrario, y rendirse olímpicamente ante la oferta turística de referencias teóricas y sofisterías conceptuales no daremos señales morales de haber roto con la cultura autoritaria reticular y heterónoma que infecta nuestro tejido social. Frente a la heterodoxia de la realidad la unidad de de la teoría. Solo de este modo el hiperrealismo de los prejuicios y prenociones totalitarias que infectan ideológicamente la vida cotidiana, no hará mella en la objetividad lógica de lo que noblemente puede renovarlo y enriquecerlo. Y me refiero a un sistema de representaciones contingente y en construcción continua que atrape la rica heterogeneidad del cuerpo social, y no sea condicionado absurdamente por el juego de apariencias de una vida que grita existencialismo y miseria. Salvemos a la vida de sí misma, y esto se empieza con la imaginación racional.


   Basta ya de que los intelectuales sean un saber sometido de ermitaños aislados o vedettes extravagantes. Es quizás hora de demostrar ante la sociedad que podemos ser una comunidad científica que produzca ideas originales con aplicación práctica, que se interese por los temas estructurales tontamente olvidados y las preocupaciones cotidianas y que socialice el saber abstracto y lo vuelva instintivo, que rompa con el distanciamiento serio y dogmático con el pueblo y los otros discursos sociales. Producir teoría y socializarla es reeducar estéticamente y racionalmente a los desamparados y a los cínicos, atrapados en una realidad rutinaria y empobrecida, y de esta manera enriquecer culturalmente, emancipar y comunicarnos entre nosotros mismos,  así de este modo hallar una ubicación para nuestra escribalidad militante y a veces esquizofrénica. Solo este nuevo pensamiento será el resultado de la lucha de las bases juveniles, rompiendo las cadenas de la marginación generacional y política, sepultando todas las ideas momificadas y recicladas que durante cincuenta años nos han enfrentado entre hermanos. ¡OTRA REFORMA DE CÓRDOVA!



Ronald Torres B. : Sociólogo y ensayista.



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El cambio cultural hoy en día


   Hoy podemos hablar de la mutación de los modelos culturales. Para autores como Guy Bajoit[1], se trata del cambio profundo que actualmente se está dando, cuando un nuevo modelo cultural se está instalando en esta época de transición. Se estaría pasando del modelo cultural industrial a un nuevo modelo que se basa en la preeminencia del individuo (y del individualismo extremo, negativo). En este periodo reina una incertidumbre total y los principios centrales de progreso y de razón son dejados de lado y superados por los principios de la independencia y de autorrealización individuales.

   Nuestras representaciones del mundo, basadas fuertemente en discursos coherentes y en mitos inveterados (logos ordenador), son afectadas seriamente. Hoy en día no todo progreso es considerado como bueno, sobre todo cuando el daño al medio ambiente es inevitable y las externalidades negativas de mercado salen a relucir.  Para el autor, la sociedad disciplinaria, fundada en el deber, se está disolviendo. Una sociedad basada en el hedonismo y la búsqueda del placer individual está surgiendo inexorablemente. El proceso de secularización continúa su avance inexorablemente. Esto a pesar de la presencia del fundamentalismo religioso.

   Las generaciones más jóvenes han adoptado valores (antivalores) propios de un nuevo modelo cultural, contrapuestos a los valores o principios de las generaciones anteriores. Un cinismo, una indolencia y una pasmosa frivolidad son adoptados como signos distintivos por los jóvenes, quienes no desean saber del compromiso y de la abnegación de sus padres y abuelos. De hecho, estos jóvenes nunca conocieron el periodo de relativa estabilidad que vivieron las generaciones anteriores.

   Hoy en día está en crisis definitiva el relato que tradicionalmente cada sociedad utilizaba para explicarles a sus miembros sobre el sentido de su vida en comunidad. Los mitos que durante siglos han sido utilizados por muchas sociedades para construir su historia colectiva han perdido fuerza y han sido relegados al museo de historia antigua. Como dice Joseph Campbell en El poder del mito: “La mitología es poesía, es metáfora. Se ha dicho con razón que la mitología es la penúltima verdad; (…) porque la última no puede traducirse en palabras. Está más allá de las palabras, más allá de las imágenes (…). La mitología pone en contacto a la mente con el más allá de ese límite, con lo que puede ser conocido pero no dicho (…)”.

   Los patrones de consumo, los estilos de vida y el imaginario de los jóvenes son modificados deliberadamente, a veces inconscientemente, sobre todo en un contexto de proliferación de las nuevas tecnologías de información/comunicación y del surgimiento de un nuevo modelo cultural.

   “El campo de producción, que evidentemente no podría funcionar si no pudiera contar con unos gustos ya existentes, propensiones más o menos intensas para consumir unos bienes más o menos estrictamente definidos, es lo que permite al gusto realizarse, ofreciéndole, en cada momento, el universo de bienes culturales como sistema de posibles estilísticos entre los cuales puede seleccionar el sistema de los rasgos estilísticos constitutivos de un estilo de vida. Se tiene a olvidar, en efecto, que el universo de los productos ofrecidos por cada uno de los campos de producción tiende a limitar de hecho el universo de las formas de la experiencia (estética, ética, política, etc.) que son objetivamente posibles en un momento dado del tiempo (…)”[2].

   El Estado de Bienestar o benefactor ha entrado en crisis y la austeridad fue impuesta en los países industrializados (Inglaterra, EE.UU.), donde cobró fuerza el concepto de Estado mínimo abocado solo a tareas de contención y de defensa (minarquía). 

    Pero todavía hay un lugar para ser optimista y creativo. Según  Zygmunt Bauman[3]: “Un número cada vez mayor de observadores confía razonablemente en que las amistades desempeñen un papel crucial en nuestra sociedad  completamente individualizada .Con el rápido desmoronamiento de las tradicionales estructuras sustentadoras de la cohesión social, las relaciones tejidas a base de amistad podrían convertirse  en nuestros chalecos o botes salvavidas ”.

   Para Bajoit, el cambio cultural está relacionado con la adopción de nuevos principios y valores, así como la superación de discursos y relatos culturales que han sido utilizados durante mucho tiempo por las sociedades. Estas representaciones del mundo les han dado un sentido último  a los miembros de las sociedades, así como una historia colectiva junto con una teleología fundamental.

   El cambio cultural, para Bajoit, se traduce en una época donde destaca el individualismo extremo, la anomia, la incertidumbre, la búsqueda del placer a toda costa, etc.  El individuo renuncia a sumergirse en las identidades colectivas y prefiere las redes, más flexibles, menos rígidas; desconfía de los dogmas de las ideologías que en el pasado han servido como guías para las generaciones anteriores. En vez de creer en Dios y en la Razón los hombres y mujeres de hoy creen en el Individuo (y en el individualismo extremo, negativo).

 J. Gamarra Z. : Escritor y gestor cultural. Articulista de las siguientes revistas: Soluciones Laborales, Administración Pública y Control, Illarik. Ha publicado: La balada de Crates y otros poemas, La balada de Crates y otros poemas, Patria de mis resquemores.







[1] BAJOIT, Guy. Todo cambia. Análisis sociológico del cambio social y cultural en las sociedades contemporáneas. Santiago de Chile, LOM, 2003.
[2] BOURDIEU, Pierre. La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid, Taurus, 2000, p. 228.
[3] BAUMAN, Zygmunt. Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Barcelona, Paidós Ibérica, 2005, p. 159.




Hegemonía, dominación y conflicto minero:
el caso de Espinar de la región Cusco


Introducción

En el presente ensayo se sostiene que el conflicto minero de mayo del 2012 en la provincia de Espinar se origina por el cambio en la hegemonía y dominación de Xstrata Tintaya que abre un campo de lucha política, y tensiones y contradicciones creciente entre el poder hegemónico de la empresa capitalista, y el poder contrahegemónico de los sectores populares cuyos intereses se articularon, confrontaron y movilizaron a partir de la reformulación del convenio marco (mayor aporte minero, mayor empleo para los espinarenses y contratación de las empresas locales) y la contaminación ambiental. Conflicto que se desarrolla en 8 días de tensión, polarización y confrontación entre Estado y los sectores populares movilizados, no obstante los intentos de dialogo, llegando a extremos violentos y represivos. El conflicto y la represión estatal han traído como consecuencia la reafirmación del poder hegemónico de la empresa minera, y por otro lado la desarticulación, debilitamiento y pérdida de legitimidad de la autoridad local y de los dirigentes y organizaciones populares que lideraron el movimiento popular que se encuentran algunos de ellos denunciados o con procesos legales.

1. Hegemonía y conflicto social en el Perú

   En el Perú las reformas estructurales de los 90 generaron condiciones económicas, políticas, legales y laborales favorables para el desarrollo y fortalecimiento del capital, y desfavorable a las clases trabajadoras, sumado a la constitución de un régimen autoritario que lo legitimó. Estas transformaciones han configurado un modelo de acumulación anclado en actividades primarias exportadoras y en especial anclado en la explotación de recursos naturales (minero y petrolero), que se ha expandido a diferentes regiones del territorio nacional y que se ha desarrollado y convivido con el régimen autoritario fujimorista y los regímenes “democráticos”, los que han legitimado el privilegio de unos y la exclusión de las mayorías, por momentos endureciendo y sancionando todo tipo de movimiento o protesta social para mantener sin cuestionamiento alguno el modelo, en tanto el movimiento social popular en el Perú se haya debilitado y fragmentado, sin mayor capacidad para disputar la hegemonía neoliberal.
Esta estructuración de la economía peruana ha generado la dependencia relativa del Estado del capital minero y del modelo de acumulación, para reproducirse como Estado. ¿Qué quiere decir ello? Quiere decir que el Estado depende relativamente de los impuestos y renta que aporta el capital minero, que, según el Ministerio de Economía y Finanzas-MEF, para el 2011 representó el 20 % de los ingresos fiscales del Estado[1]. Además, que el gobierno de Ollanta en el 2011 “negoció” un gravamen minero que implicaría el aporte de más de 3 mil millones de soles por parte de las empresas mineras.

   Este orden se mantiene, amplía y reproduce más allá de la caída del régimen autoritario y el ascenso de regímenes democráticos porque existe una correlación de fuerzas favorable al capital. Gremios empresariales (y en especial la Confiep y la SNMPE) que agrupan a sectores con mucho poder económico e influencia política empresas mineras, financieras, agro-exportadores, medios de comunicación, gobiernos que han legitimado, defendido y promovido los intereses del gran capital y de sus procesos de acumulación, empleando en determinados momentos los aparatos políticos y legales para reprimir el movimiento social, y fuerzas políticas “partidarias” en el Congreso que actúan legitimando los interés del capital. Además, este modelo ha estado acompañado por la propaganda política e ideológica desde el gobierno, los medios de comunicación y los sectores económicos y grupos sociales dominantes quienes quieren hacer creer a la población que los intereses de sus intereses del capital son los intereses del país. Mientras a nivel de los representantes del capital transnacional y sus instituciones (FMI y BM) legitiman el modelo peruano.

   Esta situación estructural de dependencia relativa del Estado, y el poder económico y político de los gremios empresariales, es la que lleva y ha llevado a los gobiernos de Toledo, García (el óbolo minero y la supuesta convicción ideológica expresada en sus artículos sobre “El perro del Hortelano”), y en especial a Ollanta a tener que alinearse con los intereses del capital dado que con los recursos que ellos aportan vía impuestos podrían financiar, razonan ellos, la implementación de sus programas sociales. Claro que esa dependencia relativa del Estado del capital, los empresarios, los sectores políticos y los medios de comunicación de derecha (El Correo, El Comercio, Expreso) la hacen ver como una dependencia ideológicamente absoluta al presentarlo y sostener que si se afecta sus intereses el país caería en una profunda debacle.

   La hegemonía y dominación del capital a nivel nacional tiene una forma particular de constituirse a nivel local. Así en el espacio local, el capital minero tiende a constituirse en el poder hegemónico, vía consenso o coerción, en lucha y contradicción permanente con los sectores de clase, organizaciones e instituciones sociales y políticas locales. Es decir, en el presente estudio entendemos que los conflictos mineros son resultado de las contradicciones, tensiones y disputas de las relaciones de poder y dominación que estructura el poder hegemónico, el capital minero, en el espacio social donde se desarrolla y se reproduce partir de la articulación de sectores, fracciones de clase, organizaciones e instituciones políticas y sociales. El capital minero se constituye en poder hegemónico y ejerce su poder hegemónico en la búsqueda permanente de realizarse como capital para el cual necesita condiciones sociopolíticas “estables”. Esta ansiada estabilidad genera que desarrolle una clara estrategia política de control a través de mecanismos de control económico, político, social e ideológico. El poder hegemónico y dominación en el espacio local tiende ser casi absoluta, no solo por su poder económico, sino también porque el Estado es fragmentado y débil, y a nivel local las instituciones estatales (igual que en nacional) legitiman el poder hegemónico de la empresa minera.

   Entonces para poder explicarnos el conflicto de Espinar tenemos que analizarlo a partir de tres categorías: hegemonía, dominio y conflicto social. Es decir, la explicación de los conflictos requiere ser inscritos dentro de relaciones de poder estructuradas y estructurales que influyen en las relaciones sociales. El conflicto pone en un escenario de crisis y disputa la hegemonía y dominio, que se resuelve en el cambio, reestructuración o reafirmación de la hegemonía.

2. Encuadrando teóricamente el estudio

   El concepto de hegemonía y dominación, desarrollado dentro de la corriente marxista, es hoy poco empleado en los estudios de las ciencias sociales y políticas en el Perú, y en especial para entender y explicarse los conflictos sociales, las relaciones de poder entre sectores y clases sociales, la dominación, y en general la sociedad y el Estado.

   Para el presente estudio que buscar explicar las relaciones de poder en un escenario minero provincial, el uso de la categoría hegemonía y dominación es fundamental. Así, para Gramsci, “la supremacía de una clase social no se deriva directamente de su papel predominante en el proceso productivo, sino que ha de construirse laboriosamente en el terreno cultural y político y se manifiesta como dominación o como hegemonía”[2]. Es decir las relaciones de dominación y hegemonía no serían una consecuencia automática o reflejo de la determinación de la estructura económica.

   Para esta lectura “la dominación es el sometimiento directo, sin apenas mediaciones, de los grupos subalternos a través de la ´sociedad política´: el conjunto de instituciones políticas y jurídicas que aseguran la capacidad coercitiva a la clase dominante. La hegemonía, en su lugar, sucede en la ´sociedad civil´, y contempla la dirección intelectual y cultural que produce un ´sentido común´ que naturaliza entre los gobernados el orden social existente, consiguiendo su implicación activa o, al menos, su aceptación pasiva”[3]. En efecto según Motta: “La hegemonía (…) se basa (…) en un consenso por el cual los subordinados consienten ser gobernados en tanto que la predominancia de los gobernantes se enmascara través de mecanismos de cooptación, desarticulación y la internalización de un sentido común que naturaliza la organización actual de las relaciones sociales”[4]. Sin embargo, es fundamental entender que “´dominación´ y ´hegemonía´ son dos ´momentos´, más que dos formas, de la supremacía de una clase. Dos momentos que se suceden y relevan en diferentes etapas históricas, en una dinámica marcada por el antagonismo social y la consiguiente necesidad permanente de reconstruir y mantener la hegemonía. Todo régimen es hegemónico con respecto a los grupos aliados o subordinados y, al mismo tiempo, dominante con respecto a los subalternos”[5].


   Así también, según Bobbio, para Gramsci “en la sociedad clasista, la supremacía de una clase social se ejerce siempre mediante las modalidades complementarias (y de hecho integradas por ser analíticamente disociables) del dominio y de la hegemonía. Si el primero se ha hecho valer sobre los grupos antagonistas mediante los aparatos coercitivos de la sociedad política, la segunda se ejerce sobre los grupos sociales aliados o neutrales justamente a través de los ´aparatos hegemónicos´ de la sociedad civil. Una conjugación de fuerza y consenso, de dictadura y hegemonía está en la base de todo estado, pero la proporción entre los dos elementos varia en razón al grado de desarrollo de la sociedad civil, que como sede de la acción orientada ideológicamente es el locus de formación y difusión de la hegemonía, el centro neurálgico de toda estrategia política”[6]. Entonces, hegemonía y dominación son dos momentos que se tienen que entender en el contexto histórico y dinámica concreta del capitalismo y en particular el peruano.

   Dicha lectura de la hegemonía, en términos generales, es compartida por Chantal Mouffe quien sostiene que “Gramsci define hegemonía como ´dirección política, intelectual y moral´. Hay que distinguir en realidad dos aspectos en esta definición: el primer lugar el aspecto más propiamente político, que consiste en la capacidad que tiene una clase dominante de articular a sus interés los de otros grupos, convirtiéndose así en el elemento director de la voluntad colectiva, y también el aspecto de la dirección intelectual y moral, que indica las condiciones ideológicas que deben ser cumplidas para que sea posible una semejante voluntad colectiva, la manera en que esta será cimentada”[7].

   Ahora bien, ejercer la hegemonía y la dominación genera una serie de contradicciones y tensiones que puede llevar a que se desarrollen conflictos. Así, a nivel nacional la hegemonía del capital minero, y la estructuración y de desarrollo de un modelo de acumulación anclado en la explotación de los recursos naturales ha incrementado e intensificado los conflictos sociales mineros –medioambientales según la terminología de la Defensoría del Pueblo– en los últimos años.  

Afiche publicado por IWW, sindicato revolucionario de EE.UU.

   Si bien esta explicación significa un avance importante para poder entender y explicarse los conflictos, es necesario incorporarlo dentro de las relaciones de poder, hegemonía y dominación que estructuran y reestructuran permanente las empresas mineras en los espacios locales, y en especial las que se encuentran en fase explotación. Es decir, las percepciones, confianza, temor y percepción de injusticia tienen que ser encuadrados dentro las relaciones de dominación y hegemonía que ejerce la empresa en el espacio social donde se desarrollan y donde a veces ejercen un poder de supremacía frente a los sectores políticos y sociales locales, con quienes busca establecer (y establece) cierto nivel de influencia y control sociopolítico, económico e ideológico.

José Lapa Romero: Poeta y sociólogo. Ha publicado: Insania de amor, Poemas para parias y Vesania de amor. Colaborador de publicaciones alternativas.




[1] Según la ONG COOPERACCION el aporte del sector minero a través del impuesto general  a las rentas  “…ha ido disminuyendo durante los últimos siete años: no hay que olvidar que el año 2007 el aporte de la minería a la recaudación del IGR fue de algo más del 50%, para luego iniciar un descenso sostenido: el 2008 representó el 39.3%; en el 2010 un 32.1%; en el 2012 un 25.7%, hasta reducirse a 14.7% durante el año pasado” (2013). Consulta 6 de enero del 2015: <http://www.cooperaccion.org.pe/actualidad-minera-del-peru-186/124-actualidad-minera-del-peru-186/2479-icomo-va-la-recaudacion-del-sector-minero>
[2] Errojón Galván, Iñigo. La lucha por la hegemonía durante el primer gobierno del MAS en Bolivia (2006-2009): un análisis discursivo. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2011, p. 121.
[3] Ibíd., p. 121.
[4] Ibíd., p. 122.
[5] Ídem.
[6] Bobbio, Norberto. Diccionario de ciencia política. Alianza Editorial, Madrid, 2002, p. 747.
[7] Mouffe, Chantal. "Hegemonía, política e ideología". En: Hegemonía y Alternativas Políticas en América Latina. Compilado por Julio Labastida Martín del Campo. Editorial Siglo Veintiuno Editores. Mexico, p. 130.