martes, 17 de enero de 2023

PERÚ: ESTADO POLICIAL Y ESCALADA DE VIOLENCIA SIN CONTROL

 

PERÚ: ILEGITIMIDAD DEL PODER, VIOLENCIA DE ESTADO Y PROTESTA DE LOS EXCLUIDOS  

 

El Perú vive un momento político de confrontación, polarización y radicalización. Este conflicto tiene orígenes políticos en la no representación e ilegitimidad de un Gobierno que un 71 % de ciudadanos no aprueba. La limitada legitimidad o ilegitimidad del Gobierno desde sus orígenes lo ha llevado a sostenerse en la convivencia pactada con las mayorías en el Congreso y las Fuerzas Armadas, constituyéndose en un triunvirato sin base social. La ilegitimidad en el ejercicio del poder del Gobierno ha llevado ante las protestas, por un lado, a un mayor endurecimiento en el uso de la fuerza que ha generado como efecto la pérdida de la vida de casi 50 ciudadanos y más de 500 heridos, y, por otro lado, enrumbarse en una obsesiva acción de construir la legitimidad a través del ofrecimiento de proyectos de inversión, bonos, títulos de propiedad y más inversión, no obstante ser un Gobierno de corto tiempo y de transición.

La protesta ante la ilegitimidad del poder, tan pronto asumido el Gobierno, ha politizado contextualmente a la población que se viene movilizando por miles en diferentes regiones del Perú y, en especial, en el Sur, dado que no reconocen a Dina Boluarte como presidenta por lo cual piden su renuncia y que se convoque a una asamblea constituyente. El endurecimiento, la violencia y el uso de la fuerza por parte del Gobierno y el Estado, la legitimación del uso de la fuerza, la impunidad y el discurso del terruqueo y de deslegitimación de la protesta reduciéndola a manifestaciones de “vándalos”, “violentistas” y “terroristas” han generado el efecto previsible: una mayor radicalización y polarización que se traduce en indignación, rabia y molestia de los protestantes que luego de una segunda ola de protestas se vienen movilizando hacia Lima. La legitimación del uso de la fuerza y cubrir la violencia con un manto de impunidad se ha legalizado a través de la declaratoria de estados de emergencia que se sostienen sobre informes reservados de inteligencia.

La deslegitimación de la protesta por parte del gobierno autoritario, las mayorías en el Congreso y sectores de clase privilegiada en el Perú y en Lima ha llevado además de la confrontación política a una confrontación social. En efecto, la polarización confronta a clase sociales; "indios", indígenas, nativos, mestizos, blancos; limeños y provincianos; pitucos y cholos e "indios", y alienados –el 25.59 % de la población (5 935 713) se reconoce como quechua, aimara y nativo o indígena de la Amazonía, 60.20 % como mestizo (13 965 254) y 5.9 % blanco (1 366 931) y 8.31 % otros reconocimientos (afrodescendiente, Nikkei)–; amigos y enemigos; refleja nuestras fracturas sociales históricas, culturales y geográficas, nuestros odios, nuestros orgullos, nuestras esperanzas frustradas. Es la historia de nuestra república fallida y nuestras heridas coloniales.

Así, más allá de la deslegitimación el rostro de quienes se movilizan, se trata de una mayoría de quechuas, aimaras, nativos, indígenas y mestizos del Perú y en especial del Sur, quienes eligieron a Castillo y en las urnas alcanzaron el 84.64 %. De esta manera, Castillo representó la esperanza de millones que establecieron un vínculo político mediado por factores étnicos culturales y de orígenes de clase, “Castilllo es como yo, conoce la pobreza y viene de una familia de campesinos”. Esta esperanza y la afección hacia Castillo ya en el gobierno se transformaron rápidamente en desesperanza y desafección. Se trata, entonces, de una esperanza frustrada por décadas.

Lo cierto que el rostro de millones expresa la esperanza frustrada por gobiernos que fueron elegidos prometiendo cambios y se terminaron de alinear a los grupos de poder económico y a las mafias en la política que han capturado los poderes del Estado.

 

Soc. José Antonio Lapa Romero

 


TRAGEDIA PERUANA

 

Horror, indignación y estupor. Parecía difícil imaginar que la escalada de violencia estatal llegara hasta esos extremos a fines de 2022. No obstante, si nos detenemos a revisar la historia del Perú del siglo XX vemos que es una constante la violencia indiscriminada del Estado en contra de los grupos subalternos de la sociedad peruana (trabajadores, pueblos originarios, mujeres, etc.). De esta forma, durante la llamada República Aristocrática, a comienzos del s. XX, los primeros intentos de organización y de reivindicación del movimiento obrero peruano fueron rechazados con inusitada violencia por el Estado policial. Y esto se dio en Lima y en otras ciudades importantes del país. La conquista de las 8 horas en todo el país les costó la prisión, la persecución, el exilio y la muerte a cientos de trabajadores peruanos. Los anarcosindicalistas fueron los primeros en padecer las persecuciones y el exilio. Luego, llegaron los apristas y los comunistas en la década de 1930.

En Perú, la estructura básica de la sociedad peruana está conformada por lacras sociales muy arraigadas como la discriminación racial, el autoritarismo, el machismo, etc. Son problemas sociales que se originan incluso antes de la república peruana en 1821. Científicos sociales han señalado que en Perú existen ciudadanos de primera clase, con todos los privilegios, que representan una minoría de la población (asentados, principalmente, en Lima); y ciudadanos de segunda y tercera clase, invisibilizados por el Estado y la sociedad (habitantes del área rural, en la Sierra y en la Amazonía).

Y ahora, en las postrimerías del año 2022 ocurría una represión espantosa –que ya va ocasionando medio centenar de fallecidos y cientos de heridos– de parte de la policía peruana. Tan deplorable que incluso organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional verificaron imágenes de policías disparando bombas lacrimógenas directamente y a corta distancia de los cuerpos de los manifestantes en Lima. Asimismo, la ONG recibió varias denuncias de abuso desproporcionado de agentes del Estado en un contexto de estado de emergencia.

Macartismo trasnochado

Para las clases altas peruanas, la prensa (grupo El Comercio) y los poderosos gremios empresariales la Guerra Fría aún no ha terminado. La amenaza “roja” es real y su erradicación se ha vuelto muy acuciante. Hoy en día, la policía peruana y el Gobierno aseveran que los grupos subversivos (MRTA y Sendero Luminoso) estarían detrás de las protestas sociales en contra del gobierno de Dina Boluarte. No hay que ser un perspicaz analista político para darse cuenta de que se trata de deslegitimar, a toda costa, la protesta de la ciudadanía al resucitar a organizaciones derrotadas militarmente en la primera mitad de los 90.

Durante las últimas elecciones presidenciales (2021), el expresidente Pedro Castillo y toda la izquierda peruana fueron tildados de amenaza comunista y, eventualmente, de terroristas por la gran prensa y la derecha. Los poderosos gremios empresariales, agrupados en la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep), y la gran prensa cerraron filas alrededor de la heredera de la dinastía Fujimori. Hasta el “libertario” novelista autor de La ciudad y los perros y La casa verde le brindó  su apoyo sin reservas a la hija del dictador. Nosotros nos preguntamos absortos ¿un libertario puede apoyar a un proyecto autoritario y populista de extrema derecha, es decir, de carácter liberticida? O Vargas Llosa siempre fue autoritario o es un farsante.

El triunfo de Castillo, con el apoyo de toda la izquierda y del gremio de profesores, despertó el abierto racismo y las prácticas antidemocráticas no solo de la derecha peruana, sino de las clases altas y de buena parte de las clases medias. La oposición de ultraderecha (el fujimorismo, básicamente) no reconoció el triunfo de Castillo y esgrimió la narrativa del fraude electoral durante varios meses. En el fondo, no podía concebir cómo un profesor de primaria mestizo y de extracción campesina pudo derrotar a la alianza de gremios empresariales, mass media y fujimorismo. La abierta confrontación y los intentos de vacancia, de parte del Congreso, controlado por la extrema derecha, dieron sus frutos cuando Castillo fue vacado, finalmente, el 7 de diciembre con los votos de congresistas no solo de derecha, sino también de izquierda en una muestra de tragicomedia y deslealtad inéditas. Por otra parte, el expresidente, hoy detenido y acusado de sedición, no se mostró muy acorde a la ética y la lealtad, al desembarazarse –luego de un año de gobierno– resueltamente de sus aliados que lo llevaron a la presidencia (el esperpéntico partido “marxista” de Perú Libre).

Guerra civil

No pocos peruanos contemplan un escenario devastador de guerra civil, si la escalada de violencia continúa. Es decir, Perú sería consumido por una debacle social sin precedentes después de 200 años de vida republicana y de la violencia política del periodo 1980-2000 en el cual murieron miles de peruanos, sobre todo campesinos quechuahablantes que tuvieron la desgracia de quedar entre dos fuegos: el de la organización milenarista Sendero Luminoso y el de las Fuerzas Armadas.

La salida para los aliados ultraderechistas del Gobierno es, por supuesto, liquidar la disidencia y a los “vándalos” que protestan sin ninguna razón.

Desde nuestra perspectiva, es apremiante convocar a los sectores progresistas y democráticos de la sociedad peruana para luchar contra las fuerzas retardatarias y oscurantistas (filofascistas), de espaldas a las grandes mayorías del país. El gobierno actual está totalmente deslegitimado y manchado por la sangre de compatriotas, asesinados solamente por protestar y, en algunos casos, víctimas colaterales. Esto lo debe conocer la comunidad internacional. El Estado policial es hoy en día implacable y arbitrario. Las muertes de estos peruanos no deben quedar impunes y el gobierno peruano tiene que dejar de criminalizar la protesta social.

 

Márlet Ríos



Manifestación de repudio a la violencia del Gobierno, Piura, enero 2023.