ESTAMOS DE LUTO (DESDE
HACE MUCHO)
In memoriam Inti Sotelo, Jack Pintado y todos los campesinos, estudiantes
y trabajadores asesinados por los agentes del Estado peruano
INTRODUCCIÓN
Parece que, súbitamente, de la noche a la mañana, se ha producido una
metamorfosis chocante y escandalosa como en la celebérrima novela de Franz
Kafka. Como si viviéramos en una sociedad nórdica donde las instituciones y las
reglas de convivencia y de civilidad funcionaran relativamente bien, millones
de ciudadanos de estas atribuladas tierras se han indignado por el
comportamiento ultraviolento y letal de una institución supuestamente tutelar
de la sociedad. Pareciera que tal institución tutelar siempre ha representado
la quintaesencia de la decencia y el respeto por el ciudadano y sus derechos
fundamentales. Habría que recurrir a la historia de los movimientos sociales en
el Perú de todo el siglo XX para vislumbrar que, por ejemplo, la conquista
general en 1919 de las 8 horas costó
la sangre de muchos trabajadores y luchadores sociales asesinados por las
fuerzas represivas del Estado (Policía). ¿Sabrán los jóvenes y adultos indignados,
con justo derecho, que una de las masacres más horrendas de civiles inermes e
inocentes (algunos niños entre ellos) fue cometida en 1983, en la comunidad de Soccos (Huamanga), por un grupo de
policías (sinchis) descontrolados y sádicos? ¿Sabrán todos los ciudadanos que
el Congreso peruano promulgó en marzo de 2020 la Ley de Protección Policial N° 31012, mediante la cual la PNP puede
responder desproporcionadamente con el uso de la fuerza por la supuesta amenaza
que recibe? Es decir, el actual Congreso peruano es responsable directo por los
desmanes y los “excesos” (eufemismo para todo acto criminal de la autoridad,
incluyendo el terrorismo de Estado) de la PNP en las últimas protestas sociales
en la Sierra Sur (Espinar) y en Lima.
AGENTES ANTISOCIALES
Como si Lima fuera el Perú (parafraseando al gran Valdelomar), se
soslaya la lucha de periodistas independientes como Vidal Merma e
investigadores sociales como José Lapa[1],
quienes vienen denunciando desde hace algunos años el comportamiento antisocial
y autoritario en la Sierra Sur de
grandes empresas mineras como Southern Perú, Antapaccay (de la empresa suiza
Glencore), entre otras, que cuentan con la salvaguarda del Estado peruano y de
la PNP (muy eficaz y eficiente en este caso).
Si hablamos de violencia desproporcionada y criminal, debemos referirnos
sin ambages a la, hoy vilipendiada por todos, PNP. Según el Reporte Especial N°
1-2020-DHSF/CNDDHH[2],
de agosto de 2020:
el 22 de
julio, en la localidad de Espinar efectivos policiales golpearon a un joven causándole
múltiples lesiones en el cuero cabelludo, rostro, manos y hombro izquierdo.
Asimismo se registraron 6 casos de personas heridas por perdigones en el
cuerpo, pese a que por la peligrosidad de estas municiones desde el 2006
únicamente se autoriza el uso de perdigones de goma. Tres de los heridos recibieron impactos por la espalda, lo que
evidencia que los efectivos policiales violaron la prohibición de usar la
fuerza contra personas que huyen. También dos ciudadanos fueron heridos por
impacto de bomba lacrimógena.
No solo los libertarios hemos denunciado el
carácter antisocial y avieso de la Policía como institución; pero sí hemos sido
tal vez los más certeros y directos. Fue González Prada[3]
quien señaló lúcidamente:
El agente de policía (…) representa el
último eslabón de la ominosa cadena formada por Ministros de Gobierno, el
prefecto, subprefecto, el comisario, el inspector. Sin embargo, nadie más
abusivo, nadie más altanero (…) Nace del pueblo, vive en la intimidad con la
muchedumbre, conoce las miserias de los desheredados, y se declara su enemigo
implacable. ¡Con qué satisfacción enrojece su vara en la cabeza de un borracho
inconsciente! ¡Con qué regocijo descarga
su rifle contra el pecho de un huelguista inerme! ¡Con qué delicia palomea
desde una torre al revolucionario vencido y fugitivo! Palpa el odio justo de
las muchedumbres, y se venga.
Y es
que la naturaleza intrínsecamente criminal del Estado ha sido puesta de relieve
por libertarios como Lysander Spooner y Murray Rothbard. Para Rothbard: “el
Estado es el agresor supremo, el eterno, el mejor organizado, contra las
personas y las propiedades del público. Lo son todos los Estados en todas
partes, sean democráticos, dictatoriales o monárquicos, y cualquiera sea su
color”[4].
Como
si el Estado y sus agentes del orden se ubicaran más allá del bien y del mal,
obedecen a una razón particular y a un orden inmanente alejado de la propia
ciudadanía. Rothbard nos señala certeramente lo siguiente:
Siempre se ha considerado que el
gobierno, sus dirigentes y operadores están por encima de la ley moral general.
(…) El servicio al Estado excusa todas aquellas acciones que serían
consideradas inmorales o criminales si fueran cometidas por ciudadanos
“privados”. (…) Durante siglos, el Estado (o, más precisamente, los individuos
que actúan como “miembros del gobierno”) ha encubierto su actividad criminal
con una retórica altisonante. Durante siglos, ha perpetrado asesinatos en masa
y ha dado a esto el nombre de “guerra”, ennobleciendo así el crimen masivo que
la guerra implica. Durante siglos, ha esclavizado a los hombres en sus
ejércitos denominando a esta esclavitud “servicio militar obligatorio” para el
“servicio nacional”. Durante siglos, ha robado a la gente a punta de bayoneta y
ha llamado a esto “recaudación de impuestos”. En realidad, si se desea saber
cómo ve el libertario al Estado y a cualquiera de sus actos, basta con pensar
en el Estado como en una organización criminal, y la actitud libertaria
resultará perfectamente lógica.[5]
Por
otra parte, para Spooner[6],
la naturaleza criminal y prepotente del Estado se pone de relieve en el cobro
de impuestos por parte de este:
No existen puntos medios
posibles en este asunto. O “el impuesto sin consentimiento es robo”, o no lo
es. Si no lo es, entonces cualquier grupo de hombres, que lo decidan, pueden en
cualquier momento asociarse; llamarse a sí mismos gobierno; asumir autoridad
absoluta sobre todos los que sean más débiles que ellos; saquearlos a gusto; y
asesinarlos si se resisten. Si, por el contrario, el impuesto sin
consentimiento es robo, necesariamente se sigue que todo hombre que no haya
consentido ser gravado, tiene el mismo derecho natural de defender su propiedad
contra un cobrador de impuestos, que tiene de defenderla de un bandolero.
¿A LA POLICÍA SE LA RESPETA?
Por
favor, no queremos que se nos malinterprete. No tenemos problemas en reconocer
que existen valores altruistas y de respeto en algunos policías (sabemos que existen
elementos que se negaron a participar en la cruenta represión del 14 de
noviembre). Para Bakunin[7],
la religión cristiana es una religión deshumanizante, pues “el cristianismo es la negación más decisiva y la más
completa de toda solidaridad entre los hombres, es decir de la sociedad, y por
consiguiente también de la moral…”[8].
No obstante, Bakunin reconoció que en
el cristianismo hubo
grandes hombres y mujeres, santos que se esforzaron por predicar con el
ejemplo, es decir consecuentes, pero son una minoría. Nuestra repulsa es contra
la PNP como institución tutelar de nuestra sociedad, es decir como cuerpo
represor del Estado criollo. Apelamos a la historia de las luchas y los movimientos
sociales en nuestro país de todo el siglo XX y el presente, para sacar nuestras
propias conclusiones.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Por consiguiente, la PNP no se ha metamorfoseado intempestivamente –y de
la noche a la mañana– en una institución antisocial y prepotente: siempre lo
fue. Fueron policías quienes tuvieron que ver con la desaparición –y posterior
crimen– del estudiante de la Universidad Católica, Ernesto Castillo Páez, el 10
de octubre de 1990. Existe una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, del 3 de noviembre de 1997, que señala la responsabilidad del Estado
peruano en este hecho criminal de su cuerpo represor. La matanza de Soccos –como
ya se señaló– fue perpetrada por policías. En el 2008, tres policías violaron,
torturaron y secuestraron a Luis Alberto Rojas Marín en Ascope (La Libertad).
Su único delito: ser homosexual. No hace mucho, en el 2015, en el valle del
Tambo, en Arequipa, la PNP hizo gran despliegue de su ferocidad y bestialidad
indecibles. En el marco de las protestas contra la empresa Southern Perú[9],
y con el beneplácito de su aliado estratégico, el Estado peruano, los
pobladores fueron víctimas de este comportamiento bárbaro, lejos de Lima y
de las cámaras de la prensa internacional. No hay nada nuevo bajo el sol y
lejos del centralismo limeño de todos los días.
Márlet Ríos
[1]
Véase: LAPA ROMERO, José (2019). “Tía María: entre los negocios y el autoritarismo”.
Recuperado el 21/11/20 de:
https://www.pulsoregional.pe/2019/07/12/tia-maria-entre-los-negocios-y-el-autoritarismo/
[2]
Véase: DERECHOS SIN FRONTERAS Y COORDINADORA NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. Reporte Especial N° 1-2020-DHSF/CNDDHH.
Agosto de 2020, p. 4.
[3]
GONZÁLEZ PRADA, Manuel (1978). Sobre el
militarismo (antología). Bajo el oprobio. Lima, Horizonte, pp. 34/35.
[4]
ROTHBARD, Murray. Por una nueva libertad.
El manifiesto libertario, p. 69. Recuperado el 21/11/20 de https://www.mises.org.es/wp-content/uploads/2012/11/El-Manifiesto-Libertario.pdf
[5]
Ibídem, pp. 69/70.
[6]
SPOONER, Lysander (2011). La Constitución
sin autoridad no es traición. Recuperado el 21/11/20 de https://www.mises.org.es/wp-content/uploads/2013/02/no-es-traicion.pdf
[7]
BAKUNIN, M. (1990). Escritos de filosofía
política. Madrid, Alianza Editorial.
[8]
Ibídem, p. 173.
[9]
LAPA ROMERO, José (2017). Lo que los ojos
no ven. Capital minero, hegemonía, represión estatal y movimiento social en el Valle de Tambo de marzo a mayo del 2015. Lima, Arteidea.
Foto de Jorge Cerdán, de La República