De suicidas y sociópatas.
Notas acerca de lo casos límites en la sociedad actual
Introducción
Este
artículo es un producto de notas y observaciones hechas sin afán de
sistematización. No obstante, la importancia de lo escrito en estos renglones
merece una indagación más exhaustiva e empírica, debido a la relevancia del
tema que nos convoca a escribir, a saber: las conductas sociopáticas y sus
conexiones con la realidad social. Lo señalado debe ser tomado como hipótesis
de gabinete, presentadas en la coyuntura dada la importancia que viene
recibiendo los casos de asesinato y parricidio por los medios de comunicación
en los últimos años. En una primera parte se hará una
revisión teórica del marco en el que se gestan estas conductas sociopáticas,
sacando la afirmación de que la constitución de la modernidad esta impregnada
de violencia y de locura, a pesar del juego de diálogos y cultura de paz que
promete. Luego un evaluación de los casos recogidos del mundo periodístico de
los parricidios con comentarios generales, para culminar en ligeras
conclusiones y una propedéutica social.
Ilustración y violencia social
Aunque
a veces el análisis sociológico no se ocupa de estos temas, capturados por lo
general por la acuciosidad psicológica, es menester arrojar luces sobre estos
temas de modo sociológico pues manifiestan señales de que la sociedad no anda
bien. En estos casos límite, es como indagaba Durkheim[1],
donde se observan con mayor severidad las desconexiones entre el sistema de
instituciones políticas y económicas que produce la sociedad, y la vida desnuda
o instintiva que debe ser sublimada en este mundo producido[2].
Si la sociedad soporta elevados niveles de violencia y criminalidad es un
indicador de que los proyectos de racionalidad productiva que se levantan en su
nombre suprimen a la vida que acontece o
la cohíben de toda aquello que resulta gratificante, lo que se devuelve en
agresividad e incertidumbre[3].
Como
alguna vez señalara Fiodor Dostoeivsky en su novela Crimen y castigo[4] se
sabe del nivel de racionalidad de una civilización observando sus cárceles. O
más ilustrativo que eso. En la película Terciopelo
Azul de David Lynch se observa la escena de una oreja cercenada en el
césped de un barrio residencial en Estados Unidos de los 60, mientras juegan
los niños/as y se respira una agradable atmósfera de paz. ¿Cuánta violencia ha tenido que soportar el alma humana para
pacificarse y ser domesticada? ¿Cuánta vigilancia y violencia simbólica han
tenido que sufrir las personas a través de la historia para fabricarse un yo,
una personalidad que gobierne sus impulsos ciegos?
Hoy
ese proyecto de domesticación o civilidad se haya en crisis. El avance de la
sociedad de consumo que erotiza todo a su alrededor, y la consiguiente
desvinculación que produce el avance de la tecnología de los procesos
culturales en nombre de los que se edifica, han hecho que el saludable proceso
de ilustración originario de Europa se diluya de forma accidentada. El crédito
generalizado[5]
y el impacto de una sociedad del espectáculo a través de la multiplicación de
estímulos han logrado incorporar como sistema necesidades y servicios de forma
contradictoria a los apetitos y expectativas de liberación que antaño
presionaban sobre los cimientos del capital[6].
En la cumbre de las grandes revoluciones en contra de la sociedad planificada[7],
como lo fueron los movimientos sociales del Mayo del 68[8] se
ha fabricado un sistema económico de servicios y falsas necesidades que han
despolitizado a las personas, y que han hecho ingresar a la psicología en un
proceso de regresión y de narcisismo extremo que divorcia a la vida de las
gigantescas mutaciones materiales que se atreve a introducir el capital, sin
ninguna resistencia, en las economías nacionales de todo el planeta. El
resultado es la cancelación abrupta del modelo histórico de personalidad basado
en la razón, impuesto desde los postulados de Descartes, y del contractualismo
liberal, y el arrojamiento de la identidad a un proceso de competencia salvaje
donde las emociones y los instintos más profundos como la sexualidad y las
tendencias agresivas pierden estabilidad y se convierten en recursos y
capacidades que hay que usar con destreza y sin piedad para alcanzar bienestar
y predominancia[9].
La
inscripción de los aspectos sensoriales y emocionales en las coordenadas de un
mundo de la productividad acelerado, hadistorsionado la vida socio-afectiva y a
hecho regresar las tendencias agresivas y violencia acumulada que la
racionalización pretendió negar. A pesar de que los apetitos de realización y
liberación que veían en la historia han sido inhibidos con cierto éxito, la
crueldad silenciosa con la que son calificados en la sociedad contemporánea
rasgos sensibles de la personalidad crean las condiciones para que la vida
íntima y la regiones más recónditas de nuestros sentimientos y pasiones
estallen en cuadros severos de violencia, crimen y descontento generalizado. La
razón dialógica y su proyecto privado, el amor romántico, que habían sido
puestos en el lugar de la brutalidad y la violencia insensata, se erosionan
peligrosamente ocasionando que las carencias de afectividad y la incomprensión
a varios niveles hallen en la violencia y en el egoísmo extralimitado rutas de
escape a la soledad que se percibe, ante la falta de amor[10].
La
desalmada competencia genera que los lazos sociales protectores de la sociedad
en la familia, en la escuela, y en el barrio, y por lo tanto en la política y
en el trabajo pierdan atractivo para el sujeto, retrayendo la construcción de
sus preferencias alrededor de instintos primarios como la sexualidad y la
violencia tribal[11].
La crisis que sufre el mundo de las instituciones, desde la familia, la escuela
hasta la política no es solo expresión de la incompatibilidad de estos sistemas
de organizaciones para el sujeto que surge, sino que de otra manera, sugiere
que estas estructuras de gestión y producción de las demandas de la persona son
diques objetivos que lo arrojan a la marginalidad y a la trasgresión, como una
forma de exclusión de las grandes decisiones. A medida que el mundo producido
se desmorona o pierde conexiones con la cultura las nuevas subjetividades se
refugian en el mar de las pulsiones, sin vuelta posible, produciendo ahí donde
gobierna la ironía, la diversión y el erotismo más delicioso una sensación de
agotamiento y de miseria sombría que no se canaliza en creación, sino en
anarquía y en desafección ante la sociedad en la que se vive y se trabaja[12].
El
dominio del mundo producido inhibe la regeneración de las instituciones, o no
deja aprovechar que la nueva sangre imponga sus sueños y los canalice de modo
real. El desmoronamiento del mundo industrial y con él la debacle de una
sociedad protectora y preocupada por la formación del sujeto ha supuesto que el
sujeto se halle desamparado de improviso, y que para él suponga un tremendo
esfuerzo el tener que acomodarse a una sociedad donde todo es frío interés
desnudo, y nada está hecho objetivamente de acuerdo a sus nuevas
sensibilidades. Se genera lo que se dice un abismo entre un mundo institucional
cuyo poder pervive incólume, pero ya no tiene legitimidad, y una nueva
sensibilidad[13]
cuyas fuerzas motrices no se hallan representadas o se encuentran violentamente
excluidas. El nacer en una sociedad
donde los deseos de realización se hallan cancelados, y no se puede construir
organización política y material de acuerdo a lo soñado produce en el sujeto
un severo desencanto con respecto al
mundo, y a la vez la decisión de corromperse y sobrevivir a toda costa. En
parte el hecho de que la mayor incidencia de criminalidad se encuentre en los
jóvenes[14]
demuestra que se viene conteniendo la regeneración cultural de la sociedad, y
que estos prefieren desarrollar subculturas ilegales y paralelas al mundo
institucionalizado[15]
como una forma de protesta y de hallar la comprensión y la vida que no hallan
en una sociedad presa de atrofia y de un extrañamiento incurable.
Análisis de casos
En
el caso de un patrón de asesinatos por parricidio en los últimos tiempos se
citan los ejemplos emblemáticos de
Guiliana Llamoja[16]
que acuchilló a su madre María Del Carmen Hilares hasta provocarle la muerte en
el 2005, cuando ella solo tenía 18 años. Hoy está en libertad luego de estar
unos años en prisión, al parecer reintegrada a la sociedad[17].
En medio de este drama había una fortuna en juego. Un segundo caso, es el
asesinato de Myriam Fefer[18]
(2006), al parecer asesinada por orden
de su hija Eva Bracamonte Fefer[19] a
manos de un sicario colombiano, Alejandro Trujillo Ospina. En este caso se vio
incriminada la supuesta pareja sentimental de Eva Bracamonte, Liliana
Manarelli, hoy libre de todo cargo. También en este caso hay una fortuna en
medio, disputada por el hermano de Eva, Ariel Bracamonte. El juicio de Eva
Bracamonte fue anulado y hoy espera un nuevo proceso en libertad. El tercer
caso, es el parricidio de Elizabeth Vásquez Marín (2010), por orden de su hija
Elizabeth “Elita” Espino con ayuda de su pareja sentimental Fernando Gonzales
Asenjo, y su amigo Jorge Eduardo Cornejo Ruíz, hoy condenados a prisión. Elita
Espino fue condenada a 30 años de prisión. También hay una fortuna en juego. Y
por último el caso más cercano de parricidio: el asesinato de la empresaria
panadera María Rosa Castillo (2013), a manos de su hijo Marcos Arenas Castillo
(22), en el que está incriminada seriamente su novia Fernanda Lora (19),
acusada de instigar el parricidio[20].
En
estos casos sonados de parricidio se puede sostener que la poca disposición a
hallar en la educación y en el ambiente de familia los valores o ideas fuerza
que moldeen una identidad estable en los jóvenes, predisponen un uso perverso
de la libertad[21].
Los traumas e impasses afectivos son revertidos en rencor hacia las figuras
paternas (todas mujeres) porque la existencia de la autoridad se convierte en
un conflicto de poderes, donde la prohibición y el yugo paterno no representan
estímulos de educación, cuando si de obstáculo para ambiciones desmedidas. La
falta de sentido de culpa, el dinero que empodera indebidamente, y la vida sin
límites y vivida con crueldad conforman una identidad donde no hay ley que
detenga, o que se imponga para seres que se sienten por encima del bien y del
mal[22]. El narcisismo crea un ser capaz de todo.
La violencia fría en contra del ser amado, al punto de quitarle la vida crea
una persona que calcula y que se sumerge en la mentira constante. El
desequilibrio del que parte toda experiencia de resiliencia y de invención
profesional, que tanto necesita la productividad de una economía salvaje, es el
contexto psicosocial para la formación de tendencias criminales en una sociedad
que importa poco, y donde la lucha por el hallazgo de la creatividad debe darse
sobre la necesaria indigencia y desarraigo colectivo. El capital requiere
destruir la sociedad para elegir a los genios que lo reproducen.
Un
caso cuyas consecuencias son distintas, pero que se nutre de causas similares
es el suicidio del joven estudiante Emilio Egocheaga D Angelo[23].
Cito este caso de reciente data como ejemplo para señalar que un contexto
similar de lazos familiares rotos, incomprensión y excesiva frivolidad y
pobreza en las relaciones sociales inmediatas en los jóvenes trae como
consecuencia impactos y reacciones distintas a la formación de inclinaciones
criminales. En el caso del estudiante Emilio Egocheaga, la fuerte depresión
causada por la ruptura de sus padres lo llevó al suicidio[24],
luego de estar sufriendo un fuerte cuadro de aislamiento, sin poder comunicar
su aflicción y en un medio donde su fragilidad e interioridad no contaba. A
diferencia de los casos de parricidio, este joven no canalizó su posible
desadaptación con rencor hacia sus padres, sino que reprimía sus emociones y
vivía en una errática timidez, sin haber podido dar forma a una identidad. La
baja autoestima, el miedo a la vida, y la desubicación frente al mundo lo
llevaron a no querer crecer. En este sentido, un dato que alentó la depresión
fueron las dudas del joven acerca de su futuro profesional, pues abandonó en el
último año la carrera de ingeniería industrial, para empezar de cero en la de
comunicaciones; una señal de que deseaba inclinarse por las letras y
testimoniar su dolor interno.
http://giphy.com/search/frank-booth |
Un
caso sonado en los últimos días es el asesinato de la joven estudiante
universitaria de 17 años Karla Vanesa Zelada Suazo, a manos de su exenamorado,
Alexi Pacasi Vargas, en el distrito de San Miguel[25].
Luego de haberse escondido en el Callao, el joven fue capturado y confesó que
degolló a la joven, habiendo sido ayudado por un cómplice. Al parecer los celos
y el hecho de que ya no eran enamorados fueron los móviles del crimen. En este
caso se demuestra la vulnerabilidad en que se hallan las mujeres frente a
hombres que piensan que una relación de pareja es poseer como su fuera una
propiedad a la mujer, y que no hay derecho a dialogar para zanjar algún dilema
en común. La falta de educación, y como señalo el contexto de donde se obtienen
los antivalores de este joven hacen pensar que la violencia, y la agresión son
parte del hecho de ser hombre, y que no hay ley que pese sobre ellos. Por otra
parte, la violencia en la que caen los varones son señales de que la
masculinidad ha entrado en severa crisis y las tendencias más autoritarias y
machistas alcanzan formas de agresión socializada[26].
Fuente: http://larepublica.pe/20-01-2012/policia-nacional-intensifica-busqueda-de-matricida-giuliana-llamoja |
Conclusiones y propedéutica
1. A
diferencia de los enfoques de la desviación, donde el crimen y las conductas
anormales eran la excepción a la regla, en nuestras sociedades postindustriales
la conducta criminal y psicopatológica es casi común, y es la exageración en un
tejido social donde la anomia es la regla institucionalizada.
2. El
crimen, y las conductas sociopáticas, sobre todo en jóvenes son las señales que
la sociedad de consumo que se levantó con el objetivo de contener el cambio
histórico, desde Mayo del 68, ha logrado un éxito parcial. Han separado a la
juventud de las fuerzas históricas, pero al costo haberse generado una
subjetividad desamparada y sumergida en la violencia.
3. Ahí
donde las emociones y la sensoriedad son admitidas como capacidades de
producción se incorporan de modo cruel áreas de la vida, que inoculan
creatividad al mundo tecnificado, pero con el resultado de que se desestabiliza
más el ser, y se vive en un gran resentimiento generalizado.
4. Las
políticas democráticas de diálogo, de amistad y de amor romántico fallan, como
rutas sublimadoras de civilidad, lo que deviene en violencia y en el desarrollo
de una personalidad que halla en la barbarie una forma de vida y de placer
enfermizo.
5. Ahí
donde hay mucha libertad, que hace posible el consumo, retrocede la educación y
se esfuman los valores de respeto por la comunidad ciudadana, lo que deviene en
un mal uso de la libertad.
6. Las
conductas sociopáticas y de forma indirecta las tendencias suicidas son
expresiones de que la sociedad se viene descomponiendo en favor de una
modernización desbocada y destructiva. La búsqueda de invención despierta
también lo peor del ser humano por mor de la productividad.
7. Como
propedéutica las rutas para medicar nuestra cultura frente al avance de la
criminalidad y la depresión, residen en el equilibrio mismo de la persona, al
tolerarlo todo, como individuo autorreferido o en la insurgencia de una revolución
cultural que reconecte a la sociedad, la cultura con el sistema política y sus
fuerzas materiales.
Ronald
Jesús Torres Bringas
[1] DURKHEIM Emile. El suicido. Editorial AKal. 1992
[2] Esta expresión pertenece a
Jean Baudrillard, y menciona los complejos sistemas de producción que se
edifican para dar sentido a la vida, más allá de la simple como inestable vida
impulsiva o instintiva.
[3] MARCUSE Herbert. Eros y Civilización. Editorial Ariel.
2003
[4] DOSTOEIVSKY Fiodor. Crimen y Castigo. Editorial Península.
2011.
[5]LIPOVESTKY Gilles. La era del vacío. Editorial Anagrama.
1993.
[6] DEBORD Guy. La sociedad del espectáculo. Editorial
Anagrama. 1967.
[7] Categoría propia del
contexto de postguerra, o de la guerra fría en el mundo, que señala el papel
intervencionista del Estado en la
economía y en la sociedad, como una forma de inhibir el avance del socialismo
en el planeta.
[8] Según el que escribe la
mayor efervescencia por convocatoria y programa de cambio social lo representó
el multivariado movimiento estudiantil de Mayo del 68 en Europa, y en varias
ciudades de América Latina. Su agotamiento haría que el mundo irrumpiría en el
desencanto postmoderno.
[9] HARDT Michael y NEGRI
Antonio. Imperio. Editorial Paidos
Ibérica. 2005.
[10] STRAUSS Leo. Progreso o retorno. Editorial Paidos
Ibérica. 2004.
[11] Esta idea es parte de la
tesis de Horkheimer y Adorno que a la letra dice: “El fruto del imparable
progreso es la imparable regresión…”. La
Dialéctica de la Ilustración. Editorial Sudamericana. 1967.
[12] MARCUSE Herbert. El hombre Unidimensional. Editorial.
2003.
[13] Expresiones de esta nueva
sensibilidad son las culturas indígenas, los jóvenes de variadas tendencias, y
las varias minorías culturales, así como los productos de la cultura popular y
el artesanado.
[14]El costo económico de la
delincuencia organizada en el Perú. http://www.unodc.org/documents/peruandecuador/Publicaciones/UNODC-costo-crimen.pdf
[15] Las pandillas, o los
grupos de esquineros trajinantes son ejemplos de esta dimensión sub-cultural
[17] Participando en lecturas
de poesía en el Centro de Lima (nota del editor).
[19] Hoy completamente
absuelta.
[21] SAFRANSKY Rudiger. El mal o el drama de la libertad. Tusquets
editores. 2001.
[26] BOURDIEU Pierre. La
masculinidad. Editorial AbyaYala 1998.
*********
Sociedad al límite contra Estado
esquizoide
Francisco
Sagasti et ál. han señalado el profundo grado de fragmentación social y crisis
de la sociedad peruana a fines de la década del ochenta y comienzos de los
noventa. La violencia política desbordada, surgida en 1980, era un factor
importante de desestabilización. Para millones de peruanos, el país no tenía
salida y el Estado los había abandonado a su suerte. Solo quedaba confiar en
las capacidades individuales y en las redes de sobrevivencia (una forma de
capital social y cultural).
“Las
reformas de política económica puestas en marcha (…) no han permitido regenerar
los vínculos sociales disueltos por la crisis económica y la hiperinflación, y
han acentuado el proceso de fragmentación de la vida social. La liberalización
de los mercados, la apertura del comercio exterior, la reducción del gasto
público, la privatización de las empresas públicas, entre otras medidas, han
cambiado significativamente la estructura de la sociedad peruana y han tenido
como uno de sus efectos el aumento de las desigualdades en la distribución del
ingreso. (…) A esto hay que añadir que las múltiples crisis han creado una gran
inquietud e incertidumbre entre la población que se siente desamparada por el
Estado”[1].
El
proceso de individuación, en un contexto de crisis generalizada y anomia, queda
muy afectado. Esto fue observado por los citados investigadores: “Las
consecuencias de la desintegración de la vida social producto de la violencia,
la hiperinflación, la pobreza y el desempleo, acentuadas por los efectos de las
reformas en política económica, han hecho que las personas vivan los procesos
de individuación más como aislamiento del resto que como resultado de una
afirmación de la propia autonomía dentro del conjunto social”.
La
globalización no solo ha traído confort y despilfarro –incluso el despilfarro
productivo del que habla Baudrillard–, sino la generación de seres humanos
residuales, irrecuperables para la sociedad. El homeless, el paria, el refugiado que huye de la devastadora guerra,
el anciano sin pensión ni seguro de salud, el mendigo, etc. son desechos
sociales, en una sociedad donde la frivolidad y el hedonismo más ramplón son
las divisas. Para Zigmunt Bauman:
“La
producción de ‘residuos humanos’ o, para ser más exactos, seres humanos
residuales (…) es una consecuencia inevitable de la modernización y una
compañera inseparable de la modernidad. Es un ineludible efecto secundario de
la construcción del orden (…) y del progreso económico (incapaz de proceder sin
degradar y devaluar los modos de ‘ganarse la vida’ antaño efectivos y que, por
consiguiente, no puede sino privar de su sustento a quienes ejercen dichas
ocupaciones)”[2].
Según
Guy Bajoit[3],
el cambio cultural está relacionado con la adopción de nuevos principios y
valores, así como la superación de discursos y relatos culturales que han sido
utilizados durante mucho tiempo por las sociedades. Estas representaciones del
mundo les han dado un sentido último a los miembros de las sociedades, así como
una historia colectiva junto con una teleología fundamental.
¿Cuál es la salida que se vislumbra en
medio de tanta incertidumbre e insania muchas veces generada por el mismo
Estado peruviano? ¿Es legítima la defensa (autodefensa) del individuo por muy
exacerbada que esta sea?
Al
parecer, en un escenario posviolencia política, donde el Estado no puede asumir
ni siquiera con eficacia su rol de garante de la vida y propiedad, podemos
esperar más actos desesperados y esquizoides de los individuos sin control.
Jaime
Gamarra Z.
[1] SAGASTI, Francisco et ál. Democracia y buen gobierno. Tercera
edición, corregida y aumentada. Lima, Apoyo, 1999, pp. 34/35.
[2] BAUMAN, Zygmunt. Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Barcelona, Paidós,
2005, p. 16.
[3] BAJOIT, Guy. Todo cambia.
Análisis sociológico del cambio social y cultural en las sociedades
contemporáneas. Santiago de Chile, LOM, 2003.