lunes, 20 de febrero de 2017

De esquizoides y narcisistas

De suicidas y sociópatas.
Notas acerca de lo casos límites en la sociedad actual


Introducción

Este artículo es un producto de notas y observaciones hechas sin afán de sistematización. No obstante, la importancia de lo escrito en estos renglones merece una indagación más exhaustiva e empírica, debido a la relevancia del tema que nos convoca a escribir, a saber: las conductas sociopáticas y sus conexiones con la realidad social. Lo señalado debe ser tomado como hipótesis de gabinete, presentadas en la coyuntura dada la importancia que viene recibiendo los casos de asesinato y parricidio por los medios de comunicación en los últimos años. En una primera parte se hará una revisión teórica del marco en el que se gestan estas conductas sociopáticas, sacando la afirmación de que la constitución de la modernidad esta impregnada de violencia y de locura, a pesar del juego de diálogos y cultura de paz que promete. Luego un evaluación de los casos recogidos del mundo periodístico de los parricidios con comentarios generales, para culminar en ligeras conclusiones y una propedéutica social.

Ilustración y violencia social

Aunque a veces el análisis sociológico no se ocupa de estos temas, capturados por lo general por la acuciosidad psicológica, es menester arrojar luces sobre estos temas de modo sociológico pues manifiestan señales de que la sociedad no anda bien. En estos casos límite, es como indagaba Durkheim[1], donde se observan con mayor severidad las desconexiones entre el sistema de instituciones políticas y económicas que produce la sociedad, y la vida desnuda o instintiva que debe ser sublimada en este mundo producido[2]. Si la sociedad soporta elevados niveles de violencia y criminalidad es un indicador de que los proyectos de racionalidad productiva que se levantan en su nombre  suprimen a la vida que acontece o la cohíben de toda aquello que resulta gratificante, lo que se devuelve en agresividad e incertidumbre[3].

Como alguna vez señalara Fiodor Dostoeivsky en su novela Crimen y castigo[4] se sabe del nivel de racionalidad de una civilización observando sus cárceles. O más ilustrativo que eso. En la película Terciopelo Azul de David Lynch se observa la escena de una oreja cercenada en el césped de un barrio residencial en Estados Unidos de los 60, mientras juegan los niños/as y se respira una agradable atmósfera de paz. ¿Cuánta violencia ha tenido que soportar el alma humana para pacificarse y ser domesticada? ¿Cuánta vigilancia y violencia simbólica han tenido que sufrir las personas a través de la historia para fabricarse un yo, una personalidad que gobierne sus impulsos ciegos?

Hoy ese proyecto de domesticación o civilidad se haya en crisis. El avance de la sociedad de consumo que erotiza todo a su alrededor, y la consiguiente desvinculación que produce el avance de la tecnología de los procesos culturales en nombre de los que se edifica, han hecho que el saludable proceso de ilustración originario de Europa se diluya de forma accidentada. El crédito generalizado[5] y el impacto de una sociedad del espectáculo a través de la multiplicación de estímulos han logrado incorporar como sistema necesidades y servicios de forma contradictoria a los apetitos y expectativas de liberación que antaño presionaban sobre los cimientos del capital[6]. En la cumbre de las grandes revoluciones en contra de la sociedad planificada[7], como lo fueron los movimientos sociales del Mayo del 68[8] se ha fabricado un sistema económico de servicios y falsas necesidades que han despolitizado a las personas, y que han hecho ingresar a la psicología en un proceso de regresión y de narcisismo extremo que divorcia a la vida de las gigantescas mutaciones materiales que se atreve a introducir el capital, sin ninguna resistencia, en las economías nacionales de todo el planeta. El resultado es la cancelación abrupta del modelo histórico de personalidad basado en la razón, impuesto desde los postulados de Descartes, y del contractualismo liberal, y el arrojamiento de la identidad a un proceso de competencia salvaje donde las emociones y los instintos más profundos como la sexualidad y las tendencias agresivas pierden estabilidad y se convierten en recursos y capacidades que hay que usar con destreza y sin piedad para alcanzar bienestar y predominancia[9].

La inscripción de los aspectos sensoriales y emocionales en las coordenadas de un mundo de la productividad acelerado, hadistorsionado la vida socio-afectiva y a hecho regresar las tendencias agresivas y violencia acumulada que la racionalización pretendió negar. A pesar de que los apetitos de realización y liberación que veían en la historia han sido inhibidos con cierto éxito, la crueldad silenciosa con la que son calificados en la sociedad contemporánea rasgos sensibles de la personalidad crean las condiciones para que la vida íntima y la regiones más recónditas de nuestros sentimientos y pasiones estallen en cuadros severos de violencia, crimen y descontento generalizado. La razón dialógica y su proyecto privado, el amor romántico, que habían sido puestos en el lugar de la brutalidad y la violencia insensata, se erosionan peligrosamente ocasionando que las carencias de afectividad y la incomprensión a varios niveles hallen en la violencia y en el egoísmo extralimitado rutas de escape a la soledad que se percibe, ante la falta de amor[10].

La desalmada competencia genera que los lazos sociales protectores de la sociedad en la familia, en la escuela, y en el barrio, y por lo tanto en la política y en el trabajo pierdan atractivo para el sujeto, retrayendo la construcción de sus preferencias alrededor de instintos primarios como la sexualidad y la violencia tribal[11]. La crisis que sufre el mundo de las instituciones, desde la familia, la escuela hasta la política no es solo expresión de la incompatibilidad de estos sistemas de organizaciones para el sujeto que surge, sino que de otra manera, sugiere que estas estructuras de gestión y producción de las demandas de la persona son diques objetivos que lo arrojan a la marginalidad y a la trasgresión, como una forma de exclusión de las grandes decisiones. A medida que el mundo producido se desmorona o pierde conexiones con la cultura las nuevas subjetividades se refugian en el mar de las pulsiones, sin vuelta posible, produciendo ahí donde gobierna la ironía, la diversión y el erotismo más delicioso una sensación de agotamiento y de miseria sombría que no se canaliza en creación, sino en anarquía y en desafección ante la sociedad en la que se vive y se trabaja[12].

El dominio del mundo producido inhibe la regeneración de las instituciones, o no deja aprovechar que la nueva sangre imponga sus sueños y los canalice de modo real. El desmoronamiento del mundo industrial y con él la debacle de una sociedad protectora y preocupada por la formación del sujeto ha supuesto que el sujeto se halle desamparado de improviso, y que para él suponga un tremendo esfuerzo el tener que acomodarse a una sociedad donde todo es frío interés desnudo, y nada está hecho objetivamente de acuerdo a sus nuevas sensibilidades. Se genera lo que se dice un abismo entre un mundo institucional cuyo poder pervive incólume, pero ya no tiene legitimidad, y una nueva sensibilidad[13] cuyas fuerzas motrices no se hallan representadas o se encuentran violentamente excluidas. El nacer en una sociedad donde los deseos de realización se hallan cancelados, y no se puede construir organización política y material de acuerdo a lo soñado produce en el sujeto un  severo desencanto con respecto al mundo, y a la vez la decisión de corromperse y sobrevivir a toda costa. En parte el hecho de que la mayor incidencia de criminalidad se encuentre en los jóvenes[14] demuestra que se viene conteniendo la regeneración cultural de la sociedad, y que estos prefieren desarrollar subculturas ilegales y paralelas al mundo institucionalizado[15] como una forma de protesta y de hallar la comprensión y la vida que no hallan en una sociedad presa de atrofia y de un extrañamiento incurable.



Análisis de casos

En el caso de un patrón de asesinatos por parricidio en los últimos tiempos se citan los ejemplos emblemáticos de  Guiliana Llamoja[16] que acuchilló a su madre María Del Carmen Hilares hasta provocarle la muerte en el 2005, cuando ella solo tenía 18 años. Hoy está en libertad luego de estar unos años en prisión, al parecer reintegrada a la sociedad[17]. En medio de este drama había una fortuna en juego. Un segundo caso, es el asesinato de Myriam Fefer[18] (2006), al parecer  asesinada por orden de su hija Eva Bracamonte Fefer[19] a manos de un sicario colombiano, Alejandro Trujillo Ospina. En este caso se vio incriminada la supuesta pareja sentimental de Eva Bracamonte, Liliana Manarelli, hoy libre de todo cargo. También en este caso hay una fortuna en medio, disputada por el hermano de Eva, Ariel Bracamonte. El juicio de Eva Bracamonte fue anulado y hoy espera un nuevo proceso en libertad. El tercer caso, es el parricidio de Elizabeth Vásquez Marín (2010), por orden de su hija Elizabeth “Elita” Espino con ayuda de su pareja sentimental Fernando Gonzales Asenjo, y su amigo Jorge Eduardo Cornejo Ruíz, hoy condenados a prisión. Elita Espino fue condenada a 30 años de prisión. También hay una fortuna en juego. Y por último el caso más cercano de parricidio: el asesinato de la empresaria panadera María Rosa Castillo (2013), a manos de su hijo Marcos Arenas Castillo (22), en el que está incriminada seriamente su novia Fernanda Lora (19), acusada de instigar el parricidio[20].

En estos casos sonados de parricidio se puede sostener que la poca disposición a hallar en la educación y en el ambiente de familia los valores o ideas fuerza que moldeen una identidad estable en los jóvenes, predisponen un uso perverso de la libertad[21]. Los traumas e impasses afectivos son revertidos en rencor hacia las figuras paternas (todas mujeres) porque la existencia de la autoridad se convierte en un conflicto de poderes, donde la prohibición y el yugo paterno no representan estímulos de educación, cuando si de obstáculo para ambiciones desmedidas. La falta de sentido de culpa, el dinero que empodera indebidamente, y la vida sin límites y vivida con crueldad conforman una identidad donde no hay ley que detenga, o que se imponga para seres que se sienten por encima del bien y del mal[22]. El narcisismo crea un ser capaz de todo. La violencia fría en contra del ser amado, al punto de quitarle la vida crea una persona que calcula y que se sumerge en la mentira constante. El desequilibrio del que parte toda experiencia de resiliencia y de invención profesional, que tanto necesita la productividad de una economía salvaje, es el contexto psicosocial para la formación de tendencias criminales en una sociedad que importa poco, y donde la lucha por el hallazgo de la creatividad debe darse sobre la necesaria indigencia y desarraigo colectivo. El capital requiere destruir la sociedad para elegir a los genios que lo reproducen.

Un caso cuyas consecuencias son distintas, pero que se nutre de causas similares es el suicidio del joven estudiante Emilio Egocheaga D Angelo[23]. Cito este caso de reciente data como ejemplo para señalar que un contexto similar de lazos familiares rotos, incomprensión y excesiva frivolidad y pobreza en las relaciones sociales inmediatas en los jóvenes trae como consecuencia impactos y reacciones distintas a la formación de inclinaciones criminales. En el caso del estudiante Emilio Egocheaga, la fuerte depresión causada por la ruptura de sus padres lo llevó al suicidio[24], luego de estar sufriendo un fuerte cuadro de aislamiento, sin poder comunicar su aflicción y en un medio donde su fragilidad e interioridad no contaba. A diferencia de los casos de parricidio, este joven no canalizó su posible desadaptación con rencor hacia sus padres, sino que reprimía sus emociones y vivía en una errática timidez, sin haber podido dar forma a una identidad. La baja autoestima, el miedo a la vida, y la desubicación frente al mundo lo llevaron a no querer crecer. En este sentido, un dato que alentó la depresión fueron las dudas del joven acerca de su futuro profesional, pues abandonó en el último año la carrera de ingeniería industrial, para empezar de cero en la de comunicaciones; una señal de que deseaba inclinarse por las letras y testimoniar su dolor interno.


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Un caso sonado en los últimos días es el asesinato de la joven estudiante universitaria de 17 años Karla Vanesa Zelada Suazo, a manos de su exenamorado, Alexi Pacasi Vargas, en el distrito de San Miguel[25]. Luego de haberse escondido en el Callao, el joven fue capturado y confesó que degolló a la joven, habiendo sido ayudado por un cómplice. Al parecer los celos y el hecho de que ya no eran enamorados fueron los móviles del crimen. En este caso se demuestra la vulnerabilidad en que se hallan las mujeres frente a hombres que piensan que una relación de pareja es poseer como su fuera una propiedad a la mujer, y que no hay derecho a dialogar para zanjar algún dilema en común. La falta de educación, y como señalo el contexto de donde se obtienen los antivalores de este joven hacen pensar que la violencia, y la agresión son parte del hecho de ser hombre, y que no hay ley que pese sobre ellos. Por otra parte, la violencia en la que caen los varones son señales de que la masculinidad ha entrado en severa crisis y las tendencias más autoritarias y machistas alcanzan formas de agresión socializada[26].

Fuente:
http://larepublica.pe/20-01-2012/policia-nacional-intensifica-busqueda-de-matricida-giuliana-llamoja

Conclusiones y propedéutica

1.    A diferencia de los enfoques de la desviación, donde el crimen y las conductas anormales eran la excepción a la regla, en nuestras sociedades postindustriales la conducta criminal y psicopatológica es casi común, y es la exageración en un tejido social donde la anomia es la regla institucionalizada.

2.    El crimen, y las conductas sociopáticas, sobre todo en jóvenes son las señales que la sociedad de consumo que se levantó con el objetivo de contener el cambio histórico, desde Mayo del 68, ha logrado un éxito parcial. Han separado a la juventud de las fuerzas históricas, pero al costo haberse generado una subjetividad desamparada y sumergida en la violencia.
3.    Ahí donde las emociones y la sensoriedad son admitidas como capacidades de producción se incorporan de modo cruel áreas de la vida, que inoculan creatividad al mundo tecnificado, pero con el resultado de que se desestabiliza más el ser, y se vive en un gran resentimiento generalizado.

4.    Las políticas democráticas de diálogo, de amistad y de amor romántico fallan, como rutas sublimadoras de civilidad, lo que deviene en violencia y en el desarrollo de una personalidad que halla en la barbarie una forma de vida y de placer enfermizo.
5.    Ahí donde hay mucha libertad, que hace posible el consumo, retrocede la educación y se esfuman los valores de respeto por la comunidad ciudadana, lo que deviene en un mal uso de la libertad.

6.    Las conductas sociopáticas y de forma indirecta las tendencias suicidas son expresiones de que la sociedad se viene descomponiendo en favor de una modernización desbocada y destructiva. La búsqueda de invención despierta también lo peor del ser humano por mor de la productividad.

7.    Como propedéutica las rutas para medicar nuestra cultura frente al avance de la criminalidad y la depresión, residen en el equilibrio mismo de la persona, al tolerarlo todo, como individuo autorreferido o en la insurgencia de una revolución cultural que reconecte a la sociedad, la cultura con el sistema política y sus fuerzas materiales.

Ronald Jesús Torres Bringas





[1] DURKHEIM Emile. El suicido. Editorial AKal. 1992
[2] Esta expresión pertenece a Jean Baudrillard, y menciona los complejos sistemas de producción que se edifican para dar sentido a la vida, más allá de la simple como inestable vida impulsiva o instintiva.
[3] MARCUSE Herbert. Eros y Civilización. Editorial Ariel. 2003
[4] DOSTOEIVSKY Fiodor. Crimen y Castigo. Editorial Península. 2011.
[5]LIPOVESTKY Gilles. La era del vacío. Editorial Anagrama. 1993.
[6] DEBORD Guy. La sociedad del espectáculo. Editorial Anagrama. 1967.
[7] Categoría propia del contexto de postguerra, o de la guerra fría en el mundo, que señala el papel intervencionista del Estado en  la economía y en la sociedad, como una forma de inhibir el avance del socialismo en el planeta.
[8] Según el que escribe la mayor efervescencia por convocatoria y programa de cambio social lo representó el multivariado movimiento estudiantil de Mayo del 68 en Europa, y en varias ciudades de América Latina. Su agotamiento haría que el mundo irrumpiría en el desencanto postmoderno.
[9] HARDT Michael y NEGRI Antonio. Imperio. Editorial Paidos Ibérica. 2005.
[10] STRAUSS Leo. Progreso o retorno. Editorial Paidos Ibérica. 2004.
[11] Esta idea es parte de la tesis de Horkheimer y Adorno que a la letra dice: “El fruto del imparable progreso es la imparable regresión…”. La Dialéctica de la Ilustración. Editorial Sudamericana. 1967.
[12] MARCUSE Herbert. El hombre Unidimensional. Editorial. 2003.
[13] Expresiones de esta nueva sensibilidad son las culturas indígenas, los jóvenes de variadas tendencias, y las varias minorías culturales, así como los productos de la cultura popular y el artesanado.
[14]El costo económico de la delincuencia organizada en el Perú. http://www.unodc.org/documents/peruandecuador/Publicaciones/UNODC-costo-crimen.pdf
[15] Las pandillas, o los grupos de esquineros trajinantes son ejemplos de esta dimensión sub-cultural
[17] Participando en lecturas de poesía en el Centro de Lima (nota del editor).
[19] Hoy completamente absuelta.
[21] SAFRANSKY Rudiger. El mal o el drama de la libertad. Tusquets editores. 2001.
[26] BOURDIEU Pierre. La masculinidad. Editorial AbyaYala 1998.




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Sociedad al límite contra Estado esquizoide

Francisco Sagasti et ál. han señalado el profundo grado de fragmentación social y crisis de la sociedad peruana a fines de la década del ochenta y comienzos de los noventa. La violencia política desbordada, surgida en 1980, era un factor importante de desestabilización. Para millones de peruanos, el país no tenía salida y el Estado los había abandonado a su suerte. Solo quedaba confiar en las capacidades individuales y en las redes de sobrevivencia (una forma de capital social y cultural).

“Las reformas de política económica puestas en marcha (…) no han permitido regenerar los vínculos sociales disueltos por la crisis económica y la hiperinflación, y han acentuado el proceso de fragmentación de la vida social. La liberalización de los mercados, la apertura del comercio exterior, la reducción del gasto público, la privatización de las empresas públicas, entre otras medidas, han cambiado significativamente la estructura de la sociedad peruana y han tenido como uno de sus efectos el aumento de las desigualdades en la distribución del ingreso. (…) A esto hay que añadir que las múltiples crisis han creado una gran inquietud e incertidumbre entre la población que se siente desamparada por el Estado”[1].

El proceso de individuación, en un contexto de crisis generalizada y anomia, queda muy afectado. Esto fue observado por los citados investigadores: “Las consecuencias de la desintegración de la vida social producto de la violencia, la hiperinflación, la pobreza y el desempleo, acentuadas por los efectos de las reformas en política económica, han hecho que las personas vivan los procesos de individuación más como aislamiento del resto que como resultado de una afirmación de la propia autonomía dentro del conjunto social”.

La globalización no solo ha traído confort y despilfarro –incluso el despilfarro productivo del que habla Baudrillard–, sino la generación de seres humanos residuales, irrecuperables para la sociedad. El homeless, el paria, el refugiado que huye de la devastadora guerra, el anciano sin pensión ni seguro de salud, el mendigo, etc. son desechos sociales, en una sociedad donde la frivolidad y el hedonismo más ramplón son las divisas. Para Zigmunt Bauman:

“La producción de ‘residuos humanos’ o, para ser más exactos, seres humanos residuales (…) es una consecuencia inevitable de la modernización y una compañera inseparable de la modernidad. Es un ineludible efecto secundario de la construcción del orden (…) y del progreso económico (incapaz de proceder sin degradar y devaluar los modos de ‘ganarse la vida’ antaño efectivos y que, por consiguiente, no puede sino privar de su sustento a quienes ejercen dichas ocupaciones)”[2].

Según Guy Bajoit[3], el cambio cultural está relacionado con la adopción de nuevos principios y valores, así como la superación de discursos y relatos culturales que han sido utilizados durante mucho tiempo por las sociedades. Estas representaciones del mundo les han dado un sentido último a los miembros de las sociedades, así como una historia colectiva junto con una teleología fundamental.

¿Cuál es la salida que se vislumbra en medio de tanta incertidumbre e insania muchas veces generada por el mismo Estado peruviano? ¿Es legítima la defensa (autodefensa) del individuo por muy exacerbada que esta sea?

Al parecer, en un escenario posviolencia política, donde el Estado no puede asumir ni siquiera con eficacia su rol de garante de la vida y propiedad, podemos esperar más actos desesperados y esquizoides de los individuos sin control.
Jaime Gamarra Z.


[1] SAGASTI, Francisco et ál. Democracia y buen gobierno. Tercera edición, corregida y aumentada. Lima, Apoyo, 1999, pp. 34/35.
[2] BAUMAN, Zygmunt. Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Barcelona, Paidós, 2005, p. 16.
[3] BAJOIT, Guy. Todo cambia. Análisis sociológico del cambio social y cultural en las sociedades contemporáneas. Santiago de Chile, LOM, 2003.