PEDRO DEL PUEBLO, EL CONGRESO DE NADIE Y LA RULETA
RUSA ELECTORAL
En redes sociales y otros espacios es común
escuchar la frase “Pedro Castillo es el presidente del pueblo” y que habría
sido víctima de un complot para sacarlo del poder. Dejemos de lado las teorías
de conspiración y las retóricas plañideras de la izquierda peruana, y
enfoquémonos en la supuesta popularidad de Pedro Castillo. ¿Fue realmente un
personaje muy popular?
Según datos oficiales de la ONPE, en la
primera vuelta de 2021 Castillo obtuvo poco más del 15 % de los votos emitidos,
cifra inferior al 18,71 % que representaron los votos nulos y en blanco. Si
tomamos en cuenta solo los votos válidos, evidentemente su proporción aumenta,
pero no significativamente: alcanzó apenas el 18,92%. Ese porcentaje le
permitió pasar a la segunda vuelta frente a Keiko Fujimori, quien obtuvo un
todavía más bajo 13,41 %. La imagen de Castillo como un líder de masas es,
pues, falsa. Lo que en realidad reflejan estas cifras es que, gracias al pésimo
diseño del sistema electoral peruano, candidatos con escaso respaldo y gran
nivel de rechazo pueden llegar a la segunda vuelta.
Esta perversión del sistema es aún más grave
en las elecciones parlamentarias. Perú Libre y Fuerza Popular obtuvieron apenas
el 9,73 % y 8,23 % de los votos emitidos, respectivamente, pero esos
porcentajes les bastaron para convertirse en las principales fuerzas del
Congreso, con 37 y 24 escaños. Si consideramos que un 12,95 % de los votos
emitidos fue para partidos que no pasaron la valla electoral y que los votos
inválidos alcanzaron el 18,71 %, resulta evidente la escasa representación de
los partidos que dominan el Parlamento. Y son precisamente estos grupos los que
más han contribuido a destruir lo poco que quedaba de institucionalidad
democrática en el país.
¿Cuáles son las causas de esta desgracia? Una
de las principales es la proliferación de partidos políticos: agrupaciones sin
ideología clara ni visión de país, que no son más que cascarones electorales en
busca de una cuota de poder, como quien compra un boleto de lotería o un cartón
de bingo. Lamentablemente, todo indica que el escenario será aún peor en 2026.
En 2021 participaron 23 partidos; en 2026 serán 43. La dispersión del voto en
agrupaciones sin opción real de superar la valla será mucho mayor. Esto
implicará que, para lograr una mayoría congresal, bastará con una proporción
aún menor de votos. Una vez más, los peruanos podrían ser gobernados por
partidos con bajísima representación y nula legitimidad.
Otra posibilidad que parece inevitable es que
Keiko Fujimori –representante de una de las opciones más corruptas y
autoritarias de la política peruana– vuelva a disputar una segunda vuelta. Y,
como ya se ha visto, quien se enfrente a ella podría llegar con menos del 15 %
de los votos emitidos. Como está claro que Keiko jamás ganará una elección
presidencial, el próximo presidente podría ser cualquier improvisado, tan
inepto como el propio Pedro Castillo. Jugaremos nuevamente a la ruleta rusa y
las probabilidades de que salga otra bala serán aún mayores.
La única esperanza que nos queda es que algún
partido mínimamente decente –pedir buenos planes de gobierno ya sería un lujo– o,
mejor aún, la consolidación de un frente democrático con alianzas programáticas,
logre aglutinar el voto ciudadano y ganar de forma contundente. Ojalá que así
sea, pero hasta el momento no existe evidencia que nos permita ser optimistas.
Roberto Valencia