UNA VIDA DE COMBATE.
SEMBLANZA DE MIGUEL TAURO
“Vivir
significa luchar”, dijeron los estoicos hacia el siglo III a. C. Si este
enunciado es acertado, entonces la vida de Miguel Tauro de Lama (1938-2024) ha
representado una constante y decidida lucha contra la injusticia y la
intolerancia de todo tipo. Su vasta trayectoria de militante y activista se
empieza a forjar en los aurorales años de la educación secundaria en la
celebérrima Gran Unidad Escolar Alfonso Ugarte; en los claustros universitarios
de la Universidad Mayor de San Marcos, se cimentará, en compañía de entrañables
amigos y camaradas. Fue en 1955, a los diecisiete años, cuando Tauro se vincula
por primera vez con una célula comunista. Debido a su compromiso y liderazgo
innato, fue elegido secretario general de la Juventud Comunista en 1960 (antes
de la escisión del Partido Comunista Peruano en una rama maoísta y en otra
moscovita). Gran organizador de sindicatos, desde esos años cuando se produce
una apertura democrática (gobierno de Manuel Prado Ugarteche) y saltan a la
palestra diversos actores políticos y sociales que tendrían un gran
protagonismo durante la década siguiente (Acción Popular, APRA Rebelde, Partido
Demócrata Cristiano, movimientos campesinos, etc.).
Con
el objetivo de apoyar a los grupos guerrilleros foquistas, surgidos en 1962,
militantes del Partido Comunista formaron las Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional. El compañero Tauro fue designado como secretario general.
Los
incidentes ocurridos el 11 de enero de 1963, que desembocan en la muerte del
cabo Juan Ingunza, tuvieron una grave repercusión en la vida de Tauro. Estos
hechos representan una auténtica “vuelca de tuerca” dramática. Tauro, quien
disparó mortalmente contra el policía en un acto de defensa propia (según su
propia confesión), fue condenado a 25 años de prisión, pero apela y el Consejo
Supremo de Justicia Militar le rebaja la pena a 15 años, pues considera que no
hubo premeditación, ventaja ni alevosía. De la noche a la mañana, es conminado
violentamente a padecer el infierno de la cárcel en el Perú. En su estancia en
la prisión, convivió con presos políticos de diversas organizaciones políticas
de izquierda y con presos comunes, asimismo padeció el olvido de su
organización y de una sistemática campaña de desprestigio de sus enemigos y de
la prensa oficial. En esos días de gran crudeza, recibió el apoyo moral de
militantes trotskistas (así lo señaló en su libro Confieso que he luchado,
autoeditado en agosto de 2018).
El Instituto de Estudios e Investigación
de Cooperativas y Comunidades (Indeicoc) fue un centro de inspiración
socialista libertaria que se fundó antes del golpe militar de 1968 y operó hasta
la primera mitad de los 70. Luego de ser amnistiado, Tauro frecuenta el
Indeicoc y llega a impartir unas conferencias sobre temas sindicales. En 1978,
fundó, con otros activistas, la Confederación Intersectorial de Trabajadores
Estatales (CITE). En la
primera Convención Nacional de la Cite ese año, logra que, en sus estatutos, la
organización sindical mantenga su independencia frente a los patrones, el
Estado y los partidos políticos. Fue el primer secretario general de esta
central sindical. A raíz de su decidida actividad organizativa, el gobierno
dictatorial de Morales-Bermúdez emitió una orden de captura contra él. Junto
con su esposa e hijo, tuvo que salir del país con dirección al Viejo
Continente.
En Francia, se produce paulatinamente el
“viraje ideológico” y Tauro se vincula con grupos anarcocomunistas como la Unión de Trabajadores Comunistas
Libertarios (UTCL), fundada por el historiador marxista libertario Daniel
Guerin en 1979. Después de la muerte de Guerin, en 1988, Tauro se apartó de la
UTCL desencantado porque esta organización decidió votar por la reelección de
François Mitterrand en 1988. Estuvo algunos años sin militar hasta que en 1998
se incorpora a la CNT francesa, de tendencia anarcosindicalista.
Tauro decide regresar a Perú hacia 2005
y, lejos de gozar de un merecido retiro y descanso en sus “cuarteles de
invierno” (ya contaba con la ciudadanía francesa), logra vincularse con algunas
células libertarias que empezaban a proliferar en Lima. Yo lo conocí en el
2006, pero es en mayo de 2008 cuando fuimos parte de la misma célula
libertaria. Nos reuníamos en el local de la centenaria Federación de Obreros
Panaderos Estrella del Perú, en los Barrios Altos. Editamos regularmente un
periódico de escaso tiraje para difundir las ideas libertarias y para intentar
incidir, de alguna forma, en el movimiento sindical, notablemente dividido y con
preponderancia de la CGTP comunista. Humanidad
también fue vocero y dio testimonio de la labor del gremio de panaderos y
de sus esfuerzos para subsistir. En el local gremial el grupo Humanidad
organizó la conmemoración de los 100 años de la publicación de Horas de
lucha, del insigne escritor anarquista Manuel González Prada.
La historia de vida de un militante y
activista peruano, nacido en 1938, miembro del Partido Comunista en los 60,
organizador de sindicatos, preso político durante ocho años en El Sexto y El
Frontón y sindicalista durante toda su vida; reviste gran interés para todos los
estudiosos de los procesos históricos y sociales en los que se subsumen las
grandes luchas sociales contemporáneas, sobre todo cuando estas se desarrollan
con autonomía, al margen del sacrosanto comité central y de la burocracia
sindical. La lucha contra la “comisariocracia” (tal como lo denunció en su
tiempo Rudolf Rocker) no ha cesado, aunque el Muro de Berlín ya no existe y el
socialismo realmente existente hoy es una antigualla. Además, la lucha contra
la intolerancia sexual está a la orden del día. Para Tauro, definitivamente se
trató de una pelea constante y que sintió muy cercana. Parte de las llamadas
minorías sexuales desde su juventud, él no imaginaba una sociedad libre y sin
Estado, que sea intolerante con los miembros del llamado colectivo Lesbianas,
Gais, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales (LGTBI). Durante los últimos
años de su vida, el compañero Tauro disfrutó plenamente su sexualidad. Nunca
dejó de considerarse libertario, internacionalista y convencido de que el
anarquismo era el proyecto político y cultural más idóneo para la realización
de las aspiraciones y las tendencias de los individuos conscientes y solidarios.
Debido a su disposición para la polémica y algunos rasgos impulsivos de su
personalidad, se hizo de algunos enemigos furibundos. No obstante, intuyo que
incluso ellos, con el tiempo, reconocerán su talante combativo, tenaz e
irreductible. Digno de los viejos y legendarios sindicalistas de épocas
lejanas.