viernes, 17 de diciembre de 2021

Historia del fútbol peruano

 


Apuntes históricos sobre la definición del campeonato limeño de fútbol de 1934

 

José Carlos Rojas Medrano[1]

 

En los últimos tiempos, el título de 1934 (el Tetracampeonato para la gente de Alianza Lima) ha sido objeto de una ardua disputa, sobre todo mediática, entre los equipos más populares del país. Los argumentos principales en contienda señalan que, en el caso de Alianza Lima, el partido jugado el 7 de julio de 1935 solo definía el campeonato de primeros equipos de 1934, pues ya habían ganado el título de campeón de clubes (o absoluto), mientras que para los merengues dicho encuentro sí representó el máximo trofeo de ese año.

El tratamiento, para esclarecer este hecho deportivo, se ha dado a partir del análisis de los boletines oficiales de la FPF, que los diarios de la época reproducían fidedignamente. No hay ninguna contradicción sobre los contenidos de dichos documentos entre los distintos periódicos. En este sentido, tienen el valor probatorio correspondiente. De esta manera, respecto del aspecto formal y legal son bastante contundentes las pruebas que señalan al conjunto blanquiazul como el campeón absoluto y a Universitario como el campeón de primeros equipos (un título menor según las bases que regían en aquella época). No obstante, ha habido poco interés en otros ámbitos (distinto al de los boletines) que pueden darnos algunas luces complementarias a este engorroso episodio del fútbol peruano.

En este espacio quisiera analizar, brevemente, las reacciones, las intenciones y los discursos que construyeron personas ligadas a Universitario ante la derrota del 18 de noviembre de 1934 y el posterior partido definitorio del 7 de julio de 1935, así como el desarrollo de la información que sobre estos eventos realizó parte de la prensa.


¿Aceptó Universitario la legitimidad del título absoluto obtenido por Alianza Lima?

A la última fecha del campeonato, la U llegó como favorito, pues solo le bastaba empatar su partido de reserva contra el conjunto victoriano para calificarse como el campeón de clubes. Mientras tanto, Alianza Lima necesitaba imperiosamente ganar los dos clásicos (de primeros equipos y reserva) para coronarse por cuarta vez consecutiva campeón de primera división. Previamente a este encuentro no existen comentarios de los actores de los clubes ni de la prensa, respecto de que no era tan “justo” que alguno de ellos sea campeón con una fracción de puntos dada por su equipo de reserva. Los medios de comunicación, más bien, estaban interesados en resaltar que era muy probable que la juventud del equipo crema jubile a los viejos cracks blanquiazules, aunque también existía la posibilidad de una hazaña de los aliancistas. La prensa jugaba con estas alternativas para generar una gran atención en el aficionado futbolero.

Como sabemos, Alianza logra clasificarse campeón absoluto de 1934 al vencer a Universitario por 2-0 en sus reservas y 2-1 en los primeros equipos. Para Universitario esas derrotas causaron una tristeza y desazón en sus dirigentes, jugadores e hinchas. Fue un golpe anímico muy duro. Las críticas al interior del club no se dejaron esperar. A partir de esta tragedia deportiva se fue deslizando un doble discurso en un sector de la dirigencia. En un primer momento, el exjugador y dirigente en funciones, Plácido Galindo, tiene palabras de consuelo y resignación para con sus aficionados, haciendo un llamado a la tranquilidad y a que vendrán tiempos mejores. “Sé muy bien el profundo efecto que ha causado en el círculo de nuestros parciales las derrotas que experimentamos frente a nuestros clásicos rivales, pero es necesario resignarse. Hay que saber perder y tener siempre presente que las lamentaciones a nada conducen. Ya vendrán otras oportunidades” (La Crónica, 22/11/1934).

Sin embargo, paralelamente a estas ecuánimes declaraciones, se comienza a construir otro discurso menos conciliador y, además, contrario a las bases y reglamentos vigentes en el campeonato. El centro de su argumento pasa por deslegitimar el título absoluto de Alianza, en la medida en que consideraba que el campeonato de primeros equipos debería ser el más importante y no la tabla general donde se le agregaban puntos de la reserva. No le parecía justo. “Siempre he comentado risiblemente las reglamentaciones de nuestros dirigentes que tienen mucho de irreal e impráctico. El caso del llamado ‘Campeón de Clubs’ es uno de los más típicos … Hemos sostenido que el Campeón debe ser el que obtenga mayor puntaje, exclusivamente con su cuadro de Primera División, que es el equipo que da nombre y prestigio al club” (Ibíd), afirmaba Plácido Galindo.


¿Cuál fue la intención principal de la U en su reclamo ante la FPF?; y ¿por qué se alarga la definición de primeros equipos?

El malestar de la gente de Universitario por cómo se había perdido el campeonato, entonces, lleva a que Plácido Galindo formule un reclamo en las instancias de la Liga. Lamentablemente, las actas de esa solicitud no se publicaron, pero, a partir de las declaraciones de los actores involucrados, podemos conocer el tenor de ese reclamo.

Galindo afirma que, al estar empatados en el campeonato de primeros equipos, el desempate debería significar al campeón (absoluto). En su razonamiento, los equipos principales deben tener el mayor peso, y es eso lo que busca en su pedido. “Ante esta emergencia, lo lógico sería que, para designar al campeón, se tome en cuenta el resultado del obligatorio match que deben jugar Alianza y la U por el desempate del torneo principal, que es de los primeros equipos” (Ibíd). Queda claro que a Galindo no le interesaba disputar este desempate solo para dilucidar el campeonato de primero equipos, lo que equivalía a aceptar que Alianza ya era el campeón de clubes, sino fundamentalmente su motivación y deseo apuntaban a obtener el galardón máximo, el trofeo absoluto, en la medida en que se aceptara la totalidad de su reclamo.

Esta posición maximalista y contraria a las bases por parte de la U es corroborada por el delegado de Alianza Lima, Jorge Sarmiento. Las declaraciones del dirigente íntimo son muy reveladoras respecto de lo que buscaba la institución merengue. Manifiesta un profundo rechazo a sus opiniones que cuestionan las bases actuales (en la medida en que no le conviene), pero no lo hizo, por ejemplo, cuando en el torneo de 1933 la U salió beneficiada con ese sistema de puntos, pues le dio la posibilidad de llegar con opciones del título al partido final con Alianza. “Debe recordar (Galindo) que el Universitario el año pasado debido a su reserva, consiguió llegar a disputar la final del campeonato con nosotros y sin embargo nosotros no reclamamos”, afirma Sarmiento (La Prensa, 27/11/1934).

En otro punto de la entrevista, se confirma que la U quiere que el partido de desempate (que, además, no era obligatorio, ya que no estaba reglamentado) se juegue por los puntos, con lo cual si ganara se convertiría en el campeón absoluto en la tabla general. Esta posición de la institución crema, fuera de las normas que regían el campeonato, fue rechazada de manera rotunda por el dirigente e ídolo aliancista, Sarmiento. A lo más podrían ceder en jugar el título de Primera (primeros equipos).

“A pesar de que los reglamentos no especifican, ni obligan a jugar esta revancha, parece que los universitarios, están convencidos de que se debe jugar, pero nuestro cuadro de ninguna manera jugará los puntos del campeonato. Y pueden adelantarle, sin que esto sea oficial, que haré gestiones para que mi club ceda al Universitario el título de campeón de Primera división … el orgullo de los aliancistas está en que han ganado el campeonato en la cancha” (Ibíd).

Debemos precisar que cuando se hace alusión al título de primera división se está refiriendo al de los primeros equipos. Esto queda perfectamente clarificado cuando, en su última intervención de dicha entrevista, Sarmiento critica a Galindo por poner en duda que Alianza es el verdadero campeón, recalcando, para que no queden dudas, que el empate en puntos en los primeros equipos no invalida el título absoluto.

“Me parece algo extraño que se quiera dudar de que el Alianza Lima es el verdadero campeón del fútbol de Lima, y se pretenda desvirtuar por un dirigente el legítimo triunfo de nuestro cuadro. El que los dos clubs tengan igual número de puntos en la primera no es óbice para que se nos reconozca como campeones absolutos” (Ibíd)

La oposición de Alianza, entonces, frustra la pretensión extremista de la U de jugar por los puntos. El Comité de la Liga busca una solución intermedia y establece que se juegue un desempate, de los primeros equipos que estaban igualados, pero que no modificaba la tabla general, pues Alianza ya lo había ganado reglamentariamente. No había forma de variar esa realidad. Por eso, en ningún boletín, declaración periodística de los actores involucrados o comentarios de cronistas deportivos existe evidencia alguna de que hayan cambiado las bases para jugar nuevamente por el título absoluto.

Cerrado el camino legal, la U prácticamente pierde todo interés en jugar ese encuentro, ya que solo podía aspirar al título de primeros equipos. En ese sentido, priorizó giras a provincia (para recaudar), descanso a sus jugadores o el reclamo pendiente, junto al Alianza, respecto a un dinero que les debía la FPF por la participación de sus jugadores en el campeonato sudamericano (1400 soles), y por el 50 % de las utilidades de la recaudación de la taquilla. Esas pasan a ser sus preocupaciones principales y no el desempate con Alianza para un título secundario.

El 20 de febrero de 1935, la Liga de Lima, a partir de su boletín 164, zanjó cualquier posibilidad de cambios de reglamentos a último momento, ratificando que el desempate entre Alianza y la U sería por el campeonato de primeros equipos. Todos los hechos que siguen en los subsiguientes días, semanas y meses, hasta la concreción de dicho encuentro (7 de julio de 1935), se dan bajo ese manto de legalidad, aunque no necesariamente pasa lo mismo en otro plano de la realidad.

Así, por ejemplo, las opiniones de un dirigente universitario son muy reveladoras respecto del poco interés que existía en la dirigencia crema para jugar dicho partido que pertenecía a los primeros equipos, según sus propias palabras. “La Liga Provincial de Lima no puede obligarnos a nada. Y si pactara el match de desempate que falta en el Campeonato de Primeros Equipos, entonces nuestro club preferiría abandonar su opción” (La Crónica, 06/05/1935). La U suspendía una y otra vez las fechas que la Liga estaba coordinando, lo cual hacía notar que a la institución organizadora le era difícil imponer un poder mínimo a los clubes. “La Liga se dispone a sentar el peso de su autoridad. Fijará la fecha para el match Alianza – U, y si los ‘cremas’ no la aceptan, se les declarará perdedores” (La Crónica, 07/05/1935).

Por otro lado, un medio de comunicación conversa brevemente con un representante de la Liga, y este manifiesta las varias posibilidades de resolver la definición del torneo de primeros equipos, dejando una afirmación absolutamente contundente: aun cuando se dispute o no este partido, Alianza ya era el Campeón de Club. “Tienen la firme decisión (los dirigentes de la Liga) de respetar su anterior acuerdo. En caso de que el Alianza acepte jugar el domingo, y la U no lo quiera, se declarará campeón de primeros equipos al Alianza, que ya lo es Campeón de Club. Y si ambos clubs no responden nada a la Liga, entonces una vez pasadas las 7 de la noche, se declarará desierto el título, lo que significaría un fracaso rotundo de autoridad de la Liga de Lima” (La Crónica, 14/05/1935). No cabe duda de que el título absoluto estaba en manos de Alianza, pasara lo que pasara en esa definición. Un detalle que se puede observar es que el interés permanente de la Liga de Lima, de que se lleve a cabo este desempate, pasa por mostrar su capacidad y autoridad de hacer prevalecer sus mandatos. Eso es lo que estaba en juego para esta institución.

Si le hubiesen concedido a la U la posibilidad de pelear el trofeo principal de clubes y no solo el de primeros equipos, dudo mucho que los directivos merengues hayan tenido la actitud de postergar el desempate indefinidamente (rechazándolo en muchos casos), cuando era eso lo que buscaban denodadamente: quebrar el predominio futbolístico de Alianza sobre ellos. El interés de Alianza Lima, por su parte, era bastante reducido deportivamente, pues ya habían ganado el título absoluto, tal como muestran las evidencias tanto legales (boletines) como periodísticas. El atractivo de ese partido, para los íntimos, pasaba básicamente por lo económico. Recordemos que existían premios para el campeón de clubes (100 soles), primeros equipos (80 soles) y reserva (40 soles). Ya habían ganado 140 soles y no les venía nada mal 80 soles extra, más un porcentaje importante de la recaudación de la taquilla.


La teoría de los dos campeones de 1934: la pugna entre el “ser” y “deber ser” deportivo

Después del pitazo final del clásico del 18 de noviembre de 1934 y a partir de su reclamo a la Liga de Fútbol de Lima, Universitario fue construyendo un argumento donde deslizaba la idea de que, al estar empatado con Alianza, en los primeros equipos, en la práctica habría dos campeones de primera división. Asimismo, si no se aceptaba su reclamo de jugar por los puntos nuevamente, señalaban que podríamos tener una figura, si ganaba la U, también de dos campeones: uno de clubes (Alianza) y otro de primeros equipos (Universitario). Hay dos elementos que utiliza la U para cuestionar la legitimidad de la definición de los campeonatos de esa época: por un lado, la participación de los equipos de reserva en la suma de puntos de la tabla general, y, por otro, la idea misma del campeón de clubes.

“Tenemos el caso actual, que, mientras Alianza exhibe el título de ‘Campeón de Club’ por un cuarto de punto conquistado al vencer su reserva a la nuestra, en realidad, lo único que consiguió el domingo con su primer cuadro fue empatarnos en 21 puntos. Tácitamente existen pues dos campeones de Primera División. Cuando juguemos el obligatorio desempate podrían presentarse muchas situaciones curiosas. Si nuestro equipo vence al Alianza tendríamos en casa un campeón de Primera División real y efectiva que sería la U y un campeón falso de clubs el Alianza Lima, y todo esto a mérito de una absurda disposición reglamentaria. En mi concepto no puede haber nada más paradójico, y que en fin de cuentas se ha dado en llamar jubilosamente ‘Campeón Absoluto’”, declara Plácido Galindo para un diario limeño (La Crónica, 22/11/1934).

Para Galindo, lo “idóneo” y “justo” es que solo sean válidos los puntos que logren los equipos principales. Es por eso, según el razonamiento del dirigente, que, ante la disyuntiva de tener dos campeones, el verdadero sería el de los primeros equipos y no el absoluto –como señalan las reglas–. Como podemos observar, todo el desarrollo que hace Galindo está en el plano del “deber ser”, esto es, lo que debería ser lo más justo para un campeonato. Lamentablemente, para sus intereses, esta interpretación no pudo establecerse reglamentariamente ni al comienzo del torneo ni en la definición. En otras palabras, los directivos de Alianza y la Comisión de la Liga hicieron prevalecer el plano del “ser” (las bases aceptadas y vigentes).

Conforme fue acercándose el partido definitorio de los primeros equipos, esta teoría recobra nuevamente fuerza. A pocos días de la final, un sector de la prensa vuelve a desarrollar este enfoque de los dos campeones. Es casi un calco de los argumentos de Galindo, aunque a diferencia de este, el periodista no es tan categórico en señalar que el título de los primeros equipos es más importante que el de los clubes. Deja abierta la discusión al juicio de los aficionados al fútbol. No obstante, colabora en sembrar la duda de quién es el verdadero campeón, así como se hace eco al cuestionamiento de las reglas de juego que imperaban en esos momentos.

“Y sobreviene un caso raro, que puede ser un contrasentido. Supongamos que la U gane el domingo. ¿Qué sucedería? Nada menos que dos campeones en Primera División: el Alianza campeón de clubs; y la U, campeón de primeros equipos de Primera División. ¿Cuál laurel sería el más preciado? ¿Cuál de los dos clubs podría vanagloriarse de su primacía en la División?” (La Crónica, 02/07/1935).

Por otro lado, el jugador de Universitario, Mario Pacheco, a un día de la final, manifiesta su disconformidad con la reglamentación a la cual llama absurda. Para graficar estas malas reglas, según su sentir, pone el ejemplo de una final del campeonato de Intermedia donde Melgar fue el campeón de primeros equipos, pero el Club Sport Progreso lo fue en la tabla absoluta gracias a su reserva y, por lo tanto, ascendió de categoría. Esta es una prueba palpable de que eso podía ocurrir, pues era lo que mandaban las bases, nos guste o no. Vuelve a insistir con la tesis de que, si ganan ese partido, ellos serían los campeones “verdaderos”, aun cuando las normas digan lo contrario. Asimismo, recomienda que en el futuro solo los puntos de los primeros equipos valgan para definir al campeón.

“No pueden ser más absurdas (las reglamentaciones). Si gana la U, como lo espero, ¿quién será el campeón de primera división? Indudablemente, la U. Para lo futuro hay que variar la reglamentación del campeonato, para que no se dé el caso del Melgar que, en Intermedia, ha obtenido su primer equipo el máximo puntaje, pero como su reserva no ha hecho otro tanto, resulta el Progreso campeonando. Lo que debe valer, para juzgar el poderío de un club, es la clasificación del primer equipo”, manifestó el jugador universitario (La Crónica, 06/07/1935).

Lo más importante de esta nota periodística, y la declaración de Pacheco, es que nos muestra que, en la última semana antes del encuentro definitorio, no existe un mínimo indicio de que se haya aceptado algún reclamo de la U, que lleve a modificar la tabla de los clubes, a partir de la definición de los primeros equipos. Corrobora, una vez más, que Alianza había obtenido definitivamente la corona principal. El tenor de las opiniones de los miembros de la U, o la prensa, sigue siendo de crítica a lo establecido, una negación de las reglas.


¿Cuál fue el tratamiento de la prensa poco después de la definición de 1935?

En el mes de agosto, Lima recibe la visita del Club Magallanes de Chile, vigente bicampeón del fútbol mapochino. Venía a medir sus fuerzas con los clubes peruanos: Alianza Lima, Universitario y Atlético Chalaco. La disputa entre los equipos peruanos y chilenos nos da un ejemplo de cómo siguió utilizándose el término campeón de manera indistinta, para referirse tanto al Alianza como a la U, por parte de los medios de comunicación de la época. Ambos son presentados como campeones de Lima en sus encuentros con el conjunto sureño, tal como se muestra en las fotos. Es importante señalar que, en muchos casos, se siguió puntualizando a la U como el campeón de primeros equipos, pero en otros se va simplificando como campeón a secas. Parte de la prensa hace suyo este juego de nombrar dos ganadores, sea por una preferencia hacia la U o por un tema de publicitar mejor los encuentros cremas con rivales internacionales. Todo esto fue abonando a la distorsión histórica a lo largo de las décadas siguientes.






Reflexiones finales

El consenso general aliancista, a partir de los diversos escritos que se han publicado sobre el tema, sostiene que, prácticamente, no hubo mayores inconvenientes en la época de las definiciones (el tema estuvo claro desde el inicio) y, más bien, en años posteriores (hacia las décadas del 70 y 80) es donde aparece el debate histórico de quién poseía el máximo galardón, así como las referencias periodísticas que señalan al club merengue como ganador de esa contienda.          

Sin embargo, en este texto, lo que intento mostrar es que desde el comienzo hubo un intenso debate, cuestionamiento y pugna dirigencial, por parte de los actores involucrados, fundamentalmente del lado de la U; en el cual la prensa ayudó a establecer un sentido común de dos campeones paralelos, aun cuando las reglas de juego vigentes reafirmaban la jerarquía de los títulos obtenidos (el absoluto como el principal, mientras que el de los primeros equipos como secundario).

La estrategia que utilizó la U pasó por deslegitimar la forma como se obtenía el campeonato absoluto, donde los equipos de reserva jugaban un papel importante, ya que colaboraban con una fracción de sus puntos a la tabla general. En un primer momento, este club buscó una salida legal a partir de su reclamo maximalista de jugar por los puntos, lo que le permitía, si ganaba, ser el campeón no solo de los primeros equipos, sino también del absoluto. En la medida en que esto no prosperó, los dirigentes apuntaron a relativizar y socavar la jerarquía de los títulos, esto es, el trofeo absoluto no era superior al de primeros equipos, sino al revés. El plano ideal y del “deber ser” deportivo (el campeón real debería ser el que gane el torneo de los conjuntos principales) fue tomando fuerza y protagonismo respecto a la estructura normativa que regía el campeonato limeño (el plano del “ser”).  

Esta interpretación, distinta a las bases vigentes, tuvo una acogida muy importante en los medios de la época, que coadyuvó a potenciar la idea de que habría dos campeones e, incluso, la imagen de un mayor valor en el título de los primeros equipos. En otras palabras, parte de la prensa no se alineó a lo que señalaban las normas, pues no puso énfasis en sus redacciones designando a un solo campeón (el absoluto). Más bien, mantuvo esta dualidad permanentemente. Al principio, para el caso de la U, podía encontrarse tenuemente alguna referencia, en el interior del texto informativo, al término primeros equipos (para indicar a qué categoría de campeón le correspondía); pero también en paralelo podía utilizarse el vocablo de campeón (a solas) en algunos titulares de las notas periodísticas o en la publicidad de los encuentros de fútbol.

Conforme pasaron los años, el nombre de campeón de primeros equipos (ya de por sí la utilización era escasa) se dejó de lado definitivamente, en la medida en que el formato del campeonato cambió ostensiblemente desde 1935. Fue perdiendo gradualmente su utilidad periodística, pues ya no era entendido por las nuevas generaciones de lectores. Por ello, se consolidó la denominación de campeón de primera división (similar al uso genérico para designar al campeón en cualquier época posterior a estos hechos), cuando en algunas ocasiones se hacía alusión a lo que había ganado la U en 1934. Entonces, si bien en un comienzo (1934 y 1935) cierta prensa se sumó a una campaña poco precisa respecto de quien ostentaba esta máxima corona, el tiempo y la propia evolución de la noticia jugaron a favor de acrecentar esta duda histórica.

No obstante, en el ámbito institucional, podemos encontrar huellas de que el club Universitario no contabilizaba el título de 1934, pues legalmente no le correspondía (Revista Universitario de Deportes, N° 11, Año I, 24/12/1949). Y así como este ejemplo hay muchos más en periodos posteriores. Las esferas institucional y mediática, entonces, no mostraban la misma información sobre este episodio. Marchaban todavía por cuerdas separadas. Más adelante en el tiempo se van a unir. Al Alianza Lima, por su parte, nunca se le dejó de llamar campeón de 1934, pero en muchas ocasiones tuvo que compartirlo con la U en el ámbito periodístico.

Para las décadas del 70 y 80 las condiciones estaban maduras para dar el paso final a favor de los intereses de Universitario. En esa época se va afianzando una mayor exposición pública en los medios indicando a la U como el campeón de 1934, aun cuando podemos encontrar casos contrarios donde no siempre aparece citado ese palmarés en alguna nota de diarios o revistas. Pero la tendencia es bastante clara: se fue revirtiendo y dejando de lado, poco a poco, la mención mayoritaria al Alianza Lima como el campeón de 1934, que había ostentado durante varias décadas posdefinición de 1935. La U se fue haciendo dueña de ese título, en solitario, en el sentido común de los aficionados, producto de una mayor presencia mediática y no por una resolución que pruebe que efectivamente había obtenido el trofeo absoluto.

Las clásicas enciclopedias de fútbol que aparecen a finales de los 80 y principios de los 90, escritas por los periodistas Teodoro Salazar, Lorenzo Villanueva y Enrique Roel, son muy sintomáticas de la nueva realidad sobre este título en cuestión. En el caso de los libros que corresponden a la historia de Universitario (Lolo, ídolo eterno; U, enciclopedia de los campeones e ¡…Y dale U!) muestran claramente a la institución crema como los campeones de 1934. En cambio, la enciclopedia sobre los íntimos (¡Arriba Alianza!), así como el texto 200 clásicos de historia. La tragedia colocan al Alianza Lima solo como tricampeones (1931, 1932 y 1933). El título de 1934 se fue perdiendo de los anales aliancistas. Este círculo se cierra aún más con la publicación del libro, Federación peruana de fútbol. 75 aniversario (1997), del periodista Roberto Salinas, en el cual indica que dicho galardón es de Universitario.

Uno de los factores que explican cómo se llegó a esta situación final tiene que ver con la constitución de una dirigencia crema más combativa y fuerte que el de los victorianos y que, además, tuvo mejores nexos y relaciones con el poder deportivo nacional, así como una importante predominancia en el periodismo deportivo. Los dirigentes de Alianza, por su parte, no prestaron mucho interés, en estas décadas de confusión, por tratar de zanjar el tema, dejando que la desinformación vaya creciendo. La memoria histórica, por parte de los blanquiazules, recién se viene recuperando a partir de la alerta del exdirigente e historiador del club, Armando Leveau, a fines de los 90, y con la publicación del Libro de oro de Alianza Lima (El Comercio), a propósito de la celebración del centenario del club (2001), donde se presentan pruebas importantes que reivindican dicho título.

En suma, la etapa de las décadas del 70 y 80 no es el punto de inicio del desconcierto histórico, tal como se ha venido señalando, sino el momento final, la culminación de todo un proceso que comenzó con el pitazo final del clásico del 18 de noviembre de 1934.

 



[1] Politólogo por la PUCP y con estudios en Programa de Entrenador Juvenil (Licencia B-FPF). Ha escrito varios libros sobre política, música popular y fútbol.